ESBARDOS es un restaurante asturiano de cocina de mercado, ubicado en la parte alta del Barrio de Salamanca, de los mismos dueños que El Oso, cuenta con un sol de la Guía Repsol. Interesante barra a la entrada con mesas altas donde se pueden pedir medias raciones de casi todos los platos de la carta. A continuación un bonito comedor de unas 12 mesas, amplias y bien distribuidas, y al fondo un reservado. Día fresquito en Madrid y ganas de cuchara. Tras un aperitivo de una especie de pastel de queso suave que no estaba nada mal. Cuatro personas, pedimos, todo a compartir, — Fabada asturiana, servida en una sopera con el compango aparte. Presumen de que las fabes son de cosecha propia y lo cierto es que estaban espectaculares, tiernas y mantecosas. El caldo totalmente desgrasado y la calidad de las carnes del compango, hace que estemos ante una de las mejores fabadas que se pueden comer en la Capital. — Manitas. Servidas dehuesadas, en una salsa al estilo de los callos a la madrileña, acompañadas de patatas fritas. Fuertes de sabor y un poco pesadas. — Carne gobernada. Que es carne de ternera guisada en una salsa de vino blanco, fibrosa y un poco seca. Servida con guarnición de patatas fritas. Muy normalita. — Fritos de pixin. Trocitos de rape rebozado, servidos con verduritas al vapor. El pescado con un sabor un poco plano. Tampoco nos entusiasmó. — Para la niña, un escalope bastante bueno, carne tierna con un rebozado perfecto y nada grasiento. Se lo comió enterito, no se le hizo bola, buena señal. De postre un helado casero de chocolate a la naranja y vainilla para compartir, servido en una tulipa de barquillo, digestivo, muy rico. Carta de vinos amplia, con bastantes referencias, de la que escogimos un Rioja Allende crianza, uno de nuestros vinos preferidos, que se portó de maravilla. Servicio atento y eficaz, a excepción del maitre, un poco sieso. Como no le hicimos mucho caso a la hora de pedir, parece que no le sentó muy bien y no nos volvió a dirigir la palabra. Salimos a unos 30 euros por cabeza. Volveremos a probar más platos de cuchara, como las verdinas o el pote asturiano, a ver si están igual de buenos que la fabada.