Morales El Atómico

Tres amigos que encontramos sitio para cenar en su pequeño comedor, 5 mesas x 4 sillas = 20 comensales. Las paredes completamente cubiertas con fotos de tauromaquia, la mayoría en blanco y negro. Nos sentamos bajo el retrato de Manolete, rostro greco y peinado con fijador.
La carta se compone únicamente de raciones, es un sitio para comer pescado no radioactivo a pesar del nombre del local. Como a veces en los grupos hay gente que prefiere la carne, ofrecen también callos y solomillo troceado como complemento. Pedimos ortiguillas, perfectamente fritas y acompañadas con un poco de algas cortadas en juliana que aportan un toque amargo pero agradable. La fritura lleva cazón, calamares y pijotas; se ve que después de tantos años tienen perfectamente cogido el punto y no está nada aceitosa. El solomillo troceado está bien hecho y está tierno pero lo encuentro decepcionadamente insípido; para comer carne hay que ir a otro sitio. Esperábamos que en un sitio así ofreciesen rabo de toro, pero no. Lo suyo es el pescado y una buena ensaladilla que no pedimos esta vez.
No hay turistas y la edad de los comensales está entre los 40 y los 60.

Se llama así por unas banderillas picantes que tienen fama, nunca las he probado porque lo de sufrir gratiutamente no es lo mío.
El pescaito frito de lo mejor que he probado en todo el barrio, sin duda alguna, al igual que la ensaladilla. Tienen medias raciones de algunas especialidades de la carta. El precio es medio/​alto para el tamaño de los platos, pero merece la pena para un vino picando algo.

Mira que he estado veces pro moncloa y nunca había parado en El Atómico, pese a que es un sitio tan clásico que puedes tener la impresión de que en cualquier momento entrará alguien en blanco y negro.
Es un bar amplio y cñomodo, sin ningun alarde, un típico sitio de decoración taurina y tapas de las de siempre, ensaladilla, empanadillas, croquetas… ideal para unas cañas y charla. Una buena parada para una tarde-​noche nostálgica por la zona, sobre todo cuando se ha malgastado una disipada juventud universitaria por estos andurriales

Ambiente cañí, cañí, con cabeza de toro incluida. Sólo diré una cosa, un vermouth de morir y la mejor tapa de ensaladilla rusa que he probado en mi vida. Vaya, son dos cosas.