La Ciudad de los Juguetes

El primer recuerdo que tengo sobre La Ciudad de los Juguetes es cuando recién llegada al barrio de Los Bermejales pasábamos caminando junto a la tienda por la acera y mi hija Sara me decía: «Mira mamá, es la misma letra de Disney». Y es que la tipografía de su logotipo imita la misma «fuente» del de la gran factoría americana.
Y acto seguido teníamos que entrar, con el consiguiente peligro que es entrar con un niño en una juguetería.
Ya en otra reseña comentaba sobre mi convencimiento de que hay que comprar en las tiendas de «toda la vida» favoreciendo el comercio local. Que los «chinos» sólo nos satisfacen momentáneamente el placer de la adquisición rápida pues forman parte de la cultura del consumo del «usar y tirar»; el consumo más voraz y desmesurado. Al ser estos negocios grandes bazares absolutamente eclécticos encontramos de todo en ellos. Aquí los juguetes pueden ser más baratos; pero hay que valorar que pueden tener pinturas tóxicas que incluyen piezas pequeñas que se desprenden rápídamente y que se rompen muy pronto… Los juguetes hay que comprarlos en jugueterías.
La ciudad de los Juguetes es un establecimiento grande, muy bien organizado. Hay una parte de «niños», otra de «niñas», otra de «bebés» y una de juegos de tableros, rompecabezas y demás juguetes de actividades. La oferta es muy variada.
Casi siempre hay una serie de estanterías que tienen juguetes en oferta y los precios son estupendos.
Cuando lo solicitas te envuelven la compra para regalo.
También puedes encontrar disfraces y muchos de esos pequeños juguetes que se ponen de moda por temporada: sobrecitos inútiles de cositas pequeñas que siempre acaban rodando por la casa, trompos, yoyós…
El personal que te atiende es bastante simpático y te asesoran muy bien cuando lo necesitas.

Soy la orgullosa poseedora de un pato amarillo de plástico comprado en La ciudad de los juguetes.
Voy a omitir la historia de por qué necesitaba un pato amarillo de plástico, para no comprometer la seguridad nacional, y pasaré a relataros algo mucho más inofensivo: mis impresiones sobre esta juguetería. Su gran virtud es que se trata de un lugar con mucho contenido original, y es algo de agradecer; ¿para qué necesitamos una juguetería de barrio que tenga los mismos productos que un gran almacén?
En La ciudad de los juguetes encontré una variada oferta de juegos de mesa, diferentes a los habituales, perfectos para estimular la creatividad de los pequeños con algo más que lo que anuncian en la tele. ¡Y disfraces! ¿Cuántas tiendas de disfraces podemos encontrar hoy en día en nuestra ciudad? Creo no equivocarme si digo que se trata de un ejemplar de tienda en peligro de extinción. Pues bien, aquí encontramos numerosos complementos, tanto para pequeños como para mayores, así como trajes completos. Los padres poco mañosos sin duda agradecerán contar con este «comodín», para evitar tener que confeccionar ellos mismos el disfraz, sobre todo ahora que llega la Navidad.

Cada vez que necesito comprar un regalito para el cumple de algún amiguito de mi hijo, La Ciudad de los Juguetes es mi salvación.
Cuando tu vida transcurre plácidamente, un día llega tu hijo histérico de alegría del colegio y te dice: «¡Papi, papiiiiiiiii! Pepe López me ha invitado a su cumple. Es mañana y me va a llevar mamá justo después del cole»
¡A tomar por saco! Emergencia total. A ver dónde le compro yo ahora (7,30 de la tarde) un regalito al niño del cumple, para que se lo pueda llevar mañana al cole. Mi mujer dice enseguida: «Dónde va a ser, hijo mío. En La Ciudad de los Juguetes, que está aquí a lado y tardas un momentito».
Y ahí que voy yo a comprarle el juguetito de turno al niño. La verdad es que en esta tienda te lo ponen bien fácil. Tienen de todo y para todas las edades. Es muy fácil encontrar juguetes muy bonitos y baratos, incluso a veces tienen estantes enteros de oferta. Si voy sólo (si lees mi reseña de Osorno, comprenderás el por qué de esta apreciación) en 5 ó 10 minutos tengo solucionado el tema.
También es muy útil para comprar todo tipo de chorraditas varias. Ayer mismo fui a comprarle a Pablito uno de esos trompos de plástico que tan de moda están ahora. Hasta en ese tipo de cositas, de las que piensas que no puede haber muchas distintas, tienen variedad. Había unos pocos de trompos diferentes (para mí todos iguales) y de distintos precios (1,50, 2,50, 3, 5 y 6 euros). Mi hijo, como es muy bueno, eligió uno azul de 3 euritos.
Qué nostalgia de esos trompos de madera de toda la vida… ¡Dónde andarán!