Paqui y Manolo

Antes que los pajaritos digan ni pí, o mejor aún, antes de que algunos pájaros que yo me sé piensen en irse a dormir, Manolo ya está en el Merca –Mercasevilla, para los no iniciados-​, seleccionando la fruta que va a vender ese día en su frutería. Estamos hablando de las 3 ó 4 de la madrugada.
Ya en Bami, prepara su frutería con la alegría que caracteriza a los que como él aman su trabajo. Porque, aunque él no me lo ha dicho, Manolo ama su trabajo, disfruta haciendo lo que hace, éso se ve. Y prepara con tal disposición y de tal manera su tenderete a la puerta del local dejando un estrecho pasillo de naranjas, patatas, tomates, mandarinas, plátanos, manzanas, melocotones…, del que no puedes salir sin llevarte algo a casa –pagándolo, claro está-​.
Sin ningún título de marketing, Manolo fideliza a sus clientes tratando de hacerles la vida más fácil: «Me encantan los pimientos asados, pero por no pelarlos no los compro…» Manolo y Paqui, su mujer, te los asan y pelan y empaquetan; «Todos los días me tomaría una sopita juliana, pero por no picar todos los ingredientes…» Paqui y Manolo pican todos los ingredientes por ti; «¡Qué me gusta la tagarnina, pero…» Manolo y Paqui te preparan un saco de tagarnina si hace falta…
Quien piense que todas las fruterías son iguales, está equivocado. Las frutas toman el carácter de quien las vende. Estoy convencido. Y como la fruta, todo.