Para seguir la ruta de inauguraciones en el barrio, y seguir con las celebraciones de mi cumpleaños(con días así los años dejan de pesar), fui con mi hijo y otra persona muy especial para mí y que considero parte de mi familia. El caso es que, por segunda vez en menos de un mes, he acudido a este local que ha conseguido ganarse un pequeño hueco en mi corazón y, por supuesto, en mi estómago. El local es bastante coqueto, de dimensiones algo reducidas aunque bien aprovechadas y acompañado por un velador exterior el cual, poco a poco, va siendo cada vez más imprescindible a causa del paulatino crecimiento de su clientela. El mostrador muestra una aceptable variedad de helados, pasteles, golosinas varias y tartas en el aparador, un trozo de mostrador y, en la pared de la zona de camareros, podemos encontrarnos con variedades de café, además de una amplia variedad de chocolates a la taza que causarían tentación al mismísimo diablo. Las dependientas de barra destacan por un trato dulce, amable y profesional, que hacen las delicias del cliente, además de informarte de cualquier duda que tengas en cuanto a dinámica y productos del local. Me hallo en extrema tentación de convertirme en una gran asidua, pero este lugar lo merece.