Siempre he sido más carnívoro, pero cada día que pasa me gusta más el pescado, al menos cuando voy a comer a un buen restaurante. Siempre y cuando se trate de un sitio donde lo tengan fresco, prefiero pedirlo porque es más ligero y te permite no salir hasta arriba si al plato principal le has sumado unos buenos entrantes, el postre y una respetable cantidad de vino. Mi favorito, sin ninguna duda, es el bacalo, por eso un día en el que había algo importante que celebrar decidí ir a conocer este Baco de la calle Francos. En primer lugar, debe destacarse que se ubica en un emplazamiento privilegiado, a unos pasos de la Giralda y en la hermosa casa sevillana que dio cobijo, en parte, a los históricos Almacenes Peyre(hoy Centro Comercial del mismo nombre). Tiene una agradable terraza exterior y algunos salones muy bonitos de curiosa techumbre y azulejería, pero a nosotros nos ubicaron en el patio techado de entrada, presidido por una graciosa fuente con una estatua en bronce. Para compartir, pedimos un revuelto de trigueros y jamón y una fritura de bacalao variada, integrada por una pieza para cada comensal. Hay carne y otros pescados, pero venir aquí y no comer bacalao es casi un pecado; lo cocinan de todas las formas posibles que os podáis imaginar. Tras muchas dudas, creo recordar que el elegido fue el lomo de bacalao Santa Catalina, una buena pieza acompañada de una suave y riquísima salsa de atún y mariscos. Mi acompañante optó por unas cocochas que también estaban«pa reventá de buenas». Como todo restaurante de cierto nivel, no es barato, si bien tampoco tan caro como otros menos recomendables. Merece la pena conocerlo; al menos en lo suyo, lo bordan.