Bar de barrio recientemente reformado, con una buena atención a los clientes y que viene bien para tomarse algo si caes por allí. Las tapas estan geniales pero son muy clasicas
Manolo L.
Classificação do local: 4 Valencia
Este sitio se lleva 4 estrellazas por su trato familiar casi inmejorable. Una atención digna de las mejores casas de abuelas. No nos pusieron un braserito debajo de la mesa porque éramos muchos. Todos y cada uno de ellos, desde los dos camareros hasta la cocinera, se volcaron en intentar darnos el mejor servicio para que nos sintiéramos como en casa en el Bravatón(ruta de bravas). Es un bar de los de toda la vida, de barra de metal y servilletas por el suelo, de los que hacen comidas tradicionales. Se nota que tienen mucha tradición de alimentar buenos estómagos. Las bravas no fueron las mejores de la noche, pero no estaban nada mal. Están cortadas a mano y siempre es de agradecer que no te pongan cartón congelado por patata. Mientras degustábamos las patatas, la cocinera nos miraba desde la barra con cara de nervios para que le diéramos la aprobación… muy buenas, si señora. El ingrediente secreto, el amor y la dedicación. La salsa brava hay que trabajarla más, ya que esa no es casera, pero bueno, las patatas eran buenas. Además, para terminar, nos regalaron una jarraza de cerveza y una barra de pan. jeje. Me gustó mucho el sitio y si me pilla por la zona de abastos con hambre, intentaré probar más cosas.
Samuel M.
Classificação do local: 4 Valencia
Otro bar de la ruta Bravatón 1.0. Las bravas me gustaron mucho, apenas fritas, prácticamente meter y sacar pero perfectas y un punto extra por la salsa picantilla. La atención que nos brindaron fue excepcional. Nos atendieron muy rápido y hasta nos regalaron unos cacahuetes y unas tapas de morro que dicho sea de paso no estaban nada mal. Es un tipo de bar de los de toda la vida, con menú del día y comida castellana como no podía ser de otra manera. Tengo que ir un día a probar el cocido madrileño.
Mauri R.
Classificação do local: 4 Valencia
Paradójicamente, el(creo) único Bar de toda la Zona de Abastos donde se habla valenciano se llama Bar Castilla. Este bar lo lleva un matrimonio en edad avanzada y tiene como particularidad que cierra tardísimo, nada más y nada menos que a la una de la madrugada, una pasada. No sabría deciros a que hora acaba la plancha, pero bueno, hasta las tantas una cervecita nocturna sabes que este bar te garantiza el poder tomarla. Por lo demás es el típico bar de barrio que no pretende ganarse la clientela a base de apariencia, sino de esencia. Para la gente que aún recela de los negocios conducidos por asiáticos, ésta puede ser una más que buena opción. Mantienen el nivel de la calidad en el almuerzo, en la comida y en la cena, buenos bocatas y trato agradable. De todos modos, si eres de los que creen que en un bar es imposible comer bien, este sitio tampoco será el que te haga cambiar de opinión. El interior del sitio es entre vintage y «directamente de la época». Pero se está cómodo dentro.
María P.
Classificação do local: 4 Valencia
En un emplazamiento afortunado, la esquina de una gran avenida con la calle en la que se encuentra un edificio que en su día fue mercado y a día de hoy hace las veces de instituto, polideportivo y comisaría, se levanta el ibérico bar Castilla. Como buen clásico, nada más abres la puerta el dulce aroma de la fritanga te azota la cara, como escupiéndote al más puro estilo Leónidas«¡¡Estás-en-Españaaaaaaaaa!!». Tocan ya las 23:30 y por diferentes motivos no has encontrado nada que llevarte a la boca, además de alguna que otra caña. «Tenemos la cocina medio cerrada», tus temores se confirman. «Pero un momentito», un halo de luz en el oscuro camino del hambre. El señor de 60 años que tiene pinta de Punset cuando trabajó en una gasolinera manchega, vuelve y te sirve los dobles de cerveza en vaso de tubo. Acto seguido recita algunas de las tapas que puede ofrecerte. «Puntillas» es la ganadora de la noche. A los cinco minutos sirve un plato de cacaos y almendras para ir abriendo boca. A los quince, se asoma a la barra algo inquieto, y nos dice que enseguida comemos, que es que la freidora tarda en calentarse. A los veinte, sigue atento a nuestra espera, y vuelve de nuevo con otro platito, esta vez de encurtidos, y algo de pan. Antes de que lleguen los 25 minutos de espera, llega una enormísima ración de puntillas. Es tan grande la cantidad en sí como el tamaño de algunas piezas; dudamos si el Calamar Gigante existe y lo cazó el cocinero de este bar. También tienen todo tipo de bocatas que, viendo las tapas, preveo enormes. Y una parroquia habitual y fiel, así que los fines de semana más vale ir con tiempo si llevas a todo tu grupo de amigos a enseñarles lo que es cenar en condiciones.