Mariscal

Tras haber leido diferentes opiniones sobre el gastrobar Mariscal decidi ir a probarlo este fin de semana y sacar mi propia conclusion. Pues bien, una vez probado deciros que no esta del todo mal aunque tengo que reconocer que esperaba algo mas. Los platos los vi algo escasos en cuanto a cantidad, al menos algunos de ellos. La calidad variaba tambien entre unos y otros. El personal correcto y amable en todo momento. En mi opinion bajaria algo los precios

Tesoro escondido… esta es, en mi opinión, una de las definiciones en pocas palabras más acertadas de este bar y es que, si no llega a ser por Nuria V., que se animó a invitarnos a todos a conocer su barrio, me quedo sin conocer este bar.
Tras un par de visitas a este local, me animo a escribir una reseña sobre él porque creo que hay que animar a todos a que vengáis a conocerlo!
Nada más llegar, llama la atención la decoración minimalista y moderna del local, que contrasta con el tipo de negocios de tipo más tradicional que tiene a su alrededor. Su carta tiene un surtido bastante interesante de tapas que combinan la cocina tradicional con la moderna.
La primera vez que fui, puede probar unas croquetas de prngá que estaban fuera de carta y me encantaron. Además también he probado otros platos como el kebap de pollo, el tartar de atún que viene originalmente presentado sobre un serrucho, el rissoto, las gyozas que están realmente crujientes y en su punto o el lingote de foie con pan de especias que está muy sabroso y con el toque dulce justo. En realidad, no sabría con cual tapa quedarme porque he probado otras muchas que ni siquiera he mencionado en la reseña y que sin duda, repetiría así que lo mejor es que vayas y lo pruebes tu mismo!
Por último, me gustaría señalar que tienen los postres de Manu Jara y una selección de vinos bastante interesante.

«¿Y esto estaba aquí? Nada que envidiarle a los más distinguidos garitos del centro» Esa fue la despedida de mi querido marido cuando abandonábamos Mariscal después de una excelente experiencia gastronómica. Había leído infinidad de veces las reseñas «yelpers» sobre este establecimiento situado a pocos pasos de mi casa pero no había encontrado la ocasión para tirarme a la piscina y probarlo. Reconozco que tenía prejuicios, pensé que sería un «quiero y no puedo». Algo tipo «voy de gourmet y te cobro una pasta estando en un barrio obrero». Pero NO, Mariscal es un 5 estrellas por muchísimos motivos. Comencemos:
Atención al cliente. Muy muy muy cuidada. Hasta el mínimo detalle: presentación de los platos, decoración, interacción con la camarera (que casi formó parte de la experiencia), plato de presentación de postres (maldita sea, consiguió que se me antojaran todos), selección y recomendación de vinos…
Carta. Concisa y clara. Al grano. Y, oh si, con dos o tres platos aptos para vegetarianos. Yo iba antojada de las croquetas de setas y aceite de trufa y una lagrimilla cayó por mi rostro al no verlas en la carta pero ¡oh, sorpresa! las tenían fuera de carta. Están sobresalientes, no dejéis de probarlas. Luego también le metí mano a los fideos yakisoba, increíblemente buenos. Eso si, la próxima vez les pido que me lo hagan sin pescado para que el disfrute sea completo (esta vez lo adoptó uno de mis amigos). Volviendo a los fuera de carta parece que causaron furor entre mis acompañantes. El bocadillo de calamares completamente negro con su tinta de calamar y todo les encantó. Así como las lagrimitas de presa y los chipirones fritos en salsa de queso. Los platos iban y venían a cada cuál presentado de una manera más original. Soy absolutamente fan, por ejemplo, de cómo presentan la salsa que acompaña a las croquetas.
Y, señores, llegó el momento de los postres. Ahí, presentados en sus latitas pero mostrados en todo su esplendor en un platito. Mientras la camarera nos los anunciaba no podíamos reprimir un «ese pa mí». Me los comí tan rápido que no reparé en los nombres pero creo recordar un brownie, una tarta 3 o 4 chocolates, otra tarta con galleta y algo tipo tiramisú que no alcanzo a recordar. Pero, oye, todos deliciosos. Tanto que pusieron a prueba nuestra amistad, los 4 comensales nos disputábamos las latitas o vasitos dulces con frases de falsa cortesía como «no, quédatelo tú» o «¿quieres probar un poco?».
Lo sorprendente es que cuando fue el momento de pagar no tuvimos que quedarnos a fregar los platos. Sin quedarnos con hambre, puesto que comimos todo lo que nos apeteció. Así que desde luego, en este momento me proclamo embajadora del Mariscal y mientras lo sigan haciendo así de bien va a ser parada obligada con todas mis amistades y cuantas visitas pasen por Rochelambert.

Llevaba tiempo queriendo venir a este sitio y no pude el día del Evento Comunidad así que hoy me he acercado.
El sitio me ha gustado, aunque el interior me parece algo ruidoso a pesar de no estar completamente lleno.
Hemos tomado foie, aunque no el lingote que me habían recomendado, muy rico; carrillada con puré de patatas servida en una copa de martini, súper rico y original y el serranito. Todo por recomendación y muy bueno.
Además tienen variedad de postre. Hemos tomado ‘brownie’ (era un vasito con centro de bizcocho y nueces, crema y una capa de chocolate) que estaba impresionante y otro vasito Con crema de yogurt, una capa de fruta de la pasión y fresa.
La atención ha sido buena y con la cuenta nos han traído dos chupitos en pipetas, un detalle muy tonto pero que siempre se agradece y no todos tienen.
Quizá el miniproblemilla es que no está en un lugar de paso ni en el que suela moverme pero, por lo demás, estupendo.

Pocas veces antes había pasado por esta zona de Sevilla, así que cuando me dijeron que había un bar «gourmet» en Rochelambert me despertó la curiosidad. Gracias a la iniciativa de una Unilocaler de la zona pude venir el otro día. Probamos varias cosas, todas ellas ricas. Recuerdo que los boquerones fritos estaban buenos aunque se desmenuzaban al cogerlos. Y el serranito en pan de tomate muy sabroso, pero que entraba dentro de la palma de una mano. Eso sí, la mayonesa de huevo frito muy buena.
Se pidieron cosas para compartir, como unas bravas que no picaban, un lingote de foie que no me hizo mucho chiste, unos chipirones con crema agria, y sin duda, lo mejor la noche: unas gyozas con salsa agridulce muy ricas.
Eso sí, me pareció caro. No se me terminó de quitar el hambre y la cena salió por 15 euros por persona. Probablemente sea una de las mejores alternativas por la zona, especialmente porque cierran la cocina algo más tarde que los demás, según me contó uno que vive encima del bar :)

Con motivo del evento comunidad #mibarriomola, la estimada vecina Nuria V. se encargó de mostrar el que puede ser el bar más moderno de la zona. No sólo por la decoración minimalista, colores neutros y madera, sino la variedad de tapa-​platos que abarcan desde clásicos como patatas bravas, ensaladilla y carrillada (muy original presentada) así como platos asiáticos. Decidimos compartir croquetas de setas al aceite de trufa, de morcilla con cebolla, ambas muy buenas. Bueno, y casi media carta, probando bocado de todas al final XD. Todo realmente exquisito que podéis observar en las fotos adjuntas.
Interesante apuesta de vinos, un servicio bueno y rápido.
Por poner un pero, coincido con varios de los que allí nos hemos dado cita, en que para que la experiencia fuera redonda, con ello las cinco estrellas, los postres debían ser caseros. No es que estuvieran malos, sino que subcontratar su adquisición a ‘más que postres’ hace que el colofón a un almuerzo o cena merma la satisfacción global; si tienen buena mano en la elaboración de salados en dulces seguro que también.
Sin duda, será un lugar a tener en cuenta para futuras ocasiones. Otro punto a favor es estar junto a una parada de metro y parece que no hay problemas de aparcamiento.

2° evento #MiBarrioMolade la mano de Nuria V. en Mariscal. A priori un poco escondido y desubicado, ya que no piensas que en un barrio como el Cerro, barrio añejo y obrero; encuentres una cocina tan elaborada y exquisita.
Un detalle a destacar fue el jarrillo de barro para la cerveza, el cual la conservaba fría hasta el último trago. Además, las damas pidieron Novio Perfecto; un vino blanco, que según me comentan, estaba muy bueno y frío.
Para compartir pedimos una patatas bravas (con un tomate sabroso que me recordó a los guisos con tomste que hacìa mi abuela), unos chipirones con crema de queso (delicia de crema), lingote de foie y boquerones fritos al limón. Me encantó la presentación de este último plato en un mini carrito de la compra!
De forma individual, pedí para compartir con mi pareja una ensalada César (con pollo un pelín picante), carrillada (en copa de martini) y un serranito (espectacular con un pan de tomate y pimiento, y una mayonesa de HUEVO FRITO!!) Además, para los Unilocalers hambrientos pedimos croquetas de setas, gyosas y costillitas sin hueso. Y para el remate final, unos postres: panacota con fresas y fruta de la pasión, y una crema con tocinillo de cielo… Repetiré!!

Mariscal es un bar de barrio con comida sofisticada. Todo esta increíble y a cada persona que llevo, siempre repite!
Muy buen servicio con camareros muy agradables!
No puedes dejar de pasar por este sitio alguna vez, te aseguro que repetiras!

Ha sido un duro día de trabajo y vas en el coche pensando en cenar algo ligero y acostarte pronto. –«Me comería un serranito”– piensas mientras aparcas el coche. Es tarde y no te apetece cocinar, pero los bares de la zona ya están cerrando. Al llegar a casa ves el Mariscal abierto, vives encima. Dudas mucho que vayan a tener serranitos, su carta es demasiado «elegante» para tener serranitos, pero hay que probar. Y pruebas. Y flipas. Flipas con el serranito con pan de tomate y pimiento, presa ibérica, jabón ibérico y mayonesa de huevo frito.
Si cuando Dios mandó a su único hijo a la Tierra en forma de ser humano, hubiera decidido que prefería mandarlo en forma de serranito, Jesucristo habría sido este serranito. ¡El puñetero serranito sagrado! Creo que comérmelo me ha limpiado todos los pecados.

La primera vez que puse pie en este bar pensé que dónde me había metido. Estaban reformando el local, había poco espacio y todo era algo caótico. pero en el momento que vi la carta que había escrita en la pared me di cuenta de que mi primera impresión me estaba engañando. De este primer encuentro recuerdo una papada a baja temperatura (que nos recomendó el camarero) que era sencillamente espectacular. También unas croquetas de queso y cebolla caramelizada para chuparse los dedos. Probamos una tapa que creo que eran chocos con salsa de quesos que ni fu ni fa.
Hace unos meses volví a ir, ya con el sitio reformado y mucho más espacio. La cerveza te la ponen en una jarrita de barro bien fría. De esta vez recuerdo las croquetas de morcilla y cebolla, muy ricas, el serranito que los otros comensales calificaron de rico (yo no soy muy fan de los serranitos)… Pero lo mejor fue la Chapanaca o Pachamaca o algo así, una carne desmenuzada con espuma de patatas y salsa… espectacular.
Lo único a mejorar es la variedad y calidad de postres, que pasan desapercibidos.
Atención y trato estupendo, muy buenas recomendaciones y para terminar te invitan a un chupito.
Volveré en cuanto pueda.

Un bar tremendamente bueno y en el barrio! No lo conocía, y llegue por recomendación de mi hermana.
Antiguamente era el típico bar de barrio pero con tapas «modernas» y el verano pasado lo reformaron. Ahora esta más acorde con el tipo de comida que ponen. Tiene mesas dentro y también fuera. Y en invierno ponen un toldo por si queréis estar fuera que no paseis mucho frío.
La cerveza la sirven bien fría, y en vaso de barro. Muy recomendable «el novio perfecto» que es vino blanco, y en caso de gustarte el tinto tienes «fulanito».
El servicio es muy bueno, dejate recomendar y pregunta siempre por las tapas fuera de carta, que siempre hay alguna.
El rissotto de este sitio es espectacular. También el miniserranito (pan con virutas de tomate, solomillo, jamón y mayonesa de huevo frito) chocos con salsa de queso, minihamburguesa, tataki de atun.
En ocasiones especiales tienen sushi.
En definitiva, dejate llevar y pide lo que te apetezca, porque esta todo buenisimo.

Toda la vida en el barrio y yo sin conocer este sitio!
Llegué extrañada al oír las recomendaciones del amigo con el que fui… Cómo iba a ser tan bueno el sitio y no lo sabía?
Pero sí, es aún mejor! Tapas riquísimas y muy variadas y «modernas» para el barrio.
Y el trato del personal muy agradable!
Hemos degustado: risotto de espinacas, Chipirones fritos en salsa de queso, tataki de atún y milhoja de berenjena, y todo riquísimo!
Volveré a probar el resto de la carta :)

Un bar con una carta muy atractiva, dan ganas de probar todos sus platos. Llegas andando y sales rodando… no, en serio, muy recomendable. Si vas repites seguro.

Fuimos porque nos llevo un amigo y fue un gran acierto! la comida estaba exquisita y los postres ya ni hablemos. el personal es excelente. el precio es adecuado a lo que ofrecen.
El únio pero del restaurante es quizás la ubicación. Aún asi, pensamos repetir muy a menudo. Muy recomendado

Descubrí ese sitio por mi hermana que es clienta habitual. Sitio pequeño con mesas fuera donde puede degustar una variedad de tapas exquisitas. Y nada menos que en Rochelambert.
Risotto exquisito, Ventresca espectacular, costillitas sabrosísimas son sólo un ejemplo de lo que puedes encontrar allí.
La relación calidad-​precio es genial.
Por cierto, los postres para pecar.

Encontré este bar mirando por Facebook y la verdad es que tras pasar por él fue una grata sorpresa.
Pequeño pero con mesas fuera, el local no indica la calidad de los platos que sirven, teniendo una carta no muy extensa pero si muy rica y con unas combinaciones perfectas. Ademas, el precio esta muy bien tanto de las tapas como de los platos como de la cerveza, y el servicio también esta muy bien.
Pienso volver y recomendar a mis amigos.

El bar Mariscal es el lugar que ha llevado la cocina creativa o nueva cocina nada más y nada menos que al barrio de Rochelambert. A mí me alegra mucho que estas cosas sucedan también en los barrios y no sólo en el centro, especialmente porque al encontrarse con un público menos experto en este tipo de lides gastronómicas o con menor poder adquisitivo, los propietarios del bar han ajustado los precios para que sean asequibles.
Volcán de salmorejo con virutas de ibérico, milhojas de atún con confitura de pimientos, carrillada ibérica con crema de patatas… mmm con sólo recordarlo se me hace la boca agua. Ya sabéis como va esto: se coge la tradición, se le da la vuelta y se le pone imaginación y saber culinario. Por el resultado, merece la pena enormemente coger el metro o el coche y acercarse a El Mariscal. Ah! se me olvidaba, también hacen unos postres buenísimos.