En plena milla de oro de los restaurantes de Madrid, siempre se exige lo mejor, y generalmente es un reto que muy pocos pueden superar. Lo mejor del 14 Rosas es la impresionante atención de los camareros a todos los detalles y una ambientación seductora. Una acogedora barra te recibe nada más entrar, perfecta para esperar al resto de comensales que llegan un poco tarde. El salón es espacioso, con la iluminación y decoración en el borde de lo moderno y lo extremadamente elegante, me encanto. Los camareros son atentos, agradables, y en todo momento te hacen sentir cómodo y relajado. Ante este panorama solo falta el detalle que lo haría un sitio perfecto: la comida, pero, me temo que es el punto flojo. Nos decidimos por un ceviche de entrante, una carrillera ibérica sobre puré de patatas, y rape con púlpitos de principales, y un bizcocho de naranja y zanahoria de postre. La presentación de los platos y las cantidades eran perfectas, pero la preparación muy lejos del nivel de restaurante que te esperas. No estaban malos, pero el rape estaba demasiado hecho, por lo que resultaba duro y seco, y la carillera ibérica totalmente insípida y falta de expresión. Del postre ni hablo, por que fue la mayor decepción, un bizcocho tirando a mal hecho, demasiado frió, combinado con un helado de mango que lo destrozaba aun más… he comido postres en menús de 9 euros mucho mejor preparados. Siento no poder recomendarlo y eso que repito, en pocos sitios puedes disfrutar de una atención tan buena y profesional por parte de los metres y camareros.