Una amiga se pasó un año en Japón para trabajar haciéndose la flamenca en la recreación española de un parque temático(sí, así de surrealista era la cosa). De vez en cuando enviaba fotos de su estancia: no penséis en los fotorreportajes de noches de farra propios de Erasmus; ella usaba su cámara para descubrir una cultura que le era nueva. La gente, las casas, las comidas, los paisajes, el metro; lo rural y lo urbano, lo tradicional y lo moderno. Mi amiga tiene una sensibilidad enorme y la cámara funcionaba en sus manos como un sentido más. El talento nace y se hace, así que algo tendrían que ver sus estudios en el Espai d’Art Fotogràfic, la escuela de referencia en este ámbito en Valencia. Conceden un Diploma por dos años de estudios y tienen abundantes cursos intensivos para sacarle punta a la cámara(en estos momentos, uno de moda y otro de fotografía nocturna y panorámica). Además, su edificio cuenta con un estupendo espacio expositivo; la aventura japonesa de mi amiga ocupó sus paredes durante un tiempo. Era un intercambio justo: el Espai le había enseñado a abrir el ojo de la cámara, y a cambio ella les enseñaba todo un mundo.