Palosanto

He de reconocer que al principio no era de mis sitios preferidos para el desayuno, pero tras varias vueltas y probaturas por otros quizá este sea de los más prácticos y económicos.
A la mitad de calle Rivero está el local. Combina mesas altas y bajas y alguna aún más baja sentándote en sofá, como si estuvieras en tu casa. Siempre he optado por desayunar allí, aunque tiene una carta de tapas de andar por casa y ofrece copas en la sobremesa. Aunque su punto fuerte son los desayunos, quizá cuando más gente haya en el local. Tienen una carta de tostadas (foto por ahí subida) que combinan también con algún que otro dulce.
El personal es amable, atento y te suelen atender rápido y bien. Si eres asiduo, salvo que quieras innovar se acuerdan de tus preferencias, preguntando siempre.
El punto negativo del local es que cuando suben las temperaturas, llega verano hace demasiado calor en el interior y por ello se ven obligados a cerrar.
Pero me reitero, para desayunar económico y bien, pásense y prueben.

Einfach, aber gut. Preislich mehr als fair, da wir für 2 grosse Tostados (mit Tomate und mit Jamon Serrano), Cortado und nen Café con Leiche gerade mal 4,90 € zahlten.
Draussen habs ein paar Sitzplätze in der kleinen Seitenstraße. Schnukliges, etwas alternatives Café mit freundlichchem Service.
Der Kuchen in der Auslage sah auch gut aus.

No voy a ser menos, también le pongo 4 estrellas. Al igual que las dos primeras «reseñadoras», conocí este sitio cuando se llamaba 4B. Coincido que entre tanto bullicio y ajetreo, el Palosanto es un remanso de paz. Es un refugio perfecto para huir de las dos serpientes humanas en las que se convierten, tanto la calle Cuna, como la calle Sierpes.
He ido muchas veces, sobre todo para tomar un café, siempre un café. Como oficina improvisada es magnífica. Sobre todo si coges el sofá que, entonces habrás triunfado.
Los desayunos están muy bien, y además, tienen alguna oferta más que interesante. Además, tienen una vitrina con pastelería diversa, tampoco los he pedido nunca, aunque tienen buena pinta.
En conclusión, es un sitio donde he ido, donde voy y donde seguiré yendo.
Buon Appetito.

Era mi sitio preferido de desayunos cuando trabajaba por allí. Los chicos son súper amables y siempre tienen una palabra agradable que ofrecerte. Tienes ofertillas con desayunos completos y lo mejor de lo mejor es que las tostadas de jamón son de jamón bueno.
Los precios son buenos para estar donde están. También sirven cervezas, refrescos y dulces varios, por lo que es un rincón útil para cualquier hora del día (menos la comida claro).
Lo más guay es encontrarte utensilios antiguos y una estantería llena de libros. ¿El mejor sitio? ¡El sofá!

La primera vez que entré en esta cafetería fue un día de compras, de esos en los que tu tarjeta de crédito tiene bulimia y no para de potar y potar y potar tickets…
Teníà la boca seca y tenía muchas ganas de tomarme algo fresquito y descansar fumándome un cigarro y contando cuánto dinero me habñia ahorrado con las ofertas y las rebajas de mis amadas y queridas recién compradas prendas…
Sorpresa de mi cuando me encontré en un bar super tranquilo, algo casi impensable entre tanto ajetreo en el centro, y más aún en plenas rebajas primaverales. Además la decoración es bastante divertida (el color naranja está por todos lados) y alguna que otra vez tiene exposiciones de artistas menores (aunque sus cuadros y proyectos sean mayores…) He visto geniales exposiciones en el 4B, mi cafetería de paso y descanso siempre que voy de compras, una de las mejores fue de una artista arquitecta que se hace llamar Siluvene. ¡Precioso!
Otro gran punto a su favor. No sé por qué, pero te da por hablar con la gente cuando estás en este bar, Y eso que yo odio las típicas conversaciones con desconocidos de sala de espera. Pero creo que aquí sólo va gente como yo. Perdidos que buscan tranquilidad entre tanto ajetreo.
Un gustazo de sitio sin ser para nada especial. Supongo que eso es lo que lo hace especial…

El 4B está en una bocacalle de la calle Cuna y de donde trabajaba.
Solíamos ir yo y mi compañera Pilar a desayunar y a comer las veces que teníamos que volver volando al curro. Siempre decíamos que no estaba nada mal el sitio por su tranquilidad, por su café y porque a las horas que íbamos no estaba nunca lleno (sobre las 10:00 y las 15:00 h.). Cosa rara porque la calle Cuna está repleto de comercios con sus consiguientes trabajadores.

Aunque no lo tuviéramos como lugar fetiche, desde el primer momento el propietario nos trató como si fuéramos todos los días sin faltar –quiero señalar que además de negocios en Cuna, también hay muchos bares y que te cuiden como cliente siempre gusta–

Yo siempre he tenido el desayuno como comida preferida del día por lo que me gusta desayunar bien. Con una buena tostada –no con una corteza raquítica-​, un buen café –siempre miro que no sea Delta– y zumo. Aquí lo encontraba y el camarero me preguntaba aquello de «¿lo de siempre?» y siempre acertaba.

Ahora que no lo tengo, lo hecho de menos. Es decir, que cuando iba no me fijé en ese detalle –sí, fui una cliente desastrosa cuando me gustaba el sitio-​, me fijaba más en las exposiciones eventuales que siguen haciendo de artistas locales y desconocidos. Una propuesta a mi parecer muy solidaria y una muestra de compañerismo con otros oficios que no es el suyo propio. Vamos a ver, sé que no todo es altruismo y que así consiguen ganar personalidad en la decoración. Pero es algo recíproco, o sea decoración para uno y promoción para otro.
Un detalle que otros podrían pero no tienen, como el de cuidar a todo que traspasa su puerta.