Sushi Cru

Actualizo mi reseña para hablar de un menú de mediodía que me zampé hace dos semanas y que resultó rico pero no tanto como esperaba. Lo que más me gustó fue el curry de lentejas, curiosamente, y por eso es por lo que le bajo una estrella al local, porque en un lugar en el que esperas un sushi estupendo, pues como que fue lo que menos me gustó. No estaba mal, pero para el menú bajan mucho el listón. Yo además, que lo pedí vegetal porque estoy embarazada, me aburrí de comer aguacate y nos pusieron unos makis con queso Philadelphia, algo que no puedo soportar ¿arroz de sushi con queso? no puedo, lo siento. Jamás lo vi en Japón cuando estuve (aunque sí sushi de babas de caracol) y no entiendo por qué aquí está tan de moda entre los japos occidentalizados, es una mezcla que no me entra.
Por lo demás, un precio que no han elevado (10’50 con una bebida), si bien no incluye postre, y una atención agradable y eficiente. La ensalada de algas siempre entra bien, que fue el segundo plato, y acabamos saciados y contentos. Pero la verdad es que siempre había recordado un sushi delicioso y en esta ocasión no me quedé con ese regustillo. De cantidad, pues 10 piezas está muy bien, pero a mi parecer deberían innovar un pelín más en el menú del día y quitar las bolsitas de inari (arroz con tofu dulce fritas), que a casi nadie le gustan, por cierto.

Antes de acudir a este local había leído que tienen una clientela fiel pero sé ve que ya no tienen ganas de captar a más clientes porque nos trataron, básicamente, como basura.
El problema fue por la tipa que nos sirvió ya que la comida en sí estuvo correcta pero bueno, tampoco nada fuera de este mundo.
Hablemos del espécimen que nos atendió. En un establecimiento de estas características hubiera esperado alguien que se cuidara más con respecto a su imagen, parecía una indigente. También hubiera esperado a alguien con buenos modales, por lo menos los básicos, carecía de cualquier; nos hablaba como si fuéramos tontos y la mayoría de las veces sin dirigirse a nosotros.
Yo no sé que problema tenía con nosotros, quizá pueda ser porque estábamos hablando en inglés y pensaría que éramos solo unos turistas (aunque tampoco lo entiendo porque cuando le hablaba a ella, lo hacía en español y aunque quizá no lo domine tanto como el inglés tampoco se nota…) o era racista, que por las pintas que tenía es bastante probable.
Al final de la comida (pedimos el menú del día por 12 €) le pregunté si entraba el postre y me soltó: «no te parece poco lo que ya entra en el menú». Pues no, hija, no. Con tan solo decirnos que no, le habríamos preguntado por la carta de postres (yo sin postre, es como no comer) pero con esa actitud de «yo soy superior a vosotros» me dejó con mal sabor de boca y solo quería pagar (aunque no merecieron mi dinero) e irme de allí. Pedimos la cuenta dos veces y cuando por fin llegó, nos tiró el papel a la mesa y no la volvimos a ver. Un detalle interesante fue que con las demás mesas les daban un bote de chuches con la cuenta pero a nosotros solo nos llegó, y por suerte, el miserable trozo de papel.
Salí de ahí con un cabreo que flipas y nunca he vuelto y no pienso darle otro oportunidad tampoco!

Se trata de un local pequeñito con una oferta en platos japoneses bastante variada (principalmente sushi pero podéis encontrar otras especialidades niponas). Con sus aciertos y sus fallos (como muchos de los locales de sushi de calidad que están surgiendo últimamente por la ciudad) no llega a ser el mejor de Valencia pero diría que está en el top 5.
La variedad en pescados es buena (a parte de los omnipresentes salmón y atún rojo). Las combinaciones propuestas para los futomakis y uramakis (makis en general) son bastante acertadas y resultan sabrosas. La primera impresión al ver los «enrollados» que pedimos, siendo sincero, no fue buena: tenían aspecto de estar mal montados, no parecían esas piezas de sushi en forma de cilindro perfecto sino que daba la sensación de que si soplabas iban a desmontarse (podéis verlo en una de mis fotos). Y efectivamente, esa falta de cohesión (o de maña a la hora de prensarlos o de «pegajosidad» en el arroz, qué se yo) hace que por mucho arte que tengas con los palillos acabes irremediablemente con una sopa de arroz en tu cuenco de soja. No obstante, si consigues llevarte una pieza a la boca sin perder la mitad por el camino, te das cuenta de que el aspecto no hace justicia al sabor.
El sashimi no lo recomiendo. No porque sea malo, sino porque de un sashimi esperas algo más que un lomo de pescado crudo cortado en lonchas. Esperas un sabor intenso, degustar un producto fresco de calidad, y el atún que nos sirvieron (quizá tuvimos mala suerte) no estaba en sus mejores días. El salmón igualmente no tenía el corte tan hermoso que tiene en otros locales de la ciudad. Además el pulpo (sí, nos sirvieron pulpo) no es algo que esperas encontrar en tu sashimi.
Por último el postre. Me parece raro que con lo cuidadamente nipona que es la carta (llena de términos japoneses que nadie entiende y sin un solo plato que no proceda del país del sol naciente), los postres sean: tiramisú, coulant de chocolate, compota de manzana y helados. Bueno, y me dejo uno que es el único de inspiración japonesa y que es simplemente… exquisito! Se trata de una masa gomosa a base de arroz, rellena de una especie de crema de té verde, donde todo combina de maravilla. La verdad es que es una lástima no recordar su nombre…

La comida está rica, aunque no deja de ser un japonés normal. El menú de mediodía es bastante completo y sólo cuesta doce euros. El local es muy pequeño y no tiene terraza.

Un local muy pequeñito y aparentemente alejado del resto de la oferta gastronómica de la zona. Tiene tres mesas dentro, una pequeña fuera y un par de asientos en la barra, y aún así no estaba lleno. La carta es bastante extensa a pesar del tamaño del local y, a pesar de no haberme resultado todo tan bueno como en otros restaurantes japoneses a los que he ido, sí creo poder decir que es el mejor ejemplo de esta cocina hecho por un español que he probado.
Para compartir pedimos unos maki de atún y salmón que, entiendo que por comodidad del propio cocinero, tenían el atún pegado al alga en vez de estar completamente rodeado de arroz. No tengo claro si esto es bueno o malo, pero sí que es más fácil de hacer. También pedimos unos nigiri de anguila (flipante) y de huevas de salmón (que no se quejó). De platos principales pedimos unos soba (tallarines) de ternera y otros de pollo; los de ternera estaban buenos sin ser exquisitos, y los de pollo no eran soba al uso, sino un pad thai (con cacahuete en vez de soja) muy suavito; es decir, que estaban buenos pero no era lo esperado.
Como nota de color, con la cuenta te traen un bote enorme de chucherías para que te autogestiones la hiperglucemia, y además permiten entrar perros bien educados, cosa que me agrada mucho y me permitió jugar con una bien maja.

Me lo recomendó el profesor de japonés de un amigo hace muchos años y aunque ahora está reformado y ha cambiado un poco la imagen industrial del principio, sigue gustándome.
Soy bastante aficionado al sushi y aunque he ido probando otros restaurantes de nuestra ciudad, siempre, como un caballo y su querencia por llegar al redil, vuelvo a este pequeño local, con no más de 5 mesas y su pequeña barra, que aunque difícil de conseguir mesa, nunca deja de sorprenderme.
Me gusta su ambiente relajado, la cerveza Saporo bien fría, me gustan sus cristaleras y poderlas abrir en verano, me gusta el trato desenfadado del personal, su carta y el tarro de gominolas que traen cuando sacan la cuenta para endulzar el momento, aunque la verdad es que no es caro.
Preparan sushi para llevar a casa, aunque prefiero comerlo allí y disfrutar del momento.

Resulta dificilísimo conseguir mesa el fin de semana (se puede reservar) y les resulta más que complicado ubicar a grupos de más de cinco o seis personas, debido a las pequeñas dimensiones del local y aunque tienen una pequeña barra de servicio adherida al mostrador; puedes pedir también para llevar (pero suma media hora larga al plazo que te digan, pues la cocina parece abrumarse en cuanto se les llenan las mesas).
Cuando el tiempo acompaña puedes comer en la calle, en el pequeño e improvisado conjunto de mesas altas en esta esquina (ya poco concurrida) de la zona centro de El Carme, aunque es un rincón muy demandado.
La atención es un poco titubeante y tiene un poco del ensimismamiento oriental, por decirlo de alguna manera, aunque el servicio de cocina es dinámico y observa una preparación cuidadosa.
Los precios algo variables, según lo que pidas (hay especialidades privativas) así como la satisfacción generalizada del estómago (sale muy bien pedir, por ejemplo, temakis: los cucuruchos de alga nori rellena), porque comienza a ser característico en el barrio, en cuanto a sushi bares se refiere, que un estómago satisfecho va a proporción de una crecidita.

La primera vez que probé sushi, fue en este restaurante. Fue todo un descubrimiento para mí, desde entonces no he parado de probar restaurante japoneses pero ninguno igual como «sushi cru».
Fueron muy pioneros al montar este tipo de restaurante, en aquella época y con personal local para preparar el complicado sushi.
Me atrevería a decir que fueron los primeros en servir sushi en el centro y que poco a poco han ido enamorando a su clientela con su buen servicio y preparación. Además este tipo de cocina suele ser bastante cara y aquí por unos 18 euros aproximadamente, puedes cenar bastante bien.
Lo del sake ya es otro cantar y es que ese licor de arroz, no puedo aguantarlo, soy más de tea.
¡ Arigatô sushi cru!

Muy pequeño pero el trato es bueno y la comida también. Precio razonable.