Este era el quiosco más cerca de la facultad en la que yo estudié, en la antigua Fábrica de Tabacos. Ahora ha vuelto ha haber cafetería pero cuando yo terminé me había chupado por lo menos tres años de universidad sin cafetería y te aseguro que cuando no se tiene, se echa de menos. El traslado de la facultad de derecho a su actual ubicación se llevó consigo a las tías buenas y a la cafetería. En aquellos duros años, teníamos que apañárnoslas en los alrededores del mamotrético edificio, para comprar lo que fuese. La cafetería de la universidad tenía hasta máquina de tabaco en sus últimos días. Nos dejaron en bragas, pero menos mal que estaba este quiosco, en el que siempre hay guiris entre mezclados con el habitual grupo de taxistas que allí espera negocio. Ahora, los obreros que trabajan en la rehabilitación del lujoso Hotel Alfonso XII se amontonan junto a este quiosco mientras ven pasar la faldas. Sigo parando por allí porque me cae junto a la boca de metro que utilizo todas las mañanas, cuando me quedé sin tabaco la noche anterior ya se donde puedo comprarlo por la mañana temprano, en este quiosco que me ha visto durante todos estos años de mi juventud temprana.