Obrador Osuna

Invierno en Sevilla, solito después de comer. Pega dar un paseíto por el centro y mientras andamos, charlamos, reímos y pensamos … ¿tomamos cafelito en la Alameda?
Llegas a la Alameda y decides acompañar el cafelito con un buen pastel del Obrador Osuna. El Obrador Osuna ubicado en la Alameda es un despacho pequeño, atendido por una señora amable. No suele haber mucha gente, pero a su vez, tampoco está vacío. Sueles tener que esperar dos o tres turnos.
Venden pastelillos surtidos, pastas de té, trufas heladas, yemas sevillanas, tartas surtidas y trufas heladas. Yo he probado las palmeras, los pastelitos «rositas» (como yo los llamo), otros de sidra… Según el día, me apetece uno u otro. Están riquísimos, pero no son de lo más barato.
Tal y como su nombre indica es un obrador, o mas bien, un despacho del obrador, porque no tiene ni una triste mesa para sentarte, pero, con tanto bar alrededor, hay que perder la vergüenza y tomarte el cafelito con el pastel en cualquier velador del entorno.
Sin duda, esto del cafelito dominguero con el pastel del obrador osuna en la Alameda, son cosas que dan «calidad de vida», esas pequeñas cosas con las que una disfruta momento a momento.

Te despiertas sin esa máquina infernal que llaman despertador ¡es domingoooo! Hace un sol espléndido y las palomitas revolotean por los parques. Desayunas como un rey, después de una dura semana ¡todos los homenajes son pocos! Y te pones relindo para salir a la calle.
Vas paseando por Sevilla y algo te atrae hacia la Alameda. Allí haces la ruta de los bares que más te gustan. Bebes, comes, charlas con la «güena» gente que te acompaña. Y llega la hora del café.
Todo empieza a ensombrecerse con la cercanía del lunes y la rutina que acecha, la carga de trabajo, pero caminas por la Alameda y tus pies te guían hasta allí, el destino es este pequeño obrador. No hay buen domingo de Alameda sin uno de sus ricos pastelitos. Mis prefes son esos que yo llamo «panteras rosas», de hojaldre, con crema en su interior, esa capita rosa por encima espolvoreada de azúcar… ¡Que llegue otro domingo como estos, porrrr favorrrrr!
El local es antigüillo y no tiene grandes lujos pero los pastelitos están ¡de miedo!

Negocio familiar y abierto en la Alameda desde hace décadas, el Obrador Osuna está vinculado para siempre en mi memoria (sí, soy una nostálgica y un poco abuelita) a cientos de tardes de sobremesa en el Bar Las Sirenas (el que existía hasta hace unos meses, no el de ahora, lo siento por las nuevas propietarias pero no tiene absolutamente nada que ver). Después del magnífico cous cous que preparaba Hadiya (y que ahora prepara en otro bar, luego os digo dónde) eran de recibo las palmeras de chocolate o las maravillosas trufas que preparan allí (soy super fan! de sus trufas).
Por aquel entonces, cuando éramos jóvenes y bastante punkys (ya, ya paro) el dueño del obrador se enfadaba a menudo con la clientela de Las Sirenas porque nos sentábamos en su acera o llevábamos perros. Pero los años fueron calmando y suavizando las relaciones, y estoy segura de que ellos han sentido casi tanto como la parroquia el cierre de Las Sirenas.
Pues eso, que son un poco sequillos en el trato con la gente, pero hacen unos pasteles clásicos pero muy buenos, y artesanales, en la trastienda tienen el obrador. Y para ser justa, la generación más joven, es decir, el hijo del pastelero que abrió el negocio, es bastante más simpático que su padre. Hay que pasarse.

No soy un gran fan de la respostería que hacen en el obrador Osuna, pero si que ocupa un espacio en mi corazoncito. Ha sido la referencia en dulces en un barrio en el que tradicionalmente los pasteles han calmado una necesidad colectiva imperiosa producida por esos humos que iluminaban y nublaban nuestra razón.
Sólo por ser un negocio familiar y aguantar los envites de la «Invasión de las cadenas», hay acercarse a probar los borrachos o las comentadas palmeras de huevo. Eso sí, como las del Horno de San Buenaventura ningunas

Siempre que paso por la Alameda lo veo abierto, lo que supone una tentación constante y mi próxima entrada en bancarrota por compra compulsiva de palmeras de huevo.
Y de eso vengo a hablaros. No de bancarrotas, que de eso ya hay bastante, sino de palmeras de huevo. Hace poco descubrí que no son, ni mucho menos universales, y me pregunté yo cómo podía ser eso, que ese dulce de pobre, esa delicia de barrio, no existiera everywhere en este vasto mundo. Y más, cuando de las palmeras de huevo, y de las de este obrador en concreto, ha dependido mi infancia.
Resulta que tengo 13 primos. 13 primos, 7 tíos y una sola abuela. Claro, mi abuela no podía mimarnos como jeques árabes a todos, porque habría dedicado su tiempo y su pensión a tal empresa. Pero creo que yo debía darle pena, porque cada vez que iba a su casa a comer, y después de cebarme como sólo una abuela puede hacer, me plantaba delante, sobre un platito de aluminio, una palmera de huevo de proporciones descomunales. Para mí. Para mí sola. Sin primos con los que compartirla.
Entenderéis que adore las palmeras de huevo de este sitio.

El Obrador Osuna es la pastelería de la Alameda. Quién no ha comido un dulce de este obrador?
Son especialistas en tartas, curiosamente todas valen a 13 euros, y son realmente buenas la crema sabe a crema, la nata a nada y por supuesto la crema no tiene las odiosas grietecitas que puede tener pasteles de lugares con más renombre y mejor situados, y que indican que el pastelito está un poco reseco ya.
El obrador es estrecho, agobiante incluso, pero el dulce lo puede todo (por lo menos a mí me pierde), tienen mil tipos de porciones de pastel (1,6 euros). Al principio me daba un poco de vergüenza, pero ya que la he perdido, me encanta pillarme un pastelillo y comérmelo con un café en alguna terraza.