ZJ

Uno de esos bares de la vieja escuela, con mucha clase y unos pinchos que hacen que te caigas de espaldas. Abierto las 24 horas (excepto la noche del domingo al lunes), es refugio de crápulas, vividores, noctámbulos y demás hijos de la noche, que se acogen a sagrado cada noche en este bar mítico para desembolsar un pastizal en comida de primera (qué tortilla de patatas por Dios, y qué pinchos de solomillo) y copas servidas como manda el manual. Tiene dos plantas, la de arriba siendo como un saloncito de meriendas de abuelas, y una terraza muy agradable en plena calle Serrano. Lo mejor: acabar la fiesta a las 5 de la mañana e ir a desayunarte unas empanadillas (magistrales) a ZJ. Circulan bastantes leyendas oscuras sobre el sitio, lo que le dan un halo más mágico aún. No es raro ver coches de policía en la puerta, pero no están de redada, sino picando algo al terminar el servicio. Comida y bebida de primera a precios de platino envuelto en azafrán. Lo vale, sí, pero hay que estar dispuesto a pagarlo.