Hablar de Horcher es hablar de uno de los restaurantes que conforman la santísima trinidad de la restauración madrileña, a saber: Horcher, Jockey y Zalacaín. Abierto desde los años 40 y fundado por una familia alemana del mismo nombre, Horcher ha mantenido hasta hoy el estatus de elegancia máxima y excelencia gastronómica. Con una carta de lo más variada que incluye entrantes tan sorprendentes como apetitosos(véase la anguila o el cangrejo blando), maravillosos pescados y carnes deliciosas, el cúlmen llega en la temporada de caza, donde Horcher despliega su mejor arma. Sobra decir que la carta de vinos está a la altura de las circunstancias. Imprescindible ir arreglado si se pretende uno sentar en sus magníficos salones decorados con lujo centroeuropeo, y ser atendido por maitre y camareros que le hacen sentir a uno como si fuera el archiduque Franz Ferdinand. Si vas, no puedes dejar de pedir el steak tartar, excepcional, y la joya de la casa: su célebre postre«baumkuchen», literalmente«pastel de árbol», que nada en salsa de chocolate y crema chantilly, y hará que se te salten las lágrimas. Uno de esos sitios a los que hay que ir al menos una vez en la vida. Y si se tiene la solvencia suficiente, siempre que se pueda.