Hace unos cuantos años yo era muy fan de Falsarius Chef, un tipo que organizaba recetas y muchas veces utilizaba conservas o cosas enlatadas(pero de las buenas) para sus recetas espectaculares. Más que porque yo quisiera meterme entre fogones, lo seguía porque el tío tenía muchísima gracia escribiendo, y encima se hacía vídeos con unas gafas y una narizota postizas, del tipo de las que caen en cualquier cotillón de Año Nuevo que se precie. Fue en él en el primero que pensé cuando vi la tienda de Frinsa en Madrid. Esta especie de flagship store de las conservas, situada en una de las zonas más exclusivas de Madrid, es un auténtico paraíso para los lateros. Y no, no me refiero a los chinos que nos venden las cervezas a un euro en la calle los fines de semana; sino a esos que saben que no todo lo bueno tiene que ser forzosamente fresco, y que algunas cosas enlatadas pueden ser tan gourmet como el pescado más reciente que puedas encontrar en otro sitio. Es por eso que desde aquí reivindico la conserva como una de las máximas a la hora de llenar tu despensa. En Frinsa puedes encontrar mejillones, atún, sardinas, zamburiñas… casi cualquier cosa que se te pase por la cabeza en el ámbito del marisco y del pescado, enlatado y sellado para su posterior uso. No es una tienda barata, porque en sus conservas destaca el cuidado y la calidad de sus productos; pero si alguna vez estás preparando una cena buena, ten por seguro que puedes echar mano de esta marca. Hace poco estuve en Lisboa y me sorprendió lo rebién que tratan a sus famosas sardinhas en lata, y creo que nosotros deberíamos hacer un poco lo mismo, y poner en valor esos productos envasados. Además, tener latas en casa siempre viene muy divinamente, porque como hemos aprendido todos en ‘The Walking Dead’, en caso de un holocausto zombie se convierten en productos muy apreciados.