El Niño

Bocadillos recién hechos, en el pan que tu quieras y que incluso puedes comerte allí, esa es una de las cosas que podría destacar de esta tienda situada muy cerquita del real de la Feria de Abril.
Muchos son los alumnos de institutos o colegios cercanos que van hasta allí cada mañana para desayunar, al igual que hacen los vecinos del barrio o los trabajadores de la zona.
Los viernes su puerta se pone hasta arriba de personas que van a tomarse un botellín al concluir su jornada laboral, porque en todos los trabajos se fuma, y un respiro nunca viene mal.

Los primeros días, cuando salía del trabajo, a las tres, estaba hambrienta nivel «meto ese ladrillo de la calle entre un trozo de pan y me lo como». El atasco hasta mi casa se me hacía eterno. Un coche. Otro. Otro. Otro.
Horrible.
Pero descubrí El Niño y fue mi salvación. A parte del pan, los paquetes de patatas y demás, tiene bocadillos. No bocadillos embalados y preparados el día anterior, no. Bocadillos de lo que tú quieras hechos en el momento en que tú lo pidas. Que quieres juntar mortadela y salchichón, porque aunque los demás te digan que es asqueroso a ti te gusta, lo pides. Que prefieres jamón y caña de lomo, pese a que sabes que es un sacrilegio unir los dos sabores, lo pides. En bollo, en baguette, en viena.
Un buen bocata. Lleno. Gordo. De los que al dar un bocado se te atraganta y te cuesta trabajo tragar pero al siguiente sigues comiéndolo con la misma ansiedad. Exactamente eso.
Maravilloso.