He entrado en varias ocasiones a esta tienda de mobiliario vintage de la plaza del General Vara del Rey. Es cierto que han proliferado muchísimo este tipo de tiendas en el entorno del Rastro(sin llegar a ser la plaga de las de Barcelona) y cada mes hay una nueva. Quizá está tienda pasaría por ser una más entre todas, pero destaca por algo, bueno a mi me gusta por algo, y este algo es lo agradables que son los dueños. Quizá sin vas durante el domingo en horas de rastro, no te vas a percatar, porque ellos estarán mucho mas ocupados, a la tienda no para de entrar gente. Pero si ves algo que te llama la atención es mejor que te vayas entre semana, porque podrás hablar tranquilamente con la dueña/o(suelen estar ambos) y te contará un poquito la historia del mueble, sillón, mesa, cenicero que quieras comprar. A mi de esta tienda me pierden los ceniceros y centros que tienen de cristal casi todos de los años setenta… bueno y el seiscientos! Los precios están superajustados así que no te molestes en pedir una rebaja!
Francisco R.
Classificação do local: 5 Madrid
La Recova es uno de esos cada vez más frecuentes espacios de renovación de El Rastro. Y bienvenido sea porque, si bien es cierto que aplaudo esta corriente de actualización de almonedas en las que no huele a humedad y puedes observar los objetos sin temer por tu integridad física al mover alguno –sin que se te caiga otro encima-, la verdad es que muchas de ellas se han subido a la parra de lo absurdamente caro. Sin embargo, La Recova no es así. Llevaba tiempo buscando esa butaca-butacón-sillón tapizado en verde botella que necesitaba sí o sí en mi salón y, lástima, había visto alguno que no bajaba de los 500 euros. Vamos, una locura. Así cuando entré a a La Recova por la mera curiosidad de ver qué tenían no esperaba salir con mi esperado sillón bajo el brazo –bueno, sobre la cabeza y la espalda en realidad porque fue como lo transporté-. Por un muy pero que mucho menor precio del que me había acostumbrado a ver en otras almonedas modernas y rastreras –del Rastro entiéndase– salí con una pieza de mobiliario barata, bonita, reciclada y por supuesto, carente de un nombre impronunciable. La chica que lo lleva es más que maja, conoce su producto y lo vende con cariño, te habla de tú a tú, sin las barbillas subidas de quien se conoce sabio en la materia del«vintage» y la decoración. Y oye, no veas lo cómodo que es y lo bien que queda en mi salón.