Está fue por suerte o por desgracia mi residencia universitaria. Digo por desgracia al pensar quien me mandó a mí, meterme a estudiar, con lo bien que se estaría siendo Ni-Ni que es lo que se lleva ahora, total pa lo que hay. Además, Fuimos auténticos Ni-ni. Aquel primer año fui a clase la primera semana, no volví, pasé a meterme en un bucle en el que vivíamos de noche y dormíamos de día. Aprobé una y en septiembre. Recuerdo que decidimos vivir en esta pompa porque lo demás que había en la residencia no nos gustaba, todo nos parecía pijo y burgués. Cuando nosotros, hijos de médicos, abogados e ingenieros eramos o somos niños bien pero con otro disfraz. Esta anti rutina rutinaria acabó por desquiciarnos un poco, también colaboró el exceso de sustancias cargadas de THC. Era realmente nuestra mayor afición. Todas las tardes, cual jubilados cogíamos el bus y nos íbamos pa la Alameda, esto está en el quinto coño e ir al centro se convertía en una excursión. Eso sí, pasamos unos ratos increíbles, de hecho, los amigos que hice allí son los de hoy día, encontré realmente a mi gente, la que más quiero y con la que más cosas comparto, hemos evolucionado juntos y ya no fumamos tanto. Unos momentos que recuerdo con gran ternura, nuestra ingenuidad nos hacia levantar teorías utópicas con las que cambiaríamos el mundo desde aquellos tristes cuartos llenos de cosas, amontonados entre ropa, papeles, chustas y aparatos, soñamos algo que hoy no somos. El millón de pesetas que costó el año que pasamos allí se queda corto con lo que por lo visto cuesta ahora, se dice que se come mejor, en mi época odiaba la comida, también me levantaba a las tres de la tarde con unas resacas mortales, todo hay que decirlo. La gente nos miraba raro, yo bajaba al comedor muchas veces en pijama y zapatillas. Lo que más nos gustaba para llenar el estómago era el desayuno, porque era pan y cosas que vienen en botes y no tenían que hacer ellos, al desayuno bajábamos de empalmada, por supuesto, en el momento en el que la gente de bien se iba a clase y nosotros no nos habíamos acostado. En fin mil peripecias que hoy recordamos entre lástima, risas y nostalgia. El mejor recuerdo que tengo, son las bandas sonoras de aquel año. Victor torturándonos con Melendi mientras uno de Mérida dormía en posición de morsa(cuando se quitaba los zapatos era de llorar). Fran ponía hasta hartarnos a Cat Stevens, eso nos gustaba. Mientras, Pepe y yo, nos aprendimos hasta los arreglos del Disco Blanco, tardes y noches sentados en el rincón mas agradable de la habitación de Raúl.