Isla de la Cartuja

La Cartuja debe su nombre al antiguo Monasterio de Santa María de las Cuevas, de la orden de los cartujos.
Por suerte, se sigue conservando el, ahora llamado, Monasterio de la Cartuja, que alberga tanto el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo como diversos conciertos, actividades o festivales.
Pero la Cartuja, hoy día, es mucho más que eso. Para la EXPO 92 se construyeron muchos edificios para albergar los pabellones y otra serie de infraestructuras, pero tras ésta, la zona sufrió un declive tras ser desmantelados algunos edificios y destruidos muchos otros. Por suerte, con el paso de los años muchos de estos sitios se han ido poniendo en valor, siendo algunas de las señas de «La Cartuja» la bola de la EXPO, el antiguo Pabellón de Europa o el antiguo Pabellón de Marruecos. Muchas empresas e incluso la administración pública hace actualmente uso de muchos de estos antiguos pabellones y de nuevos edificios construidos tras la EXPO.
Otros espacios imprescindibles hoy día en la Cartuja son el parque temático «Isla Mágica», el auditorio Rocío Jurado, diversas facultades de la Universidad de Sevilla, el Teatro Central, el estadio Olímpico y la conexión con el Parque del Alamillo, uno de los grandes pulmones de la ciudad. En su límite con Triana, está situado el único rascacielos de Sevilla, la Torre Sevilla, también conocida como Torre Pelli por el apellido de su arquitecto. Finalmente, destacar también que el mercadillo de «El Charco de la Pava» se celebra también aquí, en la zona posterior (opuesta al centro de la ciudad) de la Cartuja.
Para mí, la «Isla de la Cartuja», además de mi zona de trabajo es una zona de la ciudad que merece la pena visitar, ya sea para conocer el legado de la EXPO 92 (hay una asociación dedicada a divulgar este legado), o para hacer uso de los diversos espacios que ofrece. Es cierto que, de noche, algunas zonas pueden dar un poco de «yuyu», sobre todo por el poco tránsito de gente, pero zonas como el Monasterio de la Cartuja debería ser visita obligada para los turistas de la ciudad.
Está conectada con el resto de la ciudad por diversos puentes (Alamillo, Barqueta, y pasarela de Cartuja), y se puede llegar bien en autobús o en la recientemente «reinaugurada» estación de cercanías, aunque la frecuencia de trenes es baja, y está un poco alejada del núcleo principal de la Cartuja.

Para mi la Isla de la Cartuja es uno de mis lugares favoritos de la ciudad. Y creo que principalmente fue porque aquí hice mi carrera universitaria. Me sirvió de escenario para muchos trabajos, también para tardes inolvidables de ocio con amigas, y porque tanto edificio moderno junto a tantas zonas verde, me encanta.
Yo no pude conocer la Isla durante la Expo de 1992, porque aún no vivía en Sevilla, pero estoy convencida de que si ahora este lugar es destacado y precioso, en su momento habrá sido puro lujo.
Lo peor de todo es que no hay muchos negocios, ni bares. Sólo hay edificios de oficinas, o centros de enseñanza.Además, los bares son pocos y te tienes que conformar con los que hay si no quieres desplazarte. Por suerte está bien comunicada con el transporte público, ya sea bus o tres, y también en bici puedes llegar.
Si vienes a visitar la ciudad, no puede dejar de conocer la Isla de la Cartuja. Es un lugar emblemático por el que debes pasear. ¡Muy recomendable!

Como recuerdo de la Expo quedan edificios representativos de algunos países, ahora es una zona con mucha vida por las mañanas debido a las oficinas, bares,… Lo peor es el aparcamiento y que algunos puntos están bastante desatendidos: nacen hierbas y plantas entre las baldosas, pérgolas oxidadas, fuentes sucias…

Un lugar maravilloso cerca del núcleo urbano de Sevilla, lleno de espacios amplios, edificios, momentos y restos de la expo del 92″.
Lo que no entiendo como este lugar tan valioso este tan descuidado, los parques están abandonados, las calles muchas están llenas de baches y suciedad por norma general.
Lo que yo llamo el Queens de Sevilla podría estar mucho mejor aprovechado, hay muchos edificios abandonados a los que se podría dar salida y fomentar la zona con actividades culturales, museos y zonas de ocio.

Herencia de la Expo 92, en mi opinión la Isla de la Cartuja es un claro ejemplo de espacio aprovechado a medias en Sevilla. Le doy dos estrellas no porque no me guste, sino por la pena que me da ver que un área tan grande y con tantísimo potencial esté así de desaprovechada, cuando podrían hacerse tantas cosas aquí. Lógicamente, entiendo que esto es cuestión de aunar muchos intereses y no es nada fácil, pero aun así…
En fin, quitando reflexiones personales hay que decir que a día de hoy la Isla de la Cartuja es conocida sobre todo por ser un espacio para empresas, centros de investigación, algunas facultades y medios de comunicación, escuelas de negocios, discotecas, el Monasterio de la Cartuja e Isla Mágica (que, por cierto, está en pleno proceso de cambio de imagen…). También encontramos aquí el fantástico Parque del Alamillo y la que probablemente ha sido una de las obras más absurdas y poco rentables que ha emprendido esta ciudad: el Estadio Olímpico.
Puede sonar a mucho, pero sólo hay que darse una vuelta por la Isla de la Cartuja, por sus amplios espacios vacíos, por sus zonas ajardinadas… para darse cuenta de que aquí podríamos tener, por ejemplo, un verdadero campus universitario que dejara en pañales al de Reina Mercedes o Ramón y Cajal. O un verdadero parque empresarial andaluz que fuera más allá de un nombre. Quizás los veamos algún día lejano… quién sabe…

La Isla de la Cartuja, esa zona de Sevilla apartada de la misma, incluso con un código postal totalmente diferente a la sucesión progresiva de la capital (es el 41 092).
Sede de la Expo que se realizó en Sevilla allá por el años 1992, y que actualmente sigue como «parque empresarial», donde se han ubicado diferentes empresas tanto públicas como privadas y facultades.
Es muy recomendable darse un paseo y poder ver los edificios o pabellones que fueron sede de diferentes países en aquel acto tan importante, los cuales algunos son realmente magníficos.
Cuenta con varios jardines y parques, no muy descuidados, aunque para mi gusto, después de la inversión que se tuvo que quedar allí. ya podría hacerse una remodelación de ideas y crear un gran centro cultural, con muchas más infraestructura.
Cuenta con pocos sitios de restauración, a pesar del gran número de personas que trabajan en ella, así como zonas habilitadas (legalmente) para el aparcamiento, y no aparcar más en el carril bici (por ejemplo).
Lo mejor sin duda, es dar un paseo con la bici por allí, puesto que es algo extenso, teniendo precaución en las entradas y salidas, puesto que no todas estarán abiertas fuera del horario de oficinas. en caso de querer/​poder ir un domingo o festivo, se puede entrar por la parte donde se encuentra el Hotel Barceló, y salir por el otro extremo (Torre Pelli), pudiendo tener libertad de movimiento una vez dentro por una de estas dos entradas permanentemente abiertas.
Actualmente, el recinto cuenta con varias estaciones de Sevici, y paras de autobús (líneas C1 y C2), así como algunos aparcamientos para recargar coches eléctricos (para los más modernos jeje).

La Isla de la Cartuja sea probablemente una de las zonas de la ciudad más desaprovechadas. Tras la Expo 92, evento que hizo movilizar por completo a la ciudad y a hacerla renacer, la Isla se ha ido abandonando poco a poco.
Para la Expo se crearon increibles pabellones, de distintos países o distinta temática. Hoy en día muchos de esos increibles edificios han sido destruidos o reformados para ser utilizados como centros de negocios. En la Isla también está Isla Mágica (el Parque de Atracciones de Sevilla), el Monasterio de La Cartuja (base actual del Centro de Arte Contemporáneo), una residencia universitaria, la Facultad de Ingenieros y la Facultad de Comunicación.
Debido a que estudié en la Facultad de Comunicación y que después he trabajado un año en la misma y unos 9 meses en una empresa también afincada en la Cartuja, se puede decir que he pasado allí más tiempo que en mi casa.
Con esta explicación, vuelvo a mi frase inicial. Está completamente desaprovechado. Un terreno tan grande debería haberse aprovechado para crear un maxi campus universitario, llevar allí todas las Facultad y no repartirlas por toda la ciudad, crear distintas residencias universitarias, bibliotecas, comedores e incluso bares y discotecas para así no molestar a los vecinos del centro o de otros barrios de la ciudad por los que se sale.
Pues nada, en vez de eso, se han dedicado a crear kilometros cuadrados muertos en los que sólo hay coches aparacados esperando a que salgan trabajadores de edificios grandes e impersonales y bares donde poder tomar un buen desayuno o un menú baratito.
Aún así, la Isla de la Cartuja aún conserva sitios majestuosos como el Jardín Iberoamericano o el Auditorio Rocío Jurado, donde grandes e importantes grupos celebran conciertos asiduamente.

A pesar de su larga vida, cuando a la mayoría de las personas nos dicen «Isla de la Cartuja» lo que nos viene a la mente es la Expo ’92.
Yo, procedente de un pequeñajo pueblo de Cádiz, no tuve la oportunidad de ver esta exposición universal en su día. Como algún tipo extraño de «compensación» nos llevaron dos años más tarde, en una excursión del colegio, a ver algunas «atracciones» que todavía quedaban. En su mayoría tiendas de souvenirs.
Pero este resto olvidado de lo que tan grande fue, es lo que precisamente me gusta. Es una pena que esté abandonada. Que pabellones que en su día fueron sitios preciosos, hoy estén completamente cubiertos de polvo, tierra y matojos. Pero aún así, tiene su encanto. A mi al menos me lo parece. Una de las primeras cosas que quise hacer en Sevilla al llegar, fue ir a perderme en la Cartuja para hacer fotos. Fotos de lo olvidado, de lo abandonado, de lo estropeado, de lo reutilizado, de lo nuevo, de la convivencia de todo eso en un mismo lugar.
Me parece, sin duda, que es un sitio infravalorado estéticamente. A mi, o será que soy de carácter profundamente nostálgico, me resulta incomparable este sitio donde puedes perderte, esconderte y encontrarte. Me encanta «bichear» por los pabellones cerrados. Profanarlos. Fotografiarlos. Cada uno tiene sus gustos, ¿no?
Encima tuve que pasear por Américo Vespucio obligatoriamente durante 5 años para ir a la Facultad de Comunicación. Ese trayecto digamos que perdió su gracia, pero el resto de la isla, al menos para mí, sigue guardando ese encanto.

Me gusta ver videos de la Expo del 92 y de esa forma ver como ha cambiado la Isla de la Cartuja después de 20 años. Nunca pude ir a esa exposición, no era de Sevilla y mis padres no pudieron llevarnos. En aquel momento desde mi pueblo hasta Sevilla habían tres horas en coche. Como ha cambiado todo, ahora está a menos de una hora.
Recuerdo que la primera vez que supe de la Cartuja fue por mi profesor de Filosofía de instituto cuando le dije que quería estudiar Periodismo. Él me dijo que la facultad la habían colocado allí. En un primer momento pensaba que era un pueblo. Qué iluso.
Cuando entré empecé a recordar aquellas imágenes que se retransmitían por televisión o quedaban reflejadas en las postales que algunos que la habían visitado me enseñaban.
Lo cierto es que todo está muy cambiado. Todo está muy bien utilizado. Me imagino cómo debería haber impactado a los sevillanos toda esa arquitectura tan nueva en aquella época y la construcción de todos esos puentes tan modernos, así como el desvío del río.
A día de hoy la gran mayoría de los pabellones se han reutilizado para albergar servicios públicos, educativos o empresas privadas. También es cierto que gran parte han desaparecido para dar cobijo nuevas construcciones, como el de El Vaticano, protagonista de la explosión fílmica más espectacular en «Nadie conoce a nadie».