La Vega

La Vega ofrece «comida de madre» a precios increiblemente baratos. Probablemente por eso, y mira que soy fan de los lugares que ofrecen tapas baratas, no sea yo muy seguidora de La Vega, y con esto puedo crearme varios enemigos.
Llevan recomendándome ir a La Vega, años. Supongo que esa fue otra de las razonez por las que me sentí un poco desinflada cuando fui allí a almorzar.
Es innegable que la comida es casera total, y la ensaladilla, la tortilla y la carne con tomate son platos que estan muy buenos, pero me puede más el que el bar sea tan pequeño, haga calor, cutre, tenga un baño horroroso, los camareros parece que no se han cambiado de camisa desde aproximadamente cuando limpiaron el suelo la última vez, los platos son los típicos estos blancos de piso de playa…
No es que yo sea ahora la tía más chic de la ciudad, pero estoy convencida de que La Vega no es para tanto y que la Alameda tiene bares que por el mismo precio pueden ofrecerte más o menos lo mismo.
Estoy preparada para las pedradas, adelante…¡ay!

Tardé mucho tiempo en ir a este sitio. Mi amigo Al. que vive en la Alameda desde hace muchos años (y que cocina poco poco), siempre me decía que iba a un sitio a comer por «dos duros» en la calle Calatrava, y además comida casera, de la que reconforta en ese día de resaca como si te la pusiera tu propia abuela. Yo realmente no le creía, «como iba a existir en esta transitada calle un lugar bueno, bonito y barato que había pasado desapercibido a mi ojo de águila», pensaba yo.
Pues Al. tenía mas razón que un santo, a pesar de la poca amabilidad de sus dueños, los platos que te preparan están hechos con verdadero cariño, y los precios son como los de hace muchos años…El bar es pequeñito y toca apretarse, pero merece la pena.

La Vega es el típico sitio que pasa desapercibido para la mayoría de los asiduos a la Alameda, porque no está dentro del circuito de sitios moderno del que últimamente nos avasallan.
Pienso, y siento decir que creo no equivocarme en esto, es el sitio más auténtico de la zona. Un verdadero «bar de viejo», con la misma decoración desde el día que se abrió, que si no me equivoco tuvo que ser allá por los primero años de los 90.
Un matrimonio, que no se cruzan ni una palabra, regentan este bar.
Están todo el día detrás de la barra, como mi abuelo diría «de sol a sol».
Él lee el periódico o cualquier revista, mira la tele y atiende, mientras ella pela patatas, espárragos y cocina.
La carta: a mano con lo que ese día esté en los fogones.
El precio: ridículo (hace unos años más barato aún).
Tipo de cocina: la de tu madre, o en el mejor de los casos la de tu abuela.
Religión: platos con condimento, como diría Arguiñano.
Enemigos: la cocina moderna y el minimalismo.
No se caracterizan por: la simpatía
Su fuerte: que volverás sin haber tenido que ser especialmente gentiles y agradecidos contigo (el camarero no sólo no le habla a su señora, tampoco lo hace con los clientes)
Yo vivo en esa misma calle y muchas veces paso, le pido que me hagan algo, y me subo a casa
El pollo al ajillo y las albóndigas son «capitán general».
pd1. ni tienen ni piensan tener horario fijo, pero aseguro que está abierto todo el día y cubren el espectro horario en el que se tiene hambre.
pd2. venden bolsas de hielo a 1’30.