Palentino

El Palentino es uno de eso sitios de Madrid a los que quizá, haya que ir. Es un sitio mítico situado en la calle Pez del cada vez mas popular barrio de malasaña.
Es un bar de los de toda la vida, que no invierte ni en pintura ni en mantenimiento. Los techos parece que se van a caer, y tiene unas lámparas de hace décadas que no sé ni como se sostienen.
Eso sí. Barato y de ahí su fama, que hace que esté imposible para no solo encontrar un sitio en el que sentarse, sino simplemente para entrar porque está normalmente imposible. Para que el lector se haga una idea, dos botellines de cerveza, dos copas de cerveza y una coca cola son 7´5 euros.
Hay una mujer que suele atender detras de la barra que es muy muy borde. Supongo que tienen asumido que nadie va por el servicio sino porque visitar este bar tan antro es una vuelta al pasado y ajustado de precio al máximo. Aquí no estas en un sitio vintage de esos que proliferan el barrio hasta aburrir, sino en un bar de los de siempre y que no se ha adecentando desde el momento en que existe.
Hay bocadillos muy dignos por menos de 3 euros, lo cual es ideal para una cena de bajísimo presupuesto en un ambiente muy desenfadado donde abunda la clientela juvenil.

Un bar en pleno barrio de Malasaña con un que se yo que atrapa, tanto para tomarte un serveson con pincho, un vinito o lo que se tercie.
Hay que reconocer que El Palentino tiene lo suyo, y puede decirse que es algo cutre pero tiene un ambiente genial y algo peculiar además de unos precios de arte. Advertir que al entrar puede chocarte un poco porque parece la típica tasca del año tres con olor a rancio.
Resulta pequeño aunque yo siempre me hacia un huequito y allí pasaba un rato laaargo cuando vivía en Madrid, deseando estoy de pasarme por allí en mi próxima visita a la capital.

Ni vermú ni tapa con la caña. Tuvimos que pedir que al menos nos pusieran unas patatas fritas. Me decepcionó y mucho. En un bar de toda la vida al menos que menos que el saludo del camarero???

Vale, sí, es un clásico tanto entre hipsters modernísimos como entre pensionistas de la zona, tanto entre guiris como entre oriundos, tanto entre ricos como pobres, los cubatas valen tres euros y medio, la ubicación es la poya y hay bocadillos de anchoas a 2 euros (que es lo q te cuesta una sola anchoa en un bar pijo), pero qué queréis que os diga…
La cerveza es Amstel, la tapa más currada es un plato de aceitunas pochas, la frase más amable que ha dicho uno de sus camareros en su vida es «me cago en tos tus muertos, te rajo», la plancha para hacer bocatas tiene las dimensiones de la cabeza de un alfiler y la mierda del rabo de un oso, el petamiento llega a agobiar mucho muchísimo y el machaca de la puerta es un Steven Seagal de marca Hacendado…
Es de estos sitios q todo el mundo los endiosa tanto que luego una vez que estás allí pues eso… te tomas tu cubata lowcost y te dan ganas de irte a un lugar menos reconocido y más auténtico

Bueno, veo muchas reseñas buenas de este sitio pero la verdad es que a mi no me ha gustado ni la atención ni el ambiente… quizás fuera que elegimos un mal día (fue antes del teatro) pero nosotros tomamos nuestra ronda, pagamos y nos marchamos a otro local mientras esperábamos que llegara la hora del teatro.

El bocadillo de bacon y queso del Palentino me traslada a mi infancia más tierna (y más albondigona) de los bocadillos grasientos del recreo, no digo más.
El Palentino es el máximo exponente de una tendencia curiosa de Malasaña: el llamar vintage/​hipster a un bar de viejos de toda la vida. Hordas de gafapastas con chalecos de cuello de cisne se agolpan en una barra atendida por camareros con solera, de esos secos a más no poder pero a los que al final, por alguna extraña razón, acabas cogiéndoles cariño.
Además, los precios son casi imbatibles para estar donde está, así que las caras largas y la decoración pasada de moda son lo de menos.

Poco más que añadir a lo ya dicho. Solo ponerle dos pegas.
1– El puerta cohetaneo de Paco Pil y Chimo Bayo. No comprendo el criterio que sigue para poner o quitar el cartel de «Aforo completo» y en función de eso dejarte entrar o en la calle.
2– A nadie le gusta que le agobien cuando está trabajando. Una solución que se me ocurre para que no te agobien hordas de jóvenes y no tan jóvenes cuando estás detrás de una barra es contar con personal suficiente para atenderla. Llamádme innovador, revolucionario… Pablo Iglesias.
3– Más o menos lo mismo que pasa con la barra, pasa con la plancha. Preguntas por un bocadillo, te dicen que hay un retraso de la leche. Al momento ves como sacan los bacadillos que acaban de pedir unos amigos tuyos. Vuelves a preguntar y «la plancha está cerrada». Sigue saliendo comida. Vuelves a preguntar y te ponen cara extraña y consigues que tu bocadillo salga en cero coma tres.
Por lo demás, barato, céntrico, animado.

Hazte paso entre el moderneo, botellín y pepito pa’l pecho y a seguir con la noche. Un clásico venido a más.

Hay que ir pronto, porque se llena con rapidez. Copas tiradas de precio, camareros con un sentido del humor digno de escuchar y aspecto de barato cutre de hace 50 años… Qué más pedir?

El Palentino es un bar de esos únicos el cual conozco en todos sus estados: cuando el portero teletransportado en el tiempo desde Valencia en 1989 no te deja pasar porque está lleno a la 1 de la mañana, cuando a las 23 estás apretujado, entre semana que tiene ambientillo pero te puedes hasta sentar depende del día que sea, al mediodía, de tarde… y siempre me encanta.
Si hay algo a destacar es su precio, barato nivel máximo, y el encanto de sus camareros secos como la mojama (¡Qué emoción arrancarles un comentario o una semi sonrisa!), con sus pechos al aire y sus años de curro a la espalda soportando borrachos todos los días, porque aquí los que venimos es por algo.
Maravilloso Palentino, nunca cierres.

Sencillamente, me encanta. Un bar de toda la vida, con su olor a fritanga, sus cuatro bocadillos y sus cañas estupendamente tirados. Y vosotros diréis ¿qué tiene de especial? Pues que se encuentra resistiendo como una pequeña aldea gala en medio de la Calle Pez, uno de los núcleos más trendies y gafapasteros de la ciudad, al lado del Teatro Alfil y con la competencia feroz de los bares más de moda.
Aún así, raro es el día que no está lleno, da igual que sea entre semana o en fin de semana, por algo será…
A mí, como bar de los de siempre, me encanta, con su sencillez y sus baños en los que se podría grabar una peli de miedo de serie B.
Me declaro fan de ir los domingos y ver a todos esos hipsters, con sus uniformes de gente guay, tomando cervezas por es más barato que el resto de sitios y porque, yo creo, lo «rancio» mola (y aquí te vas a hinchar).

Es de esos Bares que probablemente si estoy caminando y paso por el no entraría ni loca, pero llegue allí por recomendación de un amigo que nos comento que era un mítico de la zona así que decidimos entrar.
Su decoración se puede decir que antigua y sucia, los sres que lo atienden pueden llevar allí años atendiéndolo ya que son bastante mayores pero muy simpáticos, esta bien para unas cañas que para mi gusto están muy bien tiradas y a un precio mas que bien, acompañas con aceitunas, patatas y frutos seco.
Pedimos bocadillo de bacon con queso y estaba muy rico, nos quedo pena de no probar el pepito ya que no los habían recomendado, pero ya a la hora que fuimos no le quedaban así que habrá que volver.
Creo que es de esos lugares que si quieres sentirte en el Madrid de siempre hay que pisarlo.

No podré decir nada que no se haya dicho ya en comentarios anteriores. La decoración pasó de estar de moda hará cuarenta años, pero la gente no viene porque sea chic, sino por su ubicación y sus precios. Es obligatorio pasar por aquí alguna vez en la vida, o-​bli-​ga-​to-​rio.

located in the same square as a restaurant we were looking for and it was standing room only here. A hip crowd hung outside smoking and inside was busing. The prices are cheap and the atmosphere was great, it was about 6pm Friday evening. I was back again in the area on Sunday afternoon and it was closed so Im not sure what the story is but it was a local Spanish hangout. Great.

¿Por qué se huele tan mal cuando se sale de este sitio? Si tan solo se encontrara respuesta a esta pregunta… Porque, para lo demás, parece estar muy bien: me tomé una ginebra a 3 € y no me sentó mal, así que buena señal de calidad/​precio que no queda tan clara en muchos otros sitios.
Por desgracia, está tan atiborrado de gente que nunca sabes a quién increpar por ese repentino olor a intestino rancio, y el portero que se pone a determinada hora a mirar por el aforo tiene unos criterios ininteligibles que le reventarían la cabeza a cualquiera que intentara aplicarles la lógica euclidiana.
Por suerte o desgracia, el efecto final termina por dejarme un poco frío, quizá porque yo nunca he sido mucho de este tipo de sitios con cabezas de gamba y serrín en el suelo, pero si es lo que realmente te mola, adelante: este es tu sitio, esta es tu gente.

Uno de esos bares de antaño y por los que parece el tiempo ni la modernidad han pasado y esto se agradece.
Este lugar tiene un aire de nostalgia y bueno uno la verdad se la pasa bien.
Mis amigas me estaban esperando para ir a almorzar así que tomamos unas cañas aquí y luego nos dirigimos a otro lugar.

Debo admitir que antes me creaba mucha empatía y no había fin de semana que pasase por allí, pero ahora voy poco. Eso sí, prefiero mil veces más ir entre semana, cenar un sandwich mixto y una caña que ir el fin de semana a ver a gente de postureo.

Bar (del inglés «bar», barra). 1. Local en el que suelen despacharse bebidas de pie, frente al mostrador. 2. Cierto tipo de cervecerías. ~ de viejos. Forma muy castiza y coloquial de referirse a un bar que en otras circunstancias considerarías «un horror», «la mugre hecha bar» o «un sitio terrible al que no volvería en mi vida» pero al que sin embargo, guardas cierto cariño.
Palentino o «El Palentino» es ese típico sitio al que te acercas, sabes cuando entras y no tienes ni idea de cuándo vas a salir. La flor y nata malasañera se junta aquí a beber a precios más que populares (tercios tirados, cubatas a menos de 5 €) y a verse las caras enmarcadas en esa luz fría y blanca proporcionada por unos fluorescentes que no sabes si están ahí porque a alguien le pareció una buena idea en su momento o porque los ha puesto tu peor enemigo.
Sin embargo, tiene guasa el lugar, las cosas como son. Su decoración setentera a más no poder y su regusto a rancio han conseguido que los amantes de lo kitsch lo encumbren como uno de los sitios en los que irse a tomar la primera, la última o todas las de entre medias. De dimensiones reducidas, en el Palentino siempre te recibirán con una tapa (generalmente grasienta, pero que te sabrá a gloria) y dará exactamente igual a qué hora te plantes allí: siempre estará de bote en bote. Ten cuidado con llevar a extranjeros o a gente que no sea de la ciudad: podrían no entender tu querencia por un bar tan sumamente cutre. Tú, madrileño de pro, de nacimiento o adopción, sabrás perfectamente que ese sitio es una de esas joyas escondidas que tiene Madrid, en las que te lo pasas divinamente. Y allá lo que piense cada uno.

Últimas tendencias en combinados.
Decoración exquisita… bueno, no, la verdad es que no es así ¡es todo lo contrario! Y eso es lo que le hace sumamente especial. Aquí la tradición de no poner garrafón y cobrar poco es lo que cuenta. Lo más mejor de lo mejor.
Nota; Si pides una fantalimón y luego la cambias por una cocacola el camarero intercambia las chapas, sin problema ni remilgos. Es genial, fue lo que me ocurrió a mi en una ocasión. En alguna otra he compartido copichuela con una increíblemente grande serpiente albina, otras con gente de mejor calaña que yo… aunque eso no es muy difícil.
La gente adora El Palentino ¡Larga vida al Palentino!

Es un bar que lo conozco desde cuando era bien pequeña. Siempre que íbamos a visitar a mi tía, de esto estoy hablando hace más de veinte años, bajábamos a desayunar o tomar algo.
Siempre me ha parecido un bar muy familiar, donde te sientes acogido nada más entrar. Aún me acuerdo de los ricos sándwiches mixtos que allí nos comíamos para desayunar.
Aunque han pasado bastantes años desde entonces, siempre que voy me sigo sintiendo igual de bien atendida. Es un bar de barrio al que merece la pena ir.

Uno de los vértices formados por el Triángulo de Amor Bizzarro que conforman el Iberia, El Boñar y el propio Palentino. Cañas a un euro, sitio de sobra para sentarse, tapas y raciones que desafían a tus arterias, servilletas arrugadas al pie de la barra. Los fines de semana es de esa clase de lugares que, al despuntar el alba, recuerdan a una canción de Sabina, esa que habla de «ambiguas horas que mezclan /​al borracho y al madrugador». Y, mira por dónde, en el Palentino fue donde Manu Chao grabó el videoclip de ‘Me llaman Calle’, el tema para la B. S. O. De ‘Princesas’, la película de Fernando León.
En mi opinión, desde que se ha prohibido fumar ha perdido cierto encanto. Y un consejo, para terminar: no hagas enfadar a Lola, que es la que manda en el lugar, o de lo contrario tendrás que vértelas con la legión de fans de esta buena señora…