Fresa y Nata

Los desayunos más clásicos de la zona. Desde mediados de los 80’s está abierta esta cafetería, regentada por Carlos. Era la única de la zona y tenía mucho éxito con la venta de productos de El Petisú y La Tahona.
Lugar frecuentado por un grupo amplio de vecinos y comerciantes que no faltan nunca a su tradicional desayuno, preparado en tostadora a gas.
Si bien es cierto, que está desaprovechada en las tardes, el dueño ha decidido anteponer con lógica, su vida familiar al negocio.
Cervezas de botellín Cruzcampo y pastelería industrial en su mayoría.
En cuanto a su estilo, muy ochentero (espejos y color rosa).
También puedes comprar bizcochos para hacer brazos de gitano, encargar tartas y mediasnoches para eventos. Al igual que en época de reyes, el tradicional roscón.
Y si tienes que hacer cualquier arreglo, al ser un manitas y tener paciencia, suele solucionarlo.
De tendero a amigo, ¡larga vida!

Recuerdo con especial cariño esta cafetería tan cercana a mis recuerdos universitarios. Yo viví una época casi al lado, en la calle Florencia, y me encantaba pasar cerca y ver la fachada toda en rosita, como si se tratase de la mismísima casa de la pantera rosa. Fue para mí como un icono en mis años de estudiante amparada bajo la capa de las becas del Ministerio.
Era maravilloso pasar todos los días por su escaparate y ver a las Maris de turno tomándose un cafelito con su bollito correspondiente. Porque otra cosa no, pero de repostería siempre han ido bien servidos y merece la pena probar cualquier delicatessen de su mostrador. A mí me encantaban los dulces «albañiles» esos que son de hojaldre con nata y azúcar espolvoreada por encima… Ummm aún se relame mi mente añorando ese sabor.
Algún que otro día fui con algunos compañeros de facultad a degustar sus cafés bien calentitos, mientras veíamos cómo pasaba la gente en un ir y venir inacabable. Y es que con las grandes cristaleras de este bar tenías la diversión asegurada en tu retina.
Yo no sé a la pantera rosa, pero a mí el bar me convence. Quizás sea porque allí se quedaron mis dulces recuerdos de aquellos años de Fresa y nata.

Esta es la cafetería por excelencia de las marujas del barrio. Pero es un gustazo pasarse para saludar a las madres y ver como toman cafelito mientras se quejan de la vida de las mujeres que tienen que cuidar de su casa, de sus hijos, de sus maridos y de sus trabajos. Aunque parezca una tontería, se aprende un montón.
Es una cafetería de toda la vida. De estas que toda la parte de atrás del mostrador tiene espejos. Venden bollería de toda la vida y de la industrial, ponen cafés sin parar, helados, tartas y tiene unos ventanales enormes que hace que la gente que pasee por la calle se entere de la conversación que mantienen las mujeres de la cafetería.
Sí, las mujeres, porque pases a la hora que pases casi siempre está lleno de mujeres…