El Museo de las Patatas

La calle Ferrocarril se ha convertido en un auténtico placer para los amantes del tapeo. Hay un montón de bares con terrazas donde poder degustar un sinfín de raciones. Pero sin duda, este es mi mi favorito.
Si eres un amante de las patatas, este es tu sitio. Este bar sirve, a mi juicio, una de las mejores raciones de patatas de toda la ciudad.
Cualquier ronda de bebidas va acompañada de varias miniraciones, por lo que si no tienes mucha hambre, pueden ser suficientes. Pero si aún no estás saciado, puedes pedir de su carta cualquiera de las impresionantes raciones de patatas. Con chorizo, alioli, bravas, revolconas, con migas…
Sin duda es el local ideal para ir con amigos a arreglar el mundo, y mejor si es en su terraza en verano. Eso sí, como es habitual en muchos restaurantes de Madrid, cierra los lunes

Es el bar de toda la vida, sin más, si te gusta ese estilo, es tu bar. Las patatas revolconas estaban de muerte!

Como amante de las patatas, las de este sitio hacen honor a su nombre. El Museo de las Patatas sirve de los platos de bravas más ricos que uno puede zamparse en al capital (aunque un servidor prefiera las alioli).
Cada consumición se acompaña de un aperitivo sin coste adicional, como si nos encontráramos en pleno Albaicín granadino. Los precios son bastante económicos y las raciones aptas para comilones empedernidos.
El problema viene por lo dificultoso de encontrar mesa en su siempre atestada terraza, además a pie de carretera, por lo que uno no puede evitar ‘embriagarse’ con el delicioso aroma de los tubos de escape.
Además de patatas (exquisitos huevos rotos) puedes pedir croquetas, migas, sepia…
La amabilidad del servicio depende del trasiego. Cierran los lunes.

Es el típico bar castizo que en este caso se vanagloria de tener las mejores patatas de «to Madrid». Por desgracia, no es así y no pasan de ser meras raciones algo aceitosas.
Buen bar para «tomarla» antes de irse de copas y los camareros simpatiquísimos.

He de reconocer que tengo que darme una buena vuelta e investigar los chorrocientos bares y restaurantes de la calle Ferrocarril, más aún cuando me fijé en que la mayoría tienen terraza cubierta, incluso con sus estufitas, para el «winter is coming».
De hecho, este bar también la tiene y es que me gusta mucho estar en la calle tomando algo más que dentro de los bares. Lo cierto es que esta ni es bonita ni acogedora, pero te hace el apaño.
Nos tomamos unas «bravas amorosas» que vienen servidas con salsa brava y ali-​oli. Están ricas, sin más, no les podrían en mi top ten de ricas patatas.
Eso sí, las cañas las tiran estupendamente y son más bien dobles al pedir «caña» pero bueno, en ese momento nos vino bien, aunque si pido caña quiero caña…

Hay que reconocer que El Museo de las Patatas es cutre a más no poder, pero también hay que reconocerles que tienen claro cual es su producto: la patata. La podrás pedir en forma de bravas, con alioli, morcilla, albóndigas… Las raciones están bien y el precio es razonable. Eso si no esperes grandes lujos (ni pequeños) que el sitio no da para más. La atención normalita, de bar de barrio, con la bebida suelen poner una tapa ¿adivinas de qué? De patata.

Este local lleva aquí toda la vida, mi padre ya venia por aquí y lo suyo son las patatas, en todas las variedades, como su nombre indica. Yo de hace años no puedo hablar porque no lo conocía, pero lo que es de ahora tengo que decir que cumple honrosamente con su cometido, ofrecer una carta especializada en «patatas con…» y unos camareros bastante atentos y simpáticos (por lo menos el que nos tocó a nosotros, el bajito).
En la barra está el mismo señor que siempre, parece que no tiene pensado jubilarse y no me extraña, tal como está el panorama… Pero centremonos en lo importante.
El producto que ofrecen está bastante bien, si bien el precio es un pelin elevado tanto en las raciones como en los refrescos y cañas dado el momento y la competencia que tiene alrededor. Si tuviera unos precios más populares estaría que habría cola y seria merecedor de una estrella más.
Pero el principal motivo de la falta de otra estrella es que las raciones, en concreto la de migas, deja mucho que desear, parece más una tapa que una ración, máxime cuando estamos hablando de un plato que es relativamente barato y que más vale que la gente quede harta que no que se quede con ganas de más.
En fin, que está bien para probar una variedad de patatas sin que estas sean aceitosas o revenidas y recalentadas, estaban bien y recien hechas (tanto que abrasaban).
Otro punto malo es que al estar en la esquina de Ferrocarril con Batalla del Salado el ruido del tráfico es horroroso por momentos, pero de eso ellos no tienen la culpa.

Buen servicio, buena cerveza y por su puesto buenas bravas y patatas. No dejeis de ir.

Lugar de toda la vida, famoso por las diferentes formas de preparar las patatas (bravas, alioli, revolconas, etc). No esta mal para tomar una caña.

ñam ñam patataaaaaaaaas, aunque este bar es una guarrada, me encanta darme festivales y comer patatas en todas sus formas. Las mejores las revolconas, con los torreznos grasientos, srlg!
El plan es este, te tomas unas cañas por el barrio y cuando ya estés entonao, te vas a este, así no te importarán las condiciones higiénicas de la comida..

Raciones abundantes, donde las patatas cobran un especial protagonismo: bravas, alioli, revolconas, o ‘amorosas’, que es una mezcla de salsa brava y alioli.
Sitio bizarro donde los haya, aunque el bizarrismo pasa de castaño a oscuro cuando ves que las raciones sobrantes son apiladas en platos para servírselas al siguiente grupo de colegas que van al garito a tomarse unas cañas. Por ahí no paso.

Antes era una bar de referencia para comer patatas en distintos estilos en Madrid, pero de un tiempo a esta parte la calidad de sus guisos a empeorado notablemente además de tener mucha más competencia en la calle donde están situados. No obstante, no dudes en probar las patatas revolconas y juzga por ti mismo. Por lo demás, siguen teniendo el mismo aspecto de siempre, de bar con mostrador de mármol blanco, mesas del mismo estilo con patas negras de hierro y un loro en la jaula que te silba cuando pasas por la calle.