Un Patio en Santa Cruz

No he pernoctado aquí, lo confieso, pero sí le procuré alojamiento a un amigo que me dijo: Pablo, búscame un sitio donde quedarme, que sea céntrico, por el barrio de Santa Cruz o así, que no sea muy caro, ni tampoco sea una pensioncilla. Con estas pautas, me lancé al barriodesantacruz en su búsqueda y captura. Y a la primera, este hotel dos estrellas me encandiló y me convenció.
Que, ¿qué me convenció? La blancura y la luz. Porque no te lo esperas. Al estar en una calle estrecha y ser estrecha también la entrada al hotel, te esperas un lugar, no sé, estrecho y algo oscuro. Pero entras y, en lo que era el patio de una casa del XVIII, todo se hace luz, y blanco nuclear: suelo blanco marmóreo, paredes blancas inmaculadas sin apenas decoración, puertas blancas y blanco blanquísimo el mostrador de recepción.
Y en recepción, me recepcionó una amable chica que me puso al tanto de cómo eran las habitaciones y qué comodidades iba a encontrar mi amigo: aire acondicionado, baño propio, doble acristalamiento, etc. Me enseñó una habitación, blanca, muy blanca, nívea, minimalista, confortable y reconfortante. Y con wifi gratis, mira tú.
Lo que me enamoró ya del todo fue la azotea, convertida en blanca terraza de uso común con mesitas y sillitas -¿de qué color eran estas mesas y sillas y el caballo blanco de Santiago?- y rebautizada ahora como terraza panorámica, donde disfruté con mi amigo del cielo, la giralda y la catedral sevillanas, junto a unas rubias, ricas y frescas… cervecitas.