Las braguetas siempre me han parecido uno de los inventos más extraños. Lo intuyo, pero nunca he entendido bien a bien cómo funciona ese artefacto que sella nuestras chamarras, bolsas, botas. Todos los zippers tienen algo tiene de seductor y de carcelario. Llámenme tonto pero siempre me ha parecido uno de los mecanismos más útiles, misteriosos y frágiles. Porque un buen día vas caminando por la calle y de pronto tu mochila ya no cierra o el estuche de tu guitarra se vence y la deja caer sobre el suelo con estrépito. Hace todavía un mes tenía decenas de prendas y estuches sin usar por esa razón sencilla: su «cierre» había dejado de funcionar y me sentía incapaz de repararlo por mi cuenta. Entonces encontré este lugar: Cierres el Cubano se llama, aunque generalmente atiende un mexicano de bigote ranchero. El local está hecho para surtir a todos los talleres de costura de las calles aledañas y vende al menudeo y al mayoreo cierres de todos los tamaños y tipos.