We hade the six-course tasting menu with the paired wine menu. Before the six menu courses, we were served seven amuse bouche. As this is one of the newest additions to the top-line restaurants in Stockholm, and it had received good reviews by the local papers, and given the extraordinary price(6700SEK for two people, including a glass of champagne and the tip), we had quite high expectations. We were not disappointed, but neither were we favorably surprised. The food was nicely prepared, the service was attentive but not pretentious, the wines were good, and there was nothing wrong with the ambiance. All in all, no complaints. Except the perfectly disproportionate price, which could only be justified by a rather stupefyingly exceptional experience. And such an experience failed to materialize. So, in conclusion, we will not return. But, to be fair, I feel that very few of the top restaurants can motivate their prices. I had the same feeling after dining in the Stockholm restaurants Frantzén/Lindeberg, Mistral and Esperanto. Mathias Dahlgren and Lux left me with a better feeling, but I cannot honestly tell whether that was due to the provided experience or to my own attitude at the time.
Lolo R.
Classificação do local: 5 Madrid
Las ocasiones especiales merecen lugares(y celebraciones) especiales. Así que de vez en cuando no está de más rascarse un poco el bolsillo y tirar la casa por la ventana, que para eso uno trabaja duro. Si luego no puedes disfrutar del dinero en un rato de asueto, y sentirte un rey por un día, ¿de qué te sirve? Vaya por delante que este primer párrafo, más que una justificación, es una afirmación en la que he creído siempre. Ahorrar y darse un capricho, y hacerlo a veces a lo grande, no tiene nada de malo. Y si eres alguien que disfruta(y mucho) con la comida, no hay nada como hacerlo en un restaurante como este. Por cierto, que ya que estamos: las fotos hacen poca justicia a las delicias que comimos en el Oaxen Krog. Como buen restaurante de postín, había dos problemas fundamentales: el primero, que la iluminación es tenue, para que puedas disfrutar de la comida en la medida de lo posible en un ambiente de lo más íntimo. El segundo, que el simple hecho de estar en un restaurante de estas características, con un camarero que está constantemente pendiente de ti, no se presta a hacer fotos con el móvil, ni a utilizar el flash. Hice un par de ellas porque lo mío es deformación profesional. Por lo demás, simplemente siéntate, ponte esa servilleta que probablemente cuesta más que tu mantelería entera en el regazo y disfruta del recorrido. Porque de eso va el asunto. Empezaré por hablar del local. El Oaxen tiene dos partes: Slip y Krog. El primero es el bistró, bastante animado, más asequible y en el que es más fácil conseguir una reserva. El segundo, por su parte, tiene una capacidad reducida, hay que solicitar mesa con muchísima antelación(dos meses me costó a mí, y aun así estuve en la lista de espera hasta que –por fortuna– quedó una mesa libre) y la comida que se sirve allí son las creaciones de Magnus Ek y Agneta Green, dos auténticos maestros de la cocina. Anteriormente, ambos regentaban el restaurante Oaxen en una de las islas del archipiélago cercano a Estocolmo, pero que ahora han comenzado esta especie de spin off en el centro de la ciudad(imagino que cansados de que algunas de las grandes guías, tipo Michelín, no les hicieran ni caso por estar demasiado alejados). Magnus ha sido reconocido, eso sí, en varias ocasiones como uno de los mejores chefs suecos. Y no me extraña. Desde que te sientas en el Oaxen, el vaivén de platos es constante. Lo primero que te ofrecen es un vaso de champán, y después empieza una especie de locura en forma de aperitivos que parece que no va a acabar nunca, y cada uno, si cabe, más excelente que el anterior. Después de la ristra de aperitivos, que te habrán ayudado a abrir el apetito, el camarero se acercará a preguntarte si has echado un ojo al menú, y si quieres el menú de seis o de diez platos. Yo tengo un problema con la comida: una vez leo el menú, me apetece todo. Así que optamos por el de diez, pero he de decir que terminamos llenísimos. Quizá en una segunda visita optaría por el menú de seis. Aun así, no me arrepiento. Eso sí: es absurdo que describa la comida, no llegaría a ser capaz de explicar, ni poniendo todo mi empeño, una décima parte de lo impresionante y lo riquísimo que estaba. Diré, eso sí, que el corazón de ternera cocinado(en la mesa) con grasa de buey estaba espectacular, y el helado de rubilla es, simplemente, algo que recordaré el resto de mi vida.