Si hay unas pistas para jugar al fútbol sala en Sevilla que conozco como la palma de mi mano, esas son las del Centro Deportivo Arjona. Llevo siete u ocho años jugando en una liga de fútbol sala, y estas pistas son en las que más veces nos han puesto a jugar los partidos. Aquí viví un año fantástico con un ascenso de categoría incluido. Aquí me partieron la cara(literalmente) de un cabezazo fortuito. Aquí he hecho amigos y enemigos que han estado a punto de darme de leches. Y no es porque las pistas sean nada del otro mundo. De hecho hay pistas mucho mejores en Sevilla. Las de Arjona son del montón, de esas de cemento gris pulido, que hace daño cuando te caes al suelo, ya sea por voluntad propia o por una patada a destiempo. En algunas zonas están incluso agrietadas, y las redes se desenganchan de las porterías. Cuando llueve, tardan muchísimo en secarse. Allí está el encargado de las pistas, por muchos conocido como Gollum, proporcionando escobas para achicar el agua a los intrépidos que queremos jugar a toda cosa, aunque sólo sea por volver otro día y tener que pagarle doble ración al árbitro. Los vestuarios tampoco son nada del otro mundo. Fríos, y alejados de las pistas. Muchas veces me he cambiado de ropa en el banquillo(un banco de madera normal y corriente, de esos que se llevan de un lado para otro) con tal de no darme el paseo. No tiene gradas, tan sólo un cercado alrededor de los campos, en los que los intrépidos que se atreven a ir a ver jugar a su gente, se apoyan. Pistas como ésta hay a patadas. Y mucho mejores también. Pero las pistas de Arjona forman parte importante de mi vida, y es por eso por lo que guardo grandes recuerdos de ella. Por eso, siempre tendrán un huequito en mi corazón, y cuando recuerde los años en los que jugaba al fútbol, siempre vendrá a mi memoria.