Plaza de la Alfalfa

Particularmente no de mis plazas preferidas, y a nivel turístico no considero que tenga ningún encanto especial, más allá de que en Semana Santa transitan por aquí varias hermandades y es un lugar amplio en el que poder verlas, al menos en la distancia. Para mí es tan solo una zona de paso, si bien, a nivel local, es cierto que siempre está repleta de gente y de niños jugando, entiendo que vecinos del barrio. En la misma también hay algunos bares, para mí ninguno de ellos especialmente destacable.
No obstante, hay numerosas calles que desembocan en ella, algunas con cierto atractivo.
Una de las mismas, la calle Pérez Galdós, cuenta con diversos locales para el ocio nocturno, por lo que en ciertas épocas del año te encuentras a numerosos jóvenes disfrutando en la calle de sus bebidas.
Otra de estas calles, la calle Alcaicería, tiene su encanto dada su estrechez y algunos antiguos locales que en ella se encuentran, si bien ya apenas quedan un par de ellos. Así está la Antigua Casa Rodríguez, un angosto local que es la tienda de capirotes más antigua de la ciudad, con casi doscientos años de antigüedad, y en la que, cuando se acerca la semana santa, se forman numerosas colas en su entrada de sevillanos para adquirir su capirote para dicho año. Y la sombrerería Antonio García, también con más de 150 años de antigüedad, y en la que se pueden adquirir sombreros de todo tipo y artículos de guarnicionería.

Para mí la Plaza de la Alfalfa es recuerdos y alegría. Los recuerdos de cuando mi abuelo y mis padres me llevaban a ver el mercado de animales y claro, cual chiquillo pues flipaba con perros, gatos, pajarillos y tortugas entre otros.
Obviamente la plaza ha cambiado mucho a lo largo de estos años pero muchas de sus señas de identidad se mantienen, sobre todo algunos de los bares más míticos de sus alrededores y la alegría que desprende. Pases a la hora que pases (siempre que no sea infierno en Mordor) hay gente sentada y niños jugando. Además como está enclavada junto a otros puntos estratégicos de la ciudad es un no parar de gente.
Además la Alfalfa es el Chiringuito de la calle Huelva, el Sopa de Ganso de la calle Pérez Galdós, la Tabernita de la calle Águilas y tantos otros lugares, como el Berlín, que están ahí tan a mano y que hacen que uno pase tan buenos ratos.

Sin duda una de mis plazas preferidas, no sólo por su enclave, cercana a otras plazas memorables de la ciudad, sino por estar al lado de múltiples locales nocturnos, por lo que es ideal si quieres cenar o tapear por las múltiples abacerías, bares de barrio, bares de tapas o incluso restaurantes, y luego tomar algo de tranqui por la zona, la cual te gustará si frecuentas La Alameda.
Sí es verdad que la plaza ha cambiado mucho a lo largo de la historia, aunque para mí sí ha mantenido su encanto para niños, en el pasado con su feria semanal de animales, donde muchas familias acudían a verla y ahora raro es el día que no encuentras a niños jugando a la pelota.
En cuanto a su estética, recientemente ha incorporado mobiliario urbano nuevo, con bancos y farolas mucho más modernas, las cuales han sido controvertidas, aunque pienso que no están mal por aunar pasado y presente en un mismo espacio.
Por último y acorde con estas fechas, en Semana Santa también es un lugar de encuentro, puesto que muchas son la cofradías que por allí se dan paso…
¡Sin duda un sitio con mucho encanto e historia, del cual puedes disfrutar sea cual sea el día del año!

La Plaza de la Alfalfa es uno de los entornos más conocidos de Sevilla, no sólo por su histórico pasado, sino también por su presente. Aquí se concentraban diversos edificios públicos de tiempos romanos, al ser este punto el cruce de las dos vías principales de la ciudad y constituirse alrededor de las mismas su foro.
Su nombre, por el que ha sido conocida popularmente a pesar de que su denominación ha cambiado con el paso de los años, viene de principios del siglo XIX, cuando se derribó el antiguo matadero de la ciudad y se amplió el mercado de forrajes cercano hasta ocupar este espacio. A mitad de este mismo siglo, la Plaza de la Alfalfa pasó a albergar también un mercado de animales que, con el paso de los años, se fue empequeñeciendo hasta desaparecer en 2005 de forma definitiva.
Hoy en día, esta plaza reúné a su alrededor cafeterías, bares, restaurantes, heladerías, supermercados y comercios de todo tipo, siendo un lugar muy transitado y visitado no sólo por los propios sevillanos, sino también por los turistas que acuden a la ciudad. Su estupenda ubicación, a dos pasos de la Plaza Nueva, la Plaza de la Encarnación y varias calles muy comerciales de Sevilla, dotan a esta zona de mucha vida durante el día. Y, en realidad, también por la noche, ya que la plaza es lugar de reunión habitual de cientos de jóvenes que suelen acudir a los bares y pubs de las cercanas Cuesta del Rosario y calle Pérez Galdós.

Por algunos de mis comentarios anteriores, muchos sabréis ya que vivo en la Alfalfa. Es algo que, como casi todos los que habitamos este trozo de ciudad, gusto de reivindicar con frecuencia. Quede claro que no lo hago por el privilegio de vivir en una zona en la que muchos sevillanos desearían hacerlo, ya que considero que cada barrio, cada rincón de nuestra Sevilla, por alejado del casco antiguo que se encuentre, tiene su propio encanto; sino por el simple hecho de que vivir en este entorno es hacerlo en el primer retazo de Sevilla que existió y quizás en el pueblo más cercano a la misma. La Alfalfa y la Costanilla Alta fueron la zona más elevada de Híspalis, aquella ciudad primitiva en la que, sobre las aguas, comenzó a construirse el germen de lo que hoy es Sevilla. Por ello, como escribe el dermatólogo Ismael Yebra en su libro «Sevilla vista desde la Alfalfa», este ha sido un lugar testigo privilegiado de la historia de la ciudad, puede que por ese misterioso atractivo que la gran mayoría de hijos de esta tierra sentimos por la Plaza y su habitat cercano, sin más encanto que el de su constante vida, su alegría…
No hay nada más allá de esos dos factores: el peso de la historia y la alegría de sus gentes y sus comercios. La plaza de la Alfalfa no es estéticamente atractiva. Acaso se salva una casa particular en la esquina con la calle San Juan, último vestigio de lo que debió ser la arquitectura de la zona; el resto son edificios, unos más modernos que otros, pero sin personalidad ninguna. Sin embargo, nada falta en apenas unos metros: la cafetería, el puesto de periódicos, el de flores, la farmacia, los bares, la calentería, la tienda de telefonía, el supermercado, el banco, la heladería, la tienda de desavíos… Podréis decirme que todo barrio tiene eso y más, pero ¿cuántos en un espacio tan reducido?
Si por sus terrazas y su constante fluir de gente que está, va o viene la Alfalfa es un poco de todos, esto se intensifica en Semana Santa. La Plaza y sus calles adyacentes se convierten en lugar de tránsito, tanto a la ida como a la vuelta, de muchas cofradía; hay días como el Martes Santo en que se erige en el punto conflictivo de la jornada por la notable acumulación de personas. La Alfalfa pertenece a la feligresía de San Isidoro y tiene una hermandad propia, paradójicamente de las serias: la de las Tres Caídas, que sale en la tarde del Viernes Santo. Sin embargo, la Patrona es la Virgen de la Salud, titular de la hermandad de Gloria del mismo nombre y procesionada el segundo domingo de mayo.
Hoy, fruto del proyecto «Piel Sensible» –nombre absurdo donde los haya– del incompetente gobierno municipal que sufrimos hasta hace unos meses, la Alfalfa es peatonal y muy distinta a lo que era hace solo unos años. Debe reconocerse que, pese a las incomodidades que nos ocasiona a los vecinos, la peatonalización de esta Plaza ha sido un acierto. Me encanta ver lo que antes era un enorme aparcamiento y un constante transitar de vehículos lleno de niños que juegan a la caída de la tarde, dando de este modo aún más vida a este espacio con su griterío y con sus risas. Eso no quita para que se hubiese podido hacer un diseño mucho más apropiado al entorno, donde no pegan ni por asomo esos bancos, esos arriates llenos de ratoncillos y esas horribles farolas ducha. Tocará esperar a una próxima y seguro que aún lejana reurbanización para que este lugar privilegiado de Sevilla logre recuperar, al menos en parte, la identidad perdida a lo largo de las últimas décadas.