No, por favor, no lo hagas. No te aventures a entrar a este lugar. Al estar cerca de Atocha, puede que sientas la necesidad de entrar a un bar«de los de toda la vida» pero estarás cayendo en un gravísimo error. Paredes amarillas, moscas pegadas al techo, lámparas de aceite(no intencionales). Bocata de calamares ofertado en la puerta por poco más de 3 €. Entras, te sientas y pides… pocas veces he sentido tanta repulsión hacia la comida de un bar. El dueño que anda con las croquetas en la mano de un lado a otro del bar. Te mete los calamares en el bocadillo de forma poco ortodoxa, te pone el bocadillo sin plato. Se te pegan los brazos al mantel de la cantidad de fritanga que ha habido allí a lo largo de los años… desagradable, muy desagradable. Las croquetas congeladas, el bocadillo así no sé como, la mayonesa racionada, y caro. Por un plato de cortezas de cerdo nos cobraron casi 5 €. Las croquetas, sólo uno de nosotros tuvo suficientes agallas como para metérsela en la boca, sacándola casi al instante por la congelación interna. Arcadas, el lugar da arcadas. Salimos escaldados y muy disgustados por no habernos metido al Museo del Jamón que hay unos metros más adelante, y que no es que sea lo más, pero vas a lo seguro.
Iker J.
Classificação do local: 2 Madrid
Este bar no puede tener una pinta más cerda. Empezamos por una entrada que parece la entrada a un paseo del terror de una feria de barrio, lleno de oxido y tonos«marrón añejo». La cosa sigue cuando te paras a leer los menús y las ofertas, que están escritos en hojas de cuaderno que todavía conservan las barbas de la encuadernación. Todo detalle. El escaparate que tienen lleno de comida expuesta es como visitar el museo de cera, todo lleno de comida con aspecto seco y polvoriento. Si aun así te dejas llevar por la oferta de «bocata calamares a 2.95» te comerás un buen bocadillo, la verdad, pero para hacerlo tendrás que adentrarte en un oscuro mundo de aspecto setentero. Miedo.