Café de Ruiz

Me encanta este café-​pub. Ya he venido dos veces y ambas de noche a tomar cócteles.
La primera vez que vinimos fue gracias a la iniciativa coctelsaña que nos permitió descubrir varios pubs en esta misma calle con ricos cócteles a precio reducido.
La segunda vez fui con mi novia para enseñarle el local (ella e coctelsaña estaba fuera de España) y porque me apetecía que nos tomáramos unos cócteles ricos a precios justos.
Este segundo cóctel a mi me gustó mucho, llamado Black Cosmo, que llevaba vodka negro que es una de mis debilidades.
Mi novia se tomó un helado de frutos rojos con licor que estaba delicioso.
Recomendable pues tanto para tomar cócteles como helados (y me dicen que el café también está muy rico) y las tartas tienen muy buena pinta pero yo estaba lleno y no los probé. Repetiremos de nuevo :)

Puedo afirmar sin ningún género de dudas que el café de Ruiz es mi cafetería predilecta de Malasaña desde hace bastantes años, aunque no tantos como los doscientos que parece tener. Y puede que durante todo este tiempo haya sido yo muy vintage sin saberlo, porque este sitio es de los de ir con barba victoriana, monóculo y reloj de bolsillo, y pasar totalmente desapercibido y mimetizado con el entorno.
Es entrar, sentarse en una de sus mesitas de mármol apartadas en un rincón umbroso y sentir un deseo irrefrenable de hacer una tertulia literaria o una conspiración masónica, así es su atmósfera es de envolvente. Por esa razón atrae a todo tipo de personajes urbanos, la última vez encontré a un escritor de porte bohemio, representante de un grupo independiente de escritores que se autoeditan y proponen sus libros en el café.
Por lo demás, ofrecen buen café y combinados, un poco carillos tal vez, pero las condiciones para tener el arrebato de inspiración también se pagan. ¿Y si vas un día y se te ocurre de golpe y porrazo la nueva crítica de la razón pura?
En verano el sitio se vuelve más extenuante por el calor, ya que, rigor historicista obliga, no hay aire acondicionado, pero el sudor y el aletargamiento podrán ser contrarestados por el rico te helado que proponen.

Tengo debilidad por los negocios de Madrid que te transportan en el tiempo. El Café de Ruiz es uno de ellos. Y aunque todavía es un treintañero, este café del barrio de Malasaña tiene un aire a café tradicional que encandila.
Su oferta es sencilla, se basa en cafés, cócteles, combinados y unas estupendas tartas. Es de los lugares perfectos para una cita romántica o para leer un libro una tarde otoñal. Además, tiene una variada programación de conciertos y actividades, entre ellas el mercadillo vintage ‘Love at First Sight’, que mi amiga Marjorie realiza al menos una vez al mes. Merece la pena acercarse de vez en cuando a este local.

Hay veces que, cuando entro al típico café pretendidamente vintage, con mesas y sillas como antiguas pero que tienen más proceso que qué sé yo, añoro un café realmente viejo, con olor a viejo, con sillones viejos… pero con espíritu joven.
El Café de Ruiz lo he descubierto de la mano de un gran amigo mío, y la verdad es que no puedo estarle más agradecido. Su madre venía aquí ya hace tiempo, y el lugar sigue abierto, con sus charlas, sus reuniones y sus pequeñas actividades en las salas añejas.
Pero al mismo tiempo, el lugar resiste al paso del tiempo como el buen vino: mejorando sin parar. Ponen unos gintonics de alucinar, hacen unos batidos que son una cosa loca (mención special al de stracciatella) y sirven un bizcocho de zanahoria que te dejará temblando.

Las comparaciones son odiosas. Si no supiera de la existencia del café Ajenjo este recóndita cafeteria en la esquinita de malasaña tendría plantados un buen par más de estrellas como puntuación o al menos otra como reconocimiento y devoción.
Es un bonito café de corte antiguo con un rollo muy bohemio, sin ser el café de Paris o de Oriente. No obstante, es un lugar muy cremas para quedar como el más intelectual del barrio y debatir sobre la última representación teatral a la que has asistido o en la que has actuado. O en mi caso, para hablar de pelis de zombies, partidos de futbol y cosas nada exoticas. El aforo tiene este caché de boina, pipa, bigotito frances y libro de literatura hungara debajo del brazo. Caché que se transmite a la carta de precios. No es de los más caros de la zona pero sí paga un punto el precio de la modernidad histerica, del rollo vintages/​retro e intelectual en el incremento del sobreprecio por su decoración, popularidad y fama.
Conste en su descargo que todo lo probado estaba rico, desde el capucchino (rico pero mejorable) hasta el batido de Straciatella hasta las tortitas en la carta a 3,50 que era tortita en singular y en un plato diminuto servida a la mesa. Los precios, son pues, una barrera de entrada, un listón que te indican en que clase de lugar te has metido, por si andabas despistado. 7 € el coctail, entre 3 y 5 el café, y más si le añades alcohol.
Tiene dos salones, uno a la entrada en la barra y otro con sofás y sillones orejudos de aterciopelados tapizados con mesas bajitas en la siguiente. Con espejos sepias y mesitas de madera, percheros antiguos para dejar las ropas de abrigo. El servicio es amable pero las mesas demasiado juntas que unido a la masificación producía un efecto de alboroto y barahúnda que choca con el sustrato del local.
Como decía, si este lo hubiese conocido antes o no conociese el Ajenjo… ese remanso de paz, este café entraría de cabeza en mis favoritos. Motivos tiene para ello y defectos para lo contrario.

Lovely! what beautiful place!
la verdad que bonito lugar. Aqui me reuní con mi amiga Leslie, para conversar de su viaje relámpago a EEUU y bueno a ponernos al dia de lo que hemos hecho ultimamente. El ambiente del café super relajado e invita a uno a quedarse alli por horas!!! si no fuera porque me estoy recuperando de esta horrible gripe pues me hubiera quedado mas rato. Los dulces en la barra se veían muy apetitosos también, esto será en la próxima oportunidad.
Un lugar que de hecho regresare, esos espejos se prestan para unas fotos increíbles!!!

Lo mejor es la merienda con un café con leche y la tarta de las monjas, es decir, un deliciosos bizcocho de limón.
Es un sitio perfecto para llevarte un libro y estar muy tranquilo, o irte de charleta con buena compañía. Suele estar muy lleno en algunas ocasiones pero si tienes suerte, los sillones son muy cómodos.

Una tarta de zanahoria y una crema de chocolate frio con nata en un lugar lleno de encanto sabe pero que muy muy bien ;) Genial para la hora de la merendola, aunque también ofrece cócteles y conbinados. El local es de esos en los que imaginas tertulias literarias y señores con bastón y bigote. De hecho tienen un par de fotos de la «época de antaño» que demuestran la longevidad del establecimiento. De 10!

Tuvimos la suerte de encontrar la mesa que daba al exterior, junto a una puerta abierta, libre. Desde ahí, respirando el aire de la calle, vimos cómo el local se iba llenando a medida que avanzaba la tarde. En ningún momento se rompíà la calma, por animada que fuera nuestra conversación o la de los demás.
Vi la sala contigua, también muy clásica: divanes, espejos y madera oscura.
Vinierón nuevas camareras, y todas sonreían mucho y eran igual de educadas. También vinieron más amigos; nos quedamos hasta la noche.
Cuando ya nos íbamos, pensé que, si no fuera el café tan caro (2’50 euros), vovería cada tarde.

Es un lugar recurrente para tomar un café o una copichuela si ese día el ruido de los locales de ese barrio son demasiado para ti. A escasos metros ascendentes de la Plaza del 2 de mayo (ese sí que es un monumento al follón) encontraréis esta cafetería de corte clásico que no pondrá decibelios de más si lo que queréis es tener una conversación tranquila.
Cafés y cócteles de diferentes tipos, sabores y dimensiones en sus diferentes cartas. En verano a veces abren las portezuelas de madera que dan al exterior y es agradable disfrutar del fresquito nocturno. Los precios de los cafés son algo elevados. Celebrities allowed.

Otro café de corte clásico, del estilo del Gijón pero mucho menos concurrido por turistas. Muy agradable y tranquilo, con tres o cuatro mesas al lado de la barra y una salita bastante grande, al fondo, con más espacio.
Excelentes las tartas; es muy para quedar a tomar el café con tiempo y predisposición suficiente para estar un buen rato. Yo, que soy muy de ideas fijas, suelo pedir el café con hielo al amaretto preparado en coctelera, lo mejor para el verano si no quieres caer rendido a la siesta.

Sitio no muy grande, se puede hablar tranquilamente, pero también se puede fumar. A mi me parece caro… Tampoco hay gran variedad…

Un autentico café de los antiguos de Madrid, decorado al estilo de antaño donde ir a pedir un cafeconversar y dejar pasar la horas muertas de la tarde. Un lugar tranquilo y acogedor ideal para ir a conversar. Precio normal