Nos apetecía cenar de tapitas y nos encaminamos al barrio de Ibiza, donde se concentran las mejores tabernas de la capital. Nuestra primera opción era La Catapa, llegamos prontito, sobre las 21:00. Vemos dos mesas altas libres en la zona de barra y el comedor vacío. Preguntamos a la camarera que llevaba las reservas si tenían mesa para dos. Los otros camareros se miran los unos a los otros pero no nos dicen ni pío. Silencio. La chica a la que habíamos preguntado sale corriendo como un rayo y coloca dos carteles de «reservado» en las mesas altas. Nadie nos habla, como si no existiéramos. Volvemos a preguntar a la misma camarera(después de perseguirla por el local) y nos dice que no hay mesa, que está todo completo. ¿En el comedor tampoco? Empieza a hablar de forma entrecortada, y le entendemos que sólo tiene libres las mesas grandes, y se vuelve a largar corriendo. Todo muy raro. Pues nada, hasta luego maja, y cambio de tercio, porque será por tabernas por la zona… Un poco cabreados por el trato recibido, nos asomamos a la TABERNAMARCANO. El chico de la barra nos saluda con una sonrisa y un «buenas noches», le decimos que queríamos tomar unas raciones, y muy amablemente nos dice que por supuesto, y que nos sentemos donde queramos. Vaya diferencia, así sí. Por supuesto, nos quedamos. El local es pequeño, pero acogedor. Una barra a la entrada con un par de mesas altas, y al fondo un pequeño comedor con unas seis mesas. Tapas y platos más contundentes, producto de temporada y muchas opciones fuera de carta, posibilidad de pedir medias raciones. Cobran caro el cubierto(3,50 € por barba), pero te ponen dos buenos aperitivos. A nosotros nos pusieron un cuenco de salmorejo y una falsa lasaña de morcilla, ambas cosas muy ricas. Tras los aperitivos, tomamos: Ensalada de espárragos, compuesta por un excelente espárrago blanco hecho al dente y cortado en finas laminas, acompañado de huevo escalfado y un toque de trufa. Buen plato. El crujiente del espárrago acompañado de la melosidad del huevo resultó una combinación muy lograda. Media de bocartes en salazón caseros, cuatro lomos de boquerón perfectamente desespinados, acompañados de tomate rallado, guacamole y unos trocitos de pan tostado. Una delicia. Media de croquetas de Txangurro. Cuatro croquetas muy sabrosas, aunque con la masa un poco compacta, nos gustan con el interior más líquido. Media de callos, con mucho morro y chorizo. Tiernos y bien picantitos. Con una salsa para no dejar de mojar pan. Sin hueco para el postre terminamos con un café, que vino acompañado de unos«petit fours» caseros de chocolate y avellana. Carta de vinos interesante, aunque un poco subidita de precio, de la que elegimos un tinto de garnacha de Méntrida, Suerte de Arrayán, potente y goloso, acompañó perfectamente todos los platos. Buena vajilla y copas. Mantelería y servilletas de hilo. Servicio muy atento y con ganas de agradar. Pagamos 73 euros por todo. Nos gustó mucho, producto de calidad, elaboraciones cuidadas y buen servicio de sala. Nos pareció una de las mejores opciones de la zona. Volveremos y lo recomendaremos.