Zakaria

Bonne cuisine, on y mange bien mais tarif excessif surtout le supplément pour avoir mangé en terrasse. Mais bon on c régalé c’est le principal

Tenía muchas ganas de probar este sitio porque me encanta la comida marroquí pero fue un poco bluff. Ni me gustó mucho, ni volvería.
Las raciones eran bastante pequeñas, el servicio tardó un montón en atenderlos y otro montón en servirnos (con el bar vacío), y encima tampoco era particularmente barato teniendo en cuenta lo que hay alrededor.
Meh.

No he frecuentado muchos restaurantes marroquíes pero en el caso de Zakaria he descubierto que sentarse en su terraza a comer al finalizar la mascletà es todo un lujo. Lo llevo haciendo algunos años y ya lo he erigido en dulce tradición.
Allí me siento por un rato parte de su familia comiendo de sus viandas. Como platos principales sólo he probado el sabroso y abundante cus-​cus en su variante carnívora y vegetariana y el delicioso tajine de cordero con ciruelas y almendras que me parece simplemente espectacular.
Si quieres acompañar estos platos aconsejo que sea algo más bien liviano ya que si no corres el riesgo de no poder levantarte de la mesa, (un hummus, calabaza con sésamo o una porción de falafel con ensalada), o de no poder dejar un huequecito para rematar la faena con ese té de hierbabuena acompañado de un dulce árabe bonito y bueno. ¡Advierto también de que el pan lo sirven rebozado en abundante aceite !
¡Ánimo valientes!

Fui un sábado por la noche — tal vez esa es la razón porque no vi ni rastro del servicio atento y amable del que hablan los otros Unilocalers en sus reseñas…
La comida está buena, el couscous sabroso, la carne súper tierna y jugosa… (no volvería a pedir la ensalada «marroquí» ya que es una mezcla de tomate y maíz picado con vinagre, nada más).
Seguramente volveré para probar otros platos y para ver si en otra ocasión el servicio realmente es mejor y no como el otro día (por suerte el camarero nos dijo: «Hola!» — «Toma la carta» — «Bebida?»)

He ido ya unas cuatro veces a este local. Es uno de esos locales que no te dan buena pinta desde fuera, pero que al entrar, sentarte, hablar con la dueña y, sobre todo, probar la comida, la cosa cambia.
Es totalmente cierto que he visto un deterioro de la imagen y del servicio en los últimos tiempos, pero es igual de cierto que la comida sigue estando igual de buena.
El cordero con ciruelas es espectacular. Los cuscús como los que puedes probar en la misma Marruecos. El pan está riquísimo. El falafel igual. En general, casi todo está rico, pero si me dejas darte un consejo, déjate aconsejar. Que te expliquen lo que tienen, que te expliquen cómo lo cocinan, que te expliquen lo que lleva y, sólo entonces, decide.
El menú es abundante. Nada exagerado, pero según lo que pidas, es copioso. Si me permites hacerte una recomendación, para no pasarte, para acabar bien por cada pareja puedes pedir, o bien un entrante y dos platos, o bien dos entrantes y un plato para compartir. No puedes perderte el té moruno con dulces que te ponen al final, así que deja un poco de espacio en el estómago.
El servicio siempre es de lo más atento. Es un negocio familiar y se nota en el propio trato. Siempre con una sonrisa y super atentos, como si fueras su invitado.
Como nota negativa diré que si vas en grupo de más de 6 personas, la comida tarda bastante, llega por etapas, y entre el primero al que le llega el plato y el último, puede pasar más de media hora. Además de que no se aclaran mucho para tomar nota en esa cantidad de gente. Pero bueno, solamente es si vas con mucha gente.
Cuando sales del sitio bien cenado y contento te dices a ti mismo: «Si es que a la gente le da por ir a un sitio y por no ir a otros sin razón aparente», y es cierto. Este sitio podría estar de moda, pero como a la gente no le da por ir, pues nada, olvidaíto ahí que está.

Bendita sea la recomendación –sea boca a boca o pantalla a pantalla– porque bien verdad es eso de que, sin ella, lugares tan dignos como éste pasarían desapercibidos a nuestra prejuiciosa atención. Quizá no soy objetiva porque no he estado nunca en Marruecos y cualquier cosa algo picantilla me emociona, pero lo que aquí probé unido a la simpatía del matrimonio que lo prepara y sirve me supo realmente a gloria.
Como suele pasar, pedir unos cuantos platos para hacer la degustación de honor es siempre la mejor opción. Un poco de hummus, unos pinchos morunos, ¡cuidado con la salsa roja para las gargantas delicadas que parece pisto pero pica como mil demonios!, y la estrella: ese cuscús caldoso y hasta arriba de garbanzo y hortalizas, recordándonos humeante de dónde viene la ascendencia cultural de nuestra abuela por mucho que alguno reniegue.
Ella te cuenta cómo prepara todo; él es todo detalle, pues te pregunta si te gusta el canal de la tele o prefieres que cambie –tampoco hay gran variedad: Bricomanía o la Britney Spears del Ganges venga el retorcimiento– y, lo que más bonito me pareció, ante mi cara de pocos amigos por una discusión que bien poco tenía que ver con la comida, me ofreció dulces de almendra con miel, aun habiendo pedido ya la cuenta. Sí es cierto que quizá nunca debimos pedir ese té, demasiada hierbabuena para el paladar ya relajado después de tanto manjar, pero por el resto, y por una cuenta sorprendentemente barata, ¡cinco estrellacas!

Mi primera experiencia en un restaurante de estas características, y tengo que decir que me pareció una comida realmente deliciosa. A simple vista no habría sido un sitio donde yo hubiese entrado a comer, ya que lo primero que ves, la fachada, no inspira un arrebato de ganas de entrar, sino de pasar de largo. Pero como íbamos guiados por alguien que ya había comido allí, dejamos de lado esa primera impresión y nos sentamos a probar sus platos.
Tayin de pollo, humus, cus cus de pollo, falafel… nada de esto había probado nunca y me encantó. Para terminar, unos dulces de almendras con miel y un té riquísimo.
Los entrantes vinieron rápido y bien elaborados, pero los platos principales vinieron mucho más lentos, y llegó a haber más de un cuarto de hora entre la primera persona servida y la última.
En la televisión se repetía una y otra vez los mismos vídeos de bailarinas árabes, lo que resultó un poco tedioso, ya que eran 4 o 5 vídeos de hace un montón de años repitiéndose durante un par de horas…
Dejando aparte estos dos detalles, el primero esperemos que circunstancial, y el segundo soportable, la comida es suficiente motivo para acercarse a Zakaria y degustar sus platos.

Mi kebab favorito a este lado del río se distingue del resto por un toque femenino.
Cuando pido, ni estoy seguro de lo que hay ni sé si queda claro lo que quiero; a qué le llaman pita y a qué bocadillo. Da igual, aquí manda Mina y me prepara lo que le apetece, que suele ser un kebab atiborrado de los ingredientes que ella decida; el resultado siempre es riquísimo.
Ella también decide que un día, mientras esperas el pedido, te tomes un batido cuyo nombre no recuerdo pero su sabrosura sí; o decide obsequiarte con jugosas olivas negras si cenas tu kebab allí. Un día llegó a decirme: «Bocadillo no, que no tenéis hambre; os saco unas degustaciones», y falafel, humus, baba goulash y más delicias desfilaron por la mesa.
Yo, por supuesto, siempre acato lo que mande. Ella sabe lo que quiero, a veces mejor que yo mismo.

No se dejen llevar por el –en mi humilde opinión– horripilante rótulo que preside este local: el Zakaria no es el mejor marroquí de Valencia, pero es un sitio digno con una RCP (relación calidad precio, para los no iniciados) más que buena.
Con Mina, una marroquí de Rabat a cargo de los fogones, hay garantía de que la cocina del Zakaria es 100% marroquí. Según mi experiencia, además del inevitable y sabroso cordero, es relevante la finura con que tratan los platos con carne de corral (pollo y gallina) y lo delicioso del cuscús. Si quieren probar éste último plato, sepan que los viernes siempre está en el menú.
Finalmente, destacar que se puede rematar la comida con tortas de miel y un embriagador té con hierbabuena.

El Zakaria es uno de esos restaurantes a los que siemprevuelvo. Comida Marroquí de excelente calidad a muy buen precio y la familia que lo lleva es encantadora. Mi plato preferido es el cordero con ciruelas
que me vuelve loco. Por supuesto tampoco hay que perderse el Cuscus, el Tabulé o los pinchos. Y para después una buena infusión acompañada de las pastas típicas hacen que termines la cena de manera inmejorable. Me encanta la decoración del lugar ya que sin salir
de Valencia hace que me sienta en pleno Marrakesh. Aquí no encontrarás parafernalias ni comida «estilo“sino auténtica comida Marroquí en un ambiente muy acogedor.