The Burger Lab

Un sitio que tenía ganas de probar y no esta mal, aunque quizás esperaba mas de un sitio con tanta variedad de hamburguesas y carnes.
Probamos con una ensalada cesar para empezar y estaba bien pero podríamos decir que de sabor cero, ni buena ni mala.
Como hamburguesa me lance a por la de canguro y estaba buena aunque la carne un poco seca quizás porque no se como es este tipo de carne o porque quite la mayonesa que no me gusta.
En definitiva es un sitio que creo es interesante conocer e igual probar algunas mas de sus opciones. Pero desde luego las expectativas que tenía con el sitio se me han desvanecido ya que esperaba mas.
Como nota adicional podría afirmar que los platos son demasiado pequeños de tamaño, el contenido bien pero por favor platos de la vajilla un poco más grandes mejor.

La peor hamburguesa de Madrid! Es jodido hacer una hamburguesa tan mal. Un aplauso para the burger lab porque lo lograron.

Añado la cuarta estrella al Burguer Lab tras probar, como entrante, sus nuggets de ollo. Pechuga cortada a mano, con un rebozado sencillo y crujiente, nada grasientos, y tres salsas de acompañamiento. Un verdadero Must.

Creo que es una hamburguesa muy normalita para el nivel cada vez más exigente de Madrid. Lo probé un día entre semana al medio día, pedí si tenían menú y sin dar ninguna explicación sobre lo que incluía a parte de decir una hamburguesa me tiré a la piscina. Os aseguro que me dieron una hamburguesa de colegio con bien de ketchup y a tirar. Que pena.

Llegamos a este restaurante buscando un sitio para cenar a buen precio y dio la talla. Cuando nosotros fuimos tenían una oferta de burger + refresco por 5 € y eso fue lo que pidió la mayoría de nosotros. Era grande, con carne de calidad y con muy buen sabor, según comentaron mis amigos. Yo me pedí unos nuggets porque no tenía mucha hambre y la verdad es que pusieron un plato bastante grande, con salsas.
Aparte de esto, en la carta aparecían muchos tipos de carnes exóticas (cebra, canguro, jabalí…), y otros platos tipo comida rápida (alitas, nachos…).
El camarero nos atendió a su ritmo, pero una vez nos tomaron nota, la comida tardó poco.

Lo que caracteriza a esta pequeña hamburguesería es la variedad de carnes.
Es un buen sitio para probar la hamburguesa de cebra, canguro, jabalí o avestruz a un precio razonable. Están ricas (con aderezos muy acertados), el servicio es bueno y el ambiente es agradable.
Me queda pendiente volver para probar una de las «normales» que ademas de mas grandes son mas baratas

Mira que me duele hacer una crítica tipo despechado, pero es que lo que me pasó en este sitio no tiene nombre.
Entramos un viernes por la noche, era tarde sí, sobre las 12:00, pero nos dijeron que podíamos cenar sin problema y tras un poco de espera nos dieron mesa. A partir de este punto, soy de la opinión que tienes que tratar al último cliente como si fuera el primero, y si no, pues dices que está cerrada la cocina y #santaspascuas.
Nos atendió en todo momento una chica de pelo azul de cuyo nombre no quiero acordarme, y nosotros muy majos y educados nos dimos prisa en decidir porque como he dicho era tarde.
Yo me pedí la hamburguesa de canguro, porque ya que iba a un sitio así quería tirar por lo exótico. Pues bien, cuando llegó la hamburguesa después de darle un bocado detecto que no tiene nada que ver con mi comanda y llamo a la camarera. Reproduzco aquí la conversación:
— Yo: Perdona, pero os habéis equivocado, esta es la hamburguesa de ternera con setas y yo he pedido la de canguro.
— Camarera de pelo azul: Pero ya la has mordido (con cara de asco)
— Yo: claro, es cuando me he dado cuenta. Es que no tiene nada que ver con lo que he pedido.
— Camarera de pelo azul: (…) pues…
Y se da la vuelta sin decir nada! Al menos un «lo siento pero estamos cerrando la cocina» «te hacemos un descuentillo» ¡ALGO!
Me la tuve que comer por no discutir y no era nada del otro mundo, además vino precedida por unos raquíticos aros de cebolla que no pasaban de la categoría tapa.
Pero eso no es todo, cuando ya estamos acabando, la misma camarera al ver que éramos los últimos se pone a recoger las sillas y mesas de al lado dando golpes y resoplando, con mala cara todo el rato para echarnos sin contemplación.
Mal, mal, mal… entiendo que todo el mundo puede tener un mal día, pero nosotros fuimos amables y educados todo el tiempo y no recibimos una pizca de buen trato.
Así que dedico una canción a la camarera que resume mis intenciones respecto a este lugar:

Este mediodía nos hemos topado por casualidad con este local, situado en el barrio de Malasaña.
Cuando entras tienes sitio para sentarte en la barra (con unos taburetes de lo más guays), en otra barra que hay situada junto a la cristalera y tres mesas grandes, como para unas 5 personas, diría yo (es decir, no hay tampoco demasiado sitio).
Hoy, día de diario, había una oferta de hamburguesa, patatas y bebida (cerveza o agua, nada más) por 5 €, así que al final nos hemos contentado con eso. La verdad es que la hamburguesa, aunque era sencillita (la clásica de toda la vida –carne, tomate, lechuga, pepinillo, queso y cebolla morada), estaba bastante bien.
Si no se pilla la oferta… ahí los precios suben (8, 9 €… tienen de carne de cebra, canguro y caballo, por ejemplo).
Cabe destacar la buena música que había de fondo (temazos de los 80, solo por eso ya daba gusto estar allí).
El camarero nos ha atendido bien y las hamburguesas con patatas no han tardado mucho en llegar.
Volvería a ir, la verdad (con la oferta ya sale mejor que comer en un Burguer, porque a pesar de ser una hamburguesa normalita, llena bastante).

Excelente hamburguesa! Estaba cocinada a la perfeccion! Me preguntaba porque no estaba lleno! Buena calidad a un precio excelente!

Conocí esta hamburguesería por un panfleto que me dieron en una calle cercana y como era viernes, 3 de la tarde y no me apetecía NADA llegar a casa y ponerme a cocinar decidí acercarme y comprar una hamburguesa para llevar.
Como bien me había avisado la publicidad, eran hamburguesas un poco especiales y me decanté por la de avestruz.
La verdad es que la hamburguesa estaba muy buena aunque tampoco me encantó. Me atendieron muy bien y me explicaron todas las dudas que tuve así que sin quejas en cuanto a eso.

Esperaba mas de este sitio.
Tienen una amplia carta de hamburguesas con muchas variedades de carne, pero luego las raciones son pequeñas y el sabor no tienen nada de especial.

Me ha recordado un montón a «El Kiosko» de Barcelona, hamburguesas caseras muy buenas (pan, carne e ingredientes de primera) y en combinaciones sorprendentes. La de kanguro excepcional, pero puedes probar zebra, caballo o jabalí.
El tamaño de las hamburguesas es un pelín pequeño, pero eso es bueno para tener hueco para el postre. La tarta de queso está impresionantemente buena y es caser! Mmmm ;)
Una pega, tiene mesas corridas compartidas de esas que están tan de moda en europa. Yo tuve suerte y pude comer con mi acompañante en una barra en el escaparate, pero suele estar bastante lleno!

uiuiuiuiuiiiii… solo decir que me hubiera comido 5 iguales. Entre el hambre que tenia y lo bueno que me supo, si que iba con ganas y llevaba tiempo detras de una hamburguesa de esas, llegamos, pedimos y tardamos en comernos las alitas (que NO recomiendo en absoluto) con la Hamburguesa…10 minutos… gggrrr…Hamburguesa Hamburgo y Hamburguesa de Buey, me rechiflaron aunque mas, mucho mas, la primera.
Volveré y varias veces.

Una decepción. La hamburguesa de canguro era pequeña y la ensalada del combo ridícula! No podía ser más pequeña. Además tengo serias dudas sobre la calidad /​estado de la carne.

Me debato entre darle a este lugar tres o cuatro estrellas, porque, en mi opinión, sería de esos a los que les vendría genial una puntuación intermedia: tres estrellas y media.
Pero empecemos por el principio. Hace bien poco, surgía en Malsaña una nueva hamburguesería, en plena fiebre hamburguesera que se está viviendo en Madrid y que empezó, si no directamente, sí con la aparición del Home Burger en la calle del Espíritu Santo, que ya desde entonces puso de moda el concepto del diner americano de los ’50 en el barrio de Malasaña (si es que no llegó antes con la apertura del Peggy Sue en la esquina de la calle Amaniel, a día de hoy cerrado.
La cosa está en que desde entonces, las hamburguesas han visto cómo su estatus de comida rápida y basura pasaba a mejor vida, y algunos les otorgaban incluso un estatus de producto gourmet. ‘Fair enough’, que dirían los ingleses: en Madrid hay expresiones tan buenas de este producto como puede ser el HD, para mí mi absoluto favorito y de momento imbatible en este ámbito por varios motivos (servicio impecable, producto de primerísima calidad, hype resultón, local acogedor y con historia, decoración fantástica y una carta de ginebras que vaya, es espectacular).
En el caso de The Burger Lab, el acercamiento ha sido diferente. En lugar de ir a por la hamburguesa más tradicional, lo importante aquí es ofrecer un producto diferenciado. Así que en su carta, bastante extensa, puedes encontrarte, ciertamente, algunos experimentos con mayor o menor fortuna. Generalmente, lo importante siempre es la carne, que aunque hay hamburguesas de ternera como es tradición, también puedes pedirla de merluza, avestruz, canguro, ciervo, caballo… e incluso de cebra.
Mi acompañante y yo nos sentamos en una de esas mesas corridas en las que otros se sientan a tu lado (una moda recientemente extendida en la capital y que tiene cierto encanto), y estuvimos ojeando la carta. Él pidió una hamburguesa de avestruz y yo una de canguro, más que nada porque queríamos probar algo diferente, ya que habíamos ido, que mi primera opción era una especial. No les quedaba carne de canguro así que, a cambio, me ofrecieron una de cebra con tomate disecado al mismo precio, una novedad que aún no estaba en la carta, según me dijeron. No soy nada tiquismiquis y comerme una cebra me da menos pena que comerme un canguro, así que seguimos adelante. Como entrantes pedimos nuggets y alitas de pollo a la cocalola. Los primeros estaban muy ricos, muy pero que muy ricos. Quedé gratamente sorprendido, y los acompañaban tres salsas muy apetitosas, aunque escaseó un poco la de queso. Las alitas a la cocacola también estaban bien, pero reconozco que parecían más cocidas que fritas, lo que desmerecía –mínimamente, que todo hay que decirlo– el resultado final.
Cuando llegaron las hamburguesas me decepcionó un poco ver que las patatas fritas eran congeladas (y si no lo son, muy mal, porque lo parecen). Son congeladas pero de las buenas, tipo McCain o incluso algo mejor, porque tienen una longitud, una perfección de corte y un grosor bastante difíciles de conseguir con marcas más baratas. Me dio pena porque las patatas, aunque un poco coñazo, no son específicamente difíciles de hacer y la diferencia entre una patata congelada y una casera es mucha. Al menos no eran de las malas, no tenían nada de grasa y tenían un sabor decente, algo que me congratuló (aunque sigo prefiriendo caseras, insisto).
Con respecto a las hamburguesas, la mía era algo más pequeña de lo que tenía en la cabeza, pero reconozco que salí saciado sin sensación de estar hinchado, algo que se agradece. La carne estaba bien hecha, mi pan sabía bastante rico y en general, la hamburguesa estaba buena. No es auténticamente sobresaliente, pero desde luego es mucho mejor que otras cosas que sirven por ahí a unos precios imposibles. Imbatible, eso sí, en precio. Hamburguesa, dos entrantes y dos bebidas, nos costó poco más de 25 €, bastante más barato que en otros lugares en los que tu comida está menos cuidada. Además, no sirven botellas pequeñas de cocacola, que me parece algo a tener en cuenta. Sirven botes (a mi juicio un poco bastos para comer en un restaurante, preferiría las botellas maxi), pero al menos no te plantan la botella esa de 220 ml (o peor, 200) que me llevan los demonios cada vez que las veo. Así que es un punto a su favor.
Más allá de la comida, el servicio fue muy rápido y muy bueno. El camarero nos explicó qué no había en la carta y nos propuso opciones al mismo precio, así que yo salí muy contento con el trato recibido. ¿Merece una visita? Creo que sí. Estoy seguro de que volveré, no se convertirá en mi hamburguesería de cabecera –al menos de momento– pero volveré pronto. Si me sirven patatas caseras, prometo saltar de alegría.