Ya he dicho en varias ocasiones que mi kebab preferido de Madrid es el Atena, por varias razones. La primera, que el tipo es simpatiquísimo. La segunda, que desbordan condimento por todos lados. La tercera, que están deliciosos… ¿Sigo? El otro día, sin embargo, llegaba a casa de un amigo sin cenar y me moría de hambre, con la previsión de tomarme con él un par de cervezas. Como no quería estar piripi al segundo sorbo y este kebab recién abierto estaba justo frente a su casa, decidí entrar. Y allí que me planté. Pedí un kebab de pollo con queso, que me costó casi cuatro euros y que, la verdad, no estaba tan malo, aunque ya hay que ser mentecato para hacer mal un kebab. El único inconveniente que le encontré fue que el pollo estaba un poco salado de más, pero por lo demás me supo bueno. Aun así, siempre que esté por la zona, seguramente escogeré Atena por encima de este en concreto. Y eso que este es más amplio, más luminoso y parece que de momento tiene menos colas…