El Punto 8

El mundo del punto, los bordados y el croché es más extenso de lo que parece. Y, claro, con esto de la globalización, se han organizado hasta clubs. A simple vista podría parecer que aparento menos edad de la que tengo y soy una «señora que» aficionada a hacer punto los domingos, pero nada más lejos de la realidad (bueno, 30 años no son pocos pero eso es temática de otros portales). Las que quedan son chicas de mi edad e incluso más jóvenes a echar la tarde mirando lanas y utensilios en El Punto 8. Por lo visto es la Meca del punto sevillano.
Así que oye, una es curiosa y no se puede perder un sitio tan de referencia cuando está intentando hacer un Bob Esponja con la técnica del «amigurumi» (croché aplicado a hacer muñecos, vamos). No me he atrevido a ir todavía a ninguna de esas quedadas pero si que me he pasado varias veces por la tienda. Y debo decir que es muy bonita, como a mi me gusta un establecimiento. Además, increíblemente es más barata que otras tiendas del sector cuando podría parecer que al ser el sitio de referencia subirían precios. Te atienden impecablemente, cosa que tiene mérito teniendo en cuenta que yo no tengo mucha idea y suelo señalar con el dedo lo que quiero porque no sé los nombres técnicos o le digo «dame hilo para hacer un osito» y cosas así. Esos detalles no tienen precio.

Hay tiendas y comercios que te hacen amar lo que venden por cómo lo venden. Esta es una de ellas. Aunque no tengo ni idea de quien carda la lana, ni de donde es el que inventó el punto filipino, esta es de esas tiendas a las que suelo entrar a curiosear, simplemente, por cómo es el escaparate.
Y es que el escaparate de El Punto 8 es amplio, limpio, llamativo por su simpleza, poco o nada recargado, sin nada especial, sólo lo preciso, un perchero de esos de pie con dos o tres bufandas de lana en vivos colores colgadas en él, y poco más. Bueno, sí. La tienda. Digamos que, toda ella, forma parte del escaparate, porque desde la calle se ve la tienda entera, al desnudo, y paradójicamente, repleta de lana por todas partes.
Yo sólo he cogido agujas de estas de tejer de las largas, más que para jugar con mis hermanos a los espadachines y a los mosqueteros, con los consiguientes gritos por parte de mi madre… ¡qué paciencia tuvo la pobre! Esa es toda mi experiencia con el punto. Bueno, y ese otro tipo de punto que se coge con la cervecita del mediodía, y que no tiene nada que ver con lo que estamos hablando. Ahora estamos con el punto de aguja, el de malla, el de encaje, el de tafetán, el de cadeneta, el de cruz, por encima, qué sé yo la de puntos que hay en este mágico y artesanal mundo de la lana.
‘Nunca es tarde para aprender’, me dijo la amable señora que regenta este grandioso negocio y que me dio el chivatazo de todos esos puntos que me acabo de apuntar. Y, la verdad, es que me lo estoy pensando. Se ve todo tan bonito, y tan fácil de hacer, que lo mismo me da el punto…

Según mi mujer este es el reino de las lanas.
El viernes, de compras por Los Remedios, nos topamos con esta tienda. Llama mucho la atención desde fuera porque toda la fachada en dos grandes escaparates muy luminosos. Mi mujer dijo, «¡Anda, mira, justo lo que estaba buscando… tu hermana Cristina va a alucinar cuando se lo cuente!». A mí la verdad es que me pareció una tienda más, pero como yo no entiendo de estas cosas…
Según ella (no paraba de darme detalles como si estuviera poseída), la tienda está perfectamente organizada y con todo a la vista (es un collage de colores). Todo el material está dispuesto según los tipos de fibras, grosores y colores. «¡Aquí es muy fácil encontrar cualquier cosa! ¡Y además todo con el precio a la vista! «, decía ella entusiasmada.
Me dijo algo de que todo eran marcas buenas como Oso Blanco y no sé qué otros bichos más. ¡Anda, y también dan clases de punto!, exclamó con los ojos casi fuera de sus órbitas. Allí había 5 ó 6 mujeres alrededor de una mesa redonda con sus lanitas, sus agujitas, cotilleando a mansalva… supongo que esa seríà la clase magistral del arte supremo de tejer con lanita.
Bueno, pues eso, que mi mujer a «flipao» con esta tienda «súper mega guay de la muerte mortal».
… Qué simples somos los hombres…