En realidad conocí este negocio fuera de Valencia, ya que en un festival de verano en Burriana su stand de perritos calientes me salvó del hambre en muy diversos horarios del día. Lo que más me atraía de ellos, además del bajo precio, es que las salchichas no tenían el típico sabor industrial a despojos prensados en una frankfurt y, por encima de eso, esa cebolla caramelizada flotando sobre la abundante salsa. El puesto se convirtió aquel fin de semana en nuestro punto de encuentro entre los mares de gente. Enorme fue mi alegría, meses después caminando por el Carmen, cuando vi que lo que consideraba un puesto ambulante de feria tenía local en Valencia. Pero más iba creciendo mi sorpresa a medida que, buscando algo de info en Internet, descubro no sólo que la empresa es originaria de aquí al lado, de Torrent, sino que su creador y responsable se llama Pedro, tiene 20 años, y con sólo 15 desarrolló esta nueva idea comercial, basada en vender una comida típica estadounidense empleando tan sólo productos valencianos. Los carritos se fabrican en Picanya, el pan en un horno de Patraix… y así desde los ingredientes de sus ensaladas a sus patatas. Continúo leyendo y descubro que, no sólo se trata de un joven emprendedor, sino que las disputas con el Ayuntamiento han coartado su actividad desde los inicios, ya que su idea de negocio se complementaba con los típicos carritos ambulantes por las calles o en puntos clave de la ciudad, como playas o centros comerciales. El consistorio se lo prohibe aludiendo a que, por más que las materias primas sean valencianas, el producto que se comercia no es típico. Tras largos años de tira y afloja, ha conseguido abrir dos locales en Valencia capital, sumados al principal de Torrent. Yo sólo espero que finalmente el muchacho consiga éxito en su lucha, porque sus perritos no tienen nada que envidiarle a los vasos de horchata o las mazorcas asadas. Cuando lo logre, mi mente y mi estómago estarán muy satisfechos.