Arenero

cerrado
update: this bar is closed, there is another bar with other kind of food and another name
este bar ha cerrado, fuí hace un mes y había otro bar en su lugar con otro tipo de comida. me dijeron que ya no estaba el arenero. una tremenda pena

Vine recomendado porque no, no lo habría encontrado ni de broma. Y jo, qué suerte tuve, porque vaya comida rica, vaya sitio agradable y vaya personal maravilloso en todos los sentidos. Porque ese camarero con esa barbaza, además de ser simpático, tiene unos ojos azules que es imposible no quedarte mirando a ver si son de verdad. Increíble. Y escúchame lo que te digo: será algo que comentes con tus acompañantes, porque a nosotros nos pasó.
Pero en realidad aquí a lo que vienes es a comer, así que pídete una botellita de vino y disfruta del viaje. Casi todo son tapas, y la carta viene en una carpeta azul como de las que usaba mi madre para guardar algunos documentos cuando yo era pequeño. estuvimos mirando y la verdad es que no nos terminábamos de decidir, así que le pedimos un poco de ayuda al camarero. La comanda terminó componiéndose de (a ver si me acuerdo de todo):
Gazpacho de remolacha con helado de mascarpone: bueno, impresionante. No dejes de pedirlo, porque es dulzón, y el helado de mascarpone le va de perlas. Un plato que ahora mismo comería cada día, fresco, original y fantásticamente preparado.
Croquetas del puchero: impresionantes. Yo soy fan de la croqueta, y estas estaban fenomenal, riquísimas. Mira que es un plato «relativamente» fácil, pero hay que ver los poquitos sitios que hay que las hagan bien.
Breca frita: no estaba mala, ni mucho menos, pero no fue lo que más nos mató. Y eso que a mí el pescado me encanta, y estaba bien rica, ojo, pero deslucía un poco con el resto.
Taco de rabo de toro, rebozado con trompeta negra. Impresionante. No puedo definir este plato, me quede perplejo.
Creo que pedimos un par de cosas más, pero ya no recuerdo. Sí puedo decirte que dejes sitio para el postre, porque el cremoso de chocolate picante es como para sentarse y comer solo de eso durante toda la tarde. Avisado estás.

Nuestra ciudad ya no es la misma. Hubo un tiempo en que no era extraño escuchar que el bar «X» teníà la mejor ensaladilla o que la cola de toro de «aquí» era mejor que la de «allí». Los tiempos del cazón en adobo, la ensaladilla rusa o el serranito no son historia (esperemos que estos manjares perduren) pero casi.
Ahora tenemos la fortuna de haber adaptado a nuestra tierra y modo el originario concepto de gastrobar, aunque –a mi juicio– sería más afortunado hablar de la tapa de autor ya que, careciendo de laureados maestros de la gastronomía, contamos con excelentes cocineros cuyas creaciones nada tienen que envidiar a la de otros lugares: «Foie de pato en salsa de mandarina», «Vieiras con ajo blanco», «Presa ibérica con batatas glaseadas, crema de Idiazábal y pistachos»…
A este género de lugares pertenece Arenero: un agradable local con exquisitas tapas de autor, originales y únicas, que ellos gustan llamar «Taller de tapas»: «Sardinas marinadas», «Pulpo a la andaluza», «cremoso de azafrán»… nombres todos sugerentes que, por fortuna, en esta ocasión, también se transforman en delicados y agradecidos manjares. Mención especial al capítulo de vinos… cortos de los siempre (Ribera, Rioja), pero sensibles a los nuestros. Bien, eso está pero que muy bien. Lo del trato es algo personal y, en nuestro caso, estuvo a la altura de la calidad gastronómica.
Si os pica la curiosidad no tardéis mucho en ir, ahora que se puede, porque me temo que muy pronto se podrán imposible como otros lugares…

Este bar está un poco escondido, así que ha sido una sorpresa saber que llevaba dos años abierto y yo sin conocerlo, con lo que me muevo oor el centro. Pero que esté un poco escondido se convierte en virtud, ya que así evita al turista medio que ronda la zona pero se queda en Mateos Gago para cenar viendo la Giralda. Mejor así, de esta manera sólo llega quien sabe lo que aquí hay o un visitante un poco más inquieto que decide vivir la ciudad como tal y no como un parque temático.
El arenero es recogido, no pequeño pero del tamaño justo oara ser acogedor, con una sobriedad con gusto que hace de él un sitio muy agradable. Tiene un pequeño patio en el que apenas caben tres mesas, pero puesto con sencillez, con gusto, con una carpintería muy bonita que lo separa del resto del restaurante. Sin duds estar aquí fuera en una buena noche es una delicia, y seguro que en invierno se está genial dentro con la luz que entra por el patio.
Su carta es suficiente, no demasiado extensa, pero da la impresión de que la cambian a menudo, por lo que puedes probar cosas distintas en diferentes visitas. La calidad es muy muy buena. Se trata de tapas elaboradas, cocina creativa. Probamos una ensaladila de pulpo buenísima. Consistía en patata y pulpo hervidos con mayonesa de pimentón de la Vera, una delicia. También un canelón hecho de hongos y relleno de perdiz y un pargo al horno. Todo de diez, incluida la atención.
La pinta de los postres era muy muy buena, con una carta atractiva y sugerente. Su versión de la toriija hecha con brioche es digna de coronar la mejor de las cenas.
El precio ronda en la media de este tipo de bares. No es barato, pero tampoco entran a matar.

Servicio nefasto, no puedo valorar la comida porque no se dignaron a atenderme

Paseando un día con unos amigos que habían venido de fuera por la zona de Santa Cruz, pasamos por la puerta de este bar y nos hizo mucha gracia el nombre de Taller de tapas. Así que entramos (antes les advertimos que no habíamos estado antes nunca allí, por si nos salí mal la jugada).
No soy de fiarme mucho cuando veo nombres interminables en las pizarras de los bares porque tengo visto y comprobado que la longitud del nombre es inversamente proporcional a la cantidad de comida que te ponen.
En este lugar se quedan un poco a medio camino de eso, ni son tan pequeñas las tapas, ni son tan caras. Si suben un poco de precio de las tapas normales, pero también es verdad que son cosas que no han probado antes.
No soy capaz de ponernos en pie los nombres de las tapas que pedimos porque son eternos, la única que recuerdo es una hamburguesa de toro, en pan de no se que con queso payoyo (me encanta este queso. Es un queso que dan unas cabras llamadas payoyas que están en la sierra de Cádiz).

El Barrio de Santa Cruz de Sevilla era la antigua Judería. En tiempos del rey Fernando II se encontraba aquí la segunda comunidad judía más importante de España. Este origen hace que la fisonomía del barrio sea un entramado de callejuelas estrellas que desembocan en placitas encantadoras.
Imprescindible de visitar.
Hay numerosos bares, restaurantes y tasquitas y entre ellos se encuentra Arenero, un lugar que recientemente tuve la ocasión de conocer y que me sorprendió gratamente.
Había leído un artículo sobre este establecimiento en el Giraldillo y observé que se usaban tres términos para definir a Arenero que me gustó ver unidos: cocina creativa, precios asequibles y gastrobar.
Los dos primeros me encantó encontrarlos asociados en binomio: cocina creativa-​precios asequibles, genial!
El tercero tuve que buscar por internet para saber más sobre esa palabra que oía por primera vez: gastrobar. Pues es tan simple como redundar en los dos términos anteriores; tapas de cocina de autor a precios asequibles. Generalmente se trata de cocineros con estrella Michelín. Y la denominación surge de una estudiada GASTROnomía servida en una BARra. Aunque en Arenero también tienen mesitas.
El chef de Arenero es Rafael de la Rosa que con productos de temporada desarrolla su creatividad en lo que él denomina «taller de tapas» experimentando con la presentación, los sabores y los olores. Cada día ofrece nuevas tapas. En una gran pizarra negra que ocupa gran parte del local se exponen todas las tapas y vinos que pueden ser degustados.
Me encantaron el tataki de presa ibérica con guacamole y el salmorejo de remolacha; pero si acudes otro día te podrás sorprender con nuevas tapas.
Hay una gran selección de vinos con denominaciones españolas.
Hacen exposiciones temporales de artistas contemporáneos.