Pequeño restaurante etíope justo al lado de la cava baja. La decoración es modesta, con motivos etíopes, las mesas con mantelería de papel y aspecto un tanto«viejuno», como las típicas casas de comidas de menú del día. Lo atienden una mujer y un chaval joven(tal vez sea su hijo), simpáticos y agradables, pero a veces da la sensación de que no dan a basto y necesitarían alguna que otra ayuda. Me sorprendió que prácticamente la totalidad de los comensales iba con cupones de menús tipo letsbonus con menús ya cerrados tanto que el camarero se sorprendió que no pidiésemos el menú degustación. La carta es pequeñita, con opciones de pollo, ternera, cordero y vegetales. Pedimos fetira, una torta de trigo con huevo que estaba rica y ligera y luego un guiso de carne de ternera con especias suaves y unas lentejas con salsa berbere, un poquito picantes. Como es habitual en esta cocina, todo lo sirven sobre una especie de crêpe llamado injera. La comida estaba buena, pero bajo mi punto de vista no llega al nivel del Nuria o Hanan. Lo mejor sin duda fue el café, un café etíope muy rico, negro y con dulzor aún sin azúcar alguno. El precio fue de unos 35 € para dos personas.
Raquel G.
Classificação do local: 3 Madrid
Muy rica la comida con eso de la salsa berbere(soy una apasionada del picante), pero acabamos comiendo algo distinto a lo que pensábamos. Fuimos con un plan de fever y salían unos platos distintos a los que luego ofrecían en el restaurante. Yo pedí de entrante salat, y de principales atlik(muy rico, pero las patatas horrorosas) y un plato que llevaba lentejas rojas con salsa berbere. Nos dijeron que tenían costumbre de poner platos combinados, pero que al ir por el plan de fever que estaban haciendo una excepción. No sé si se equivocaron o qué, pero nos sirvieron muchisima cantidad de todo, y entre eso y las especias acabamos llenas. Al final café etíope muy bueno, fuertecito. Nos ofrecieron postre gratis, y eso que no entraba en el menú que habíamos cogido. El servicio un poco desastre, son dos sirviendo y se nota que no llevan mucho… pero, son tan majos :) Para ir una vez está bien, es curioso el sitio, pero por ese precio no creo que vuelva(a menos de que siga con las ganas que tengo de probar el gomen –espinacas con berbere– que pensaba haber pedido y me dijeron que no se podía en el menú :(…)
Avelino C.
Classificação do local: 4 Madrid
Comida en GONDERMADRID, restaurante etíope abierto hace unas semanas en pleno centro, al lado de la Cava Baja. Nunca habíamos probado la cocina etíope, así que reservamos y allí nos plantamos el domingo a mediodía. Se trata de un local muy modesto, con una decoración austera. Un comedorcito con unas cinco mesas en la planta de calle y otras tantas en el sótano. Nos traen la carta, y como no teníamos ni idea, nos dejamos aconsejar por la simpatiquísima Almaz, que es el «alma mater» de este negocio que regenta junto con su familia. Nos puso«sambusas», un tipo de samosa rellena de puré de lentejas y carne. Con una masa crujiente y el relleno muy sabroso. Francamente buenas. «Fatira», que consiste en un panqueque grande frito hecho con harina, cortado en tiras y con«berbere» por encima, que es una combinación de pimentón picante y otras especias. Textura parecida a la pasta italiana. El «berbere» para estómagos curtidos. De segundo, una bandeja de cordero estofado(Yebeg) la mitad con salsa suave y la otra mitad con especias, muy sabroso. Por último otra bandeja de ternera en dos preparaciones: picada con especias picantes(Kifto), parecida a los chichos leoneses, y la otra parte, cortada en dados con una salsa bastante rica. Todos los platos servidos acompañados de la «injera»(pronúnciese«ínyera») que es un pan plano muy fino, parecido a una crêpe, hecho de harina fermentada de teff, un cereal local. Aunque te ponen tenedores, nos explicaron que la costumbre es comer con la mano, se coge un trozo de injera, y con él se pellizca la carne del plato y a la boca. De postre unos dulces típicos de harina, con miel y sésamo muy parecidos a los castizos pestiños. Carta de vinos inexistente, tienen dos vinos, de los que elegimos un rioja joven, del que no recuerdo el nombre, pero que acompañó bastante bien la comida. Terminamos con un digestivo licor de miel fermentada de parte de la casa. Servicio un poco precario, a cargo de la propia familia de la dueña. Aquí hay que venir sin prisas, pero como son tan majos aunque tarden un poco, no te puedes cabrear. La verdad es que la comida está muy buena, se nota cariño y buena mano en la cocina, y que lo preparan todo al momento. El restaurante acabó llenándose y como había mucho lío, Almaz no pudo hacer la ceremonia del café, que dejamos para otro día y así tenemos excusa para volver.