El Escalero

siendo vecino no tubo vergueza que se meta con su mujer y su hijo para mi es una mala persona ojala lo leas sabes quien soy y mañana igual no tienes verguenza

antonio escalero me falto al respeto no se merece que no le vuelva a ver

Me había ocurrido muchas muchas veces, y hasta ahora me generaba un cierto desasosiego, son las siete-​ocho de la tarde, es pronto para cenar y tarde para merendar, tampoco quieres gastarte demasiado dinero, estas en pleno centro y no tienes ni idea de donde ir, pues bien, todas esas dudas quedaron disipadas de golpe y porrazo el sábado noche cuando descubrimos gracias a Merche M. «el escalero».
No nos llevemos a engaño, este bar jamas se llevara una estrella Michelin, no es un rincon del gourmet ni tiene ninguna intención de serlo en un futuro, eso sí, lo que hacen lo tienden a hacer bastante bien, o como ocurre con algunos grasa-​bares, tu cuerpo acepta sus viandas como agua de mayo.
Nos zurramos 2 cañas y 2 tintos de verano-​inverno que vinieron sorprendentemente bien acompañados:
1 plato de empanadillas: no me gustan así que no puedo deciros, congeladas y muy ricas según mis acompañantes
4 porciones de sandwich mixto: realmente excepcional
5 tapas de chorizo iberico: que no se lo salta un gitano … sincerely.
Y la cuenta? 8,80 amigos, nada mas que añadir ^_^

El sobrenombre que mis amigos y yo le hemos otorgado a este bar nos da una idea de la gastronomía que se puede disfrutar en él: Grasabar. Sí, es uno de esos bares clásicos en los que con cada caña (o botellín, todavía trabajan este género aquí) te ponen una señora tapa. Croquetas –congeladas, pero riquísimas-​, canapés de salchichón, su delicioso mixto, tortilla de patatas… Con 4 cañas estás cenado y te has gastado menos de 10 euros.
El camarero es amabilísimo, de esos que se quedan con tu cara y te saludan con familiaridad cuando vuelves. Y nunca NUNCA se cansa de sacar comida gratis. Un bar de los que quedan pocos y excelente para tiempos de crisis. ¡Quiero volver!
Ah por cierto, y a diferencia de la mayoría de los grasabares, en éste no te llevas la grasa pegada en la ropa. ¡Milagro!

El Escalero es un nombre muy gracioso, pero a mi me gusta más como lo llamamos mis amigos y yo, «GRASABAR», y no piensen que es plan despectivo, a nosotros nos encanta el sitio precisamente por esto. Cuando te pides un botellín te ponen una tapa que alimenta cuerpo y alma, pero no solo los tuyos, si no los cuerpos y las almas de tus sucesores en tres generaciones.
Como dice un amigo mío, y yo opino lo mismo «son las mejores croquetas congeladas del mundo», pero no se queda en croquetas, hay empanadillas, sandwiches mixtos… bueno un sinfín de tapas a cada cual más nutritiva que la anterior y que el camarero no para de ponerte.
Pero que no se nos olvide lo más importante, que con los tiempos que corremos no esta demás decirlo, los precios sin competencia, vamos que puedes salir rodando y a cuatro patas a la vez por cuatro duros.
Allí me podéis encontrar todos los jueves del año con mis amigos, si me veis saludarme y me invitáis a un botellín que quien me lea sabe me me encantan.
PD.: Yo le pondría 5 estrellas, pero entiendo que la decoración del sitio y esas cosas no es de lo mejor, aunque yo soy bastante fan de los alicatados de los 70.

Los «jueves de cerves y grasabar» son ya una institución entre mis amigos, y la verdad es que no podemos resistirnos. En El Escalero, prácticamente por 10 €, te pones hasta arriba de tapas de todo tipo y de botellines de Mahou. ¿Qué es lo que no debería gustarme de aquí?
Lo mejor es que, a mi parecer, las tapas son estupendas. Vamos, mi favorita es y será siempre el sandwich de jamón y queso, que está estupendo y reanima a un muerto, pero tienen muchas otras que tampoco andan mal. Entre ellas, creo que El Escalero hace las mejores croquetas congeladas del mundo, y lo digo totalmente en serio. Yo soy muy pureta de la croqueta, pero cuando una croqueta congelada te sabe rica, es de bien nacido reconocerlo.
Y aun así, lo mejor de El Escalero es su camarero, que después de unas cuantas rondas te deja elegir tapa, y cuando ve que ya no recibes la tapa con el mismo entusiasmo, te pregunta. Nosotros solemos decir que estamos hasta arriba, que no podemos comer más (cosa que es verdad) y él nos contesta que no pasa nada, que cuando queramos comer algo se lo digamos. Al final no suele aguantarlo, y termina poniéndonos algo de picotear con la siguiente.
Y nosotros, obedecemos y nos la comemos. Y así pasa, que salimos a reventar.

La experiencia aquí no fue buena, las bravas han sido lamentablemente las peores que he probado nunca: de sabor indescriptible y una salsa de tomate enlatado indigna de llamarse «salsa brava» que, mira que la salsa de tomate me la como de todas las maneras posibles, era imposible de tragar. Devolvimos nuestra ración y todo sea dicho, el camarero y la cocina nos la cambiaron por otra ración de minihamburguesas que sí estaban buenas.
Hacía mucho calor, olía a esa mezcla de fritanga y gentío y alcohol y cerveza que tan bien me sentaba cuando era estudiante pero que tan poco me gusta ya en estos momentos. Lleno hasta la bandera y con un servicio muy amable, de sonrisa y atento. Bar de barrio y de juventud estudiante.

Me temo que voy a empezar mi andadura por aquí con una crítica negativa… Asistí a este lugar en el primer Bravatón de Unilocal — primer evento, de paso — al que acudo y bueno… Las «„„„„„patatas bravas“““““»” que nos colocaron fue una experiencia culinaria traumática… Me gustan las patatas por sí solas y el tomate frito en sí mismo, pero esta mezcla explosiva de ambas cosas que nos endosaron fue para olvidar… Y soy poco delicado yo en general para comidas, os lo aseguro. En fin, las tapas pasables, la de hamburguesilla la mejor que nos dieron, el servicio correcto y el acondicionamiento inexistente. Al final estaba deseando terminar de comer para huir del sofoco…

Qué mala suerte hemos debido de tener! Buscando la «brava» perfecta, hemos acabado devolviéndolas a la cocina. Simplemente incomibles… Es verdad que estaba lleno, y como bar de finde tenía pinta aceptable, pero las bravas… entre nosotros, no valen nada. Menos mal que al menos nos sacaron tapas, que se dejaban comer. Eso sí, muy amables y tal… pero yo no iba a hacer amigos

Este bar es el Sierra de Chueca.
. Un bar pequeño, de barrio, de toda la vida, situado en plena calle Hortaleza, frontera de Chueca y Tribunal/​Malasaña y que tiene pinta de clásico del barrio. De estos que pasas por la puerta y sueles despreciar inmediatamente por la pinta que tienen. Pensando para ti, aquí seguro que no me ponen ni los buenos días con la caña.
El interior se reparte en dos saloncitos. El primero, la zona para las cañas con una barra, varias maquinas tragaperras, un congelador gigante, robándole un espacio al cliente que pronto descubriás que no sobra. El segundo, un salón para comidas y cenas. Como separador una escalera, pasado este, también con tele y el baño.
No cabe duda. Es un bar de barrio barrio. Es decir, barrio al cuadrado. Bastante luz, con una decoración que ha permanecido inmutable a lo largo de las decadas. Así lo atestigüan los carteles de precios detras de la barra. De plastico, de las añejas. Y además, la oferta y gama de precios bastante sugerente. Medio pollo asado con patatas 6 €, un peito de lomo 3 €, uno de ternera 3,60. Es bastante económica la cerveza y te ponen mucho aperitivo con la caña. Por eso, normalmente está a rebosar, hay que hacerse sitio casi a codazos y defender cada milimetro de barra como si fuera Leningrado (San petersburgo) ante la invasión nazi. Y es que los españoles somos de gustos sencillos. Bar con tapa abundante suele estar lleno.
La cantidad de la tapa es abundante sin ser el tigre. El repertorio de aperitivos es variado. Ninguna de las veces que he ido me han puesto siempre lo mismo. Desde esta última vez que nos pusieron un pincho de tortilla española (con cebolla) y un chorro de ketchup y dos croquetas de jamón (muy ricas por cierto) con la primera caña, y de un plato de patatas bravas (pero de las buenas de las que habían ido al gimnasio, que hacen que quieras más cerveza, con su salsa bien picante) y huevos rotos con bacón y cebolla (poco huevo, mucha patata y mucha cebolla). En la tercera caña cayeron unas empanadillas y jamón serrano para acompañar (hay más empanadillas escondidas de las que muestra la foto). En la cuarta una ración/​bandeja de patatas (estás si recien hechas) dos salsas y canapés de anchoa y jamón. La primera vez que fui nos regalaron carne guisada con tomate y patatas (muy rica) y una autentica delicia grasienta de alitas de pollo al ajillo con bastante aceite, unos sandwichs y un montado de lomo. Sales cenado y contento. Si vas a salir por Malasaña (o Chueca) por 3 cañas, 4 a lo sumo, has cenado.
Hay que descubrirse el sombrero ante el galleguinho o gallegazo de Emilio detrás de la barra. Atento y agradable de primeras. Entrañable a partir de la segunda visita.
Un tesoro en Madrid. Escondido y a la vista de todo el mundo.

Con sus aperitivos ya comes, que un poco más y te da la impresión de que estas en uno de esos sitios de Granada en los que por pedir una cervecita te ponen casi una fuente de pescaíto frito.
Y sus raciones no se quedan atrás, que pidiendo 3 para 4 personas, con vuestras cañitas y tapas vais a comer mas que bien.
Es uno de los lugares donde llevé a mis amigos italianos cuando vinieron, para que se dejaran de tanta trattorria y pizza y disfrutaran de unas buenas gambitas y unas papas bravas bien picantes.

Cuando uno está harto (o no tiene sitio) del Tigre o del PezCador hay algunos que se desaniman pensando en que se les ha estropeado la ruta de tapeo. Pero eso es porque desconocen El Escalero (del que desconozco de dónde viene ese curioso nombre).
Es uno de esos bares que a la cuarta caña has cenado lo suficiente para afrontar los retos de las copas. No es un bar que sea un secreto a descubrir (cualquiera que salga por el centro lo conoce) pero si eres de los que aún no ha estado en el y te interesa lo que cuento, sin duda no te arrepentirás

Típico bar del centro de Madrid, con cañas baratas y bien tiradas, tapas abundantes y un camarero dicharachero. Un buen lugar para desayunar, idóneo para comer a base de raciones y la mejor opción si lo que buscas es tomarte unas cervezas con los amigos y cenar a base de las tapas que las acompañan.
La primera vez que fui me sorprendió por barato, y la segunda por la amabilidad y conversación de su camarero, Emilio, conocido y querido por todos los clientes habituales. No dejéis de probar sus alitas de pollo con un toque de ajo, sus patatas bravas y, especialmente, sus croquetas de jamón. Recomendable hacerse amiguete de Emilio, puede caer alguna cerveza o una tapa más abundante.
Es sin duda un local de referencia para los que nos gusta, antes de una noche de fiesta, calentar motores con unas buenas cañas y un puñado de amigos.