Gran pena la que sentí anoche al llegar al pub Taifa. Tantísima gente hablando de él, que era genial, la música, el ambiente, los conciertos… nada de nada. Llegamos a una hora razonable de la noche y sólo había dos chicas. Nadie, absolutamente nadie entró mientras nos tomábamos una copa. Tan sólo un señor entró y se quedó un rato, aunque parecía cliente habitual. La música, que esperaba que fuera tranquila(el pub está especializado en música de blues y jazz) era muy escandalosa. No paró de sonar un disco de rock malo todo el tiempo, lo que no me permitió relajarme con mi pareja ni un solo momento. Muy decepcionante todo, y más, para la primera vez. Cuando nos marchamos(el precio está bien, dos consumiciones 4 euros) le preguntamos al dueño que cuándo eran los conciertos, ya que nos habían comentado que el lugar era famoso por eso. Nos dijo que eso era antes, que ya no había programado nada, y no pasaba de ahora, sino desde hace bastante tiempo. Me dijo que quizás algún día programarían algo, pero que de momento nada. Le pregunté que cómo podría enterarme y me dijo que pondrían un cartel en la puerta. Para qué hacerse unas redes sociales o un blog donde la gente pueda estar informada. En fin, una gran pena y una gran decepción. Si no hay conciertos y la música es rock del malo creo que no volveré.
Priscila G.
Classificação do local: 4 Sevilla
Una vez un amigo me dijo: «Ahora entiendo las escaleras del Taifa»… En la Plaza de la Gavidia, este lugar pasa desapercibido, ya que el cartel con su nombre no es muy grande y la situación es un tanto extraña. Está tras una puerta bajando unas escaleras. La explicación de mi amigo y su argumento en cuanto a la escalinata fue el siguiente: «Cuando uno va al Taifa baja unas escaleras al infierno. Está perdido. Pero cuando sale, las sube hasta el cielo.» Este lugar es todo un clásico entre algunos de los personajes con los que me junto a veces. La primera vez que fui, el argumento para aceptar la propuesta fue: «Te llevo a un sitio donde ponen jazz, ya sabes que no hay muchos». Entonces claro: acepte sin pensarlo. La verdad es que es un sitio peculiar, pero tengo un muy mal recuerdo de mi primera vez allí, y aunque me avergüence muchísimo os relato la historia brevemente. Estaba estudiando para los últimos exámenes de la carrera. Era sábado y tenía examen el lunes. Un amigo me llamó para vernos y le dije que tenía que estudiar, pero me respondió esta cosa tan típica: «Bueno, pero tendrás que comer, ¿no?» Así que nos fuimos a cenar. Peeeero, todos los bares del centro estaban llenos. Y me dijo que fuéramos a tomarnos algo a un sitio donde ponían jazz. No me pude resistir. Llegó y pidió dos chupitos de tequila. ¡Sin cenar! Los chupitos de tequila del Taifa son los más grandes que he visto poner yo en mi vida. Si el señor tras la barra tiene que derramar el gradado líquido para que el vaso quede bien lleno así lo hace. Vasos de chupito grandes y a ras del filo. Imposible beber de un trago. ¿Los cubatas? En vaso ancho y bien servidos. Pues claro… no hace falta que os cuente cómo subí yo las escaleras al cielo…
Laura S.
Classificação do local: 4 Sevilla
El Taifa es un bar que pasa como de puntillas por la plaza de la Gavidia. Parece esconderse detrás de la esquina de la calle que une la plaza de la Gavidia con Jesús del Gran Poder. Encontrarlo es fácil si mantienes los ojos bien abiertos, y los oídos. Si aguzas bien tus sentidos, al pasar por allí, puede que escuches la música que llega desde un ventanal, una puerta, unas escaleras que bajan hasta la puerta y que te llevan al Taifa, sin necesidad de buscar rótulos o fachadas espectaculares. Con una iluminación que invita a sentarse en la mesa más amplia del local, al calor del buen jazz que ponen de fondo, y abandonarse a un larga discusión con los amigos. Todas las noches que he pasado en el Taifa han sido noches de confesiones y conversaciones acaloradas, rompiendo un poco la tranquilidad del lugar, y la tranquilidad de los dueños, que amablemente te sirven en la barra. Resguardados en el Taifa del mundo exterior, hemos creado teorías sociológicas imposibles, hemos desmontado el mundo y lo hemos vuelto a reconstruir bajo falsos nombres. El Taifa como laboratorio de experiencias imaginarias, que nunca llegaron a realizarse, pero que siempre permanecerán allí.