La tienda es pequeñita pero no pasa desapercibida gracias al mostrador que tienen en la calle. Botas, zapatos de piel, zapatillas, manoletinas, mocasines y toda clase de vestimenta para tus pies y los de tu familia están expuestos en escasos metros cuadrados. ¿Qué me atrajo? unas botas«pisamierdas» que estaban en el mostrador a pie de comprador y que eran de leopardo. Las toqué y retoqueteé, y ya que estábamos y era Navidad, la fiebre consumista me invitó a pasar a sus adentros. Un chico de unos treinta y largos, muy grande y con ojos claros, despachaba allí como caramelos a una y a otras. Si no ha nacido en una caja de zapatos habrá sido su primera cama porque desde luego ha mamado suelas un rato, y sabe vender el hombre, eso también. Pregunté por dos modelos chulísimos de botas de piel(eso una lo huele y lo toca las veces que haga falta o busca etiquetas, que las polipieles están muy bien imitadas últimamente), y no había de mi talla. Me dio una rabia infinita porque la verdad es que estaban genial de precio, unos botines eran 39,90 y otros 50, rebajados un 30% antes de Reyes y todo made in Spain. Como después de mucho ojear no encontré otra cosa que me gustara, el chico me dijo: «Yo hoy te tengo que encontrar unos sapatoh». Su acento granadino y su alegría de vivir eran tentadores, pero yo ya estaba cansada y me había mirado todo de arriba abajo, así que le agradecí y me fui. No obstante, he decidido pasar por su escaparate en mi próximo viaje a Granada, seguro que un día u otro encuentro allí algo que me seduzca a mí y a mis queridos pies. Resumen: negocio familiar, buenos zapatos y de diseño atractivo muchos de ellos(tanto para hombre como para mujer, aunque esta vez ni vi los de señor), calidad, producto español, atención amable y con gracia y experiencia. Para mí son 5 estrellas.