Paraíso de niñitos skaters, lugar favorito de muchos jubilados para tomar la fresca, sede de tiendas de pulseritas y pareos, de una pista de hielo en invierno, de un centro comercial, de un trattoria, de bares castizos, de churrerías, de montaditos y hasta de todo un Palacio de los Deportes. Todo eso y mucho más significa la Avenida de Felipe II, un lugar especial de Madrid, al menos para mí. Habrá muchos que no le vean nada reseñable, sin embargo yo tengo muchos y buenos recuerdos. He jugado al baloncesto, pasado la tarde en un banco con amigos, terraceado, comido, desayunado y cenado en sus establecimientos; comprado en su Corte Inglés, aguardado fila para un concierto mientras botelloneaba furtivamente en su suelo, la he fotografiado y hasta he vivido un simulacro de fiesta al aire libre. Por todo eso y lo que queda, larga vida a la Plaza de Felipe II.