La Bicicleteria

Jo, da gusto tener cositas como estas cerca de casa, de verdad. O, en mi caso, más o menos cerca. Pero resulta que el otro día, iba subiendo el Paseo de Pontones con la bicicleta y me di cuenta de que algo iba mal… O muy mal. Así que me bajé y me di cuenta de que había pinchado. Dramón de los gordos.
Inflé un poquito la bici, y ale, a seguir. Pero no había manera: ella solo pensaba en deshincharse, sin importarle que yo llegara tarde a ningún sitio. Como estaba a medio camino de donde quería ir, terminé agarrándola a un parking de bicis y dejándola allí mientras yo cogía el autobús. Al fin y al cabo, algo tenía que hacer.
A la mañana siguiente, cogí el autobús hacia el mismo sitio y me encargué de subir el resto de Paseo de Pontones que me quedaba hasta la tienda de bicicletas más cercana, que por suerte estaba MUY cerca. Expuse mi problema y con una rápida mirada… «bueno, es que mira esta cubierta, está tocadísima. Si quieres te cambio solo la cámara, pero es posible que te vuelva a pinchar pronto, que estas ruedas son muy finas». «No, no, a mí déjamela niquelada, ¿qué tardas?». «Cinco minutos». «Pues en realidad yo ahora no pensaba irme con ella…» «Ni te preocupes, recógela cuando te venga bien». «¿Te lo tengo que dejar pagado?» «Nah, para nada, págalo cuando lo recojas».
Y oye, que me fui tan alegremente a arreglar un par de asuntos y, cuando volví por la tarde, ahí estaba mi flamante bicicleta, perfectamente reparada por 25 € de nada. Un diez.

Mi amigo Luismi es un máquina. Le dejas la bici y el tío la lleva sin manos, se hace un caballito, sube escaleras hacia atrás y mil trucos más. El último fue la bomba: jodió el manillar de cambios de plato. Nada por aquí y nada por allá, esto no lo encontrarás en youtube. Así que aún anonadado por tamaña proeza acrobático-​ciclista, al menos tuvo la delicadeza de indicarme donde estaba esta tienda, donde me la arreglaron y no me cobraron demasiado. Ah, sí, tuve que pagarlo yo, pero bueno, que se prepare que ya se la devolveré por algún lado…

¡Zasca! Llevo sin salir con la bici seis meses y justo hoy, cuando quiero usarla me encuentro con que tengo la cámara de la rueda vacía, la inflo, me preparo para salir y… ¡otra vez! No me lo creo, ¿se ha pinchado?
El caso es que esta es la tienda que más cerca me pilla y, como no soy muy mañosa con esto de las bicis, necesito ayuda. La arrastro como puedo a la tienda y allí está mi salvador. Me ayuda a cambiar la cámara, que está destrozada la pobre, y me enseña cómo hacerlo sola. Además me vende lo que necesito para llevar a cabo la operación en casa.
Prometo aprender, pero de momento me han salvado el paseo en bici y el día.