Una de las grandes virtudes de este bar son los horarios, tremendamente convenientes, en todos los sentidos, ya sea para comer algo cuando la mayoría de cocinas hace rato que están cerradas, o simplemente para beber una cerveza, prácticamente cualquier día a cualquier hora. No andan con prisas, ni te presionan exageradamente para que termines, aunque van a cerrar. Su relación con el tiempo es muy sana y muy relajada, lo cual es muy difícil de encontrar en estos tiempos tan estresantes. Por lo demás nos encontramos en un bar-restaurante con una selección de pinchos y montaditos atractiva y visualmente vistosa. Sin ser una delicia ni estar ni mucho menos al nivel de los que uno puede probar en el norte, hacen el efecto y acompañan estupendamente las cervezas, con lo que uno puede cenar y beber por un precio más que razonable. El servicio es un poco seco y a veces te hacen sentir culpable, sin saber muy bien si has hecho algo mal o no. Tal vez se trata de un malentendido, o de un exceso de susceptibilidad por mi parte, pero lo que puedo asegurar es que los propietarios no son los reyes de la comedia. Se echa en falta más ambiente de barra, servilletas en el suelo y la agitación propia de un bar de pinchos en el País Vasco.
Borja B.
Classificação do local: 4 Barcelona
Es uno de los locales más extraños que conozco de Barcelona y solamente eso ya le vale entre dos y tres estrellas. Y es extraño porque su desajuste con el mundo real no es algo chocante, explícito, voluntario. No. Te das cuenta que el Norbaltic es raro de cojones cuando llevas más de tres o cuatro visitas nocturnas y caes en la cuenta que, pese a ser un restaurante –vasco para más señas-, buena parte de la clientela no acude a cenar, sino a tomar algo, hasta hace poco a fumar y a charlar, a divagar, cuánto más inconexo mejor, cuánto más incomprensible mejor; si puede ser mezclando la copla con el western y, qué sé yo, con el impuesto de sucesiones, más encaja con la idiosincrasia actual del local. Otro dato más que contribuye a fijar la inasibilidad del«rollo Norbaltic»: está situado en pleno Gaixample y, sin embargo, la mayoría de su clientela es heterosexual. ¿Sí? ¿seguro? Errr… bueno… no sé… al menos no es el público gay bullicioso y hedonista, eso casi seguro, porque certezas con el Norbàltic, bien pocas. Podríamos decir que es el único restaurante existencialista de Barcelona, pues tengo la impresión que no tiene ni idea de qué demonios es y todavía menos hacia dónde se dirige. Y por el camino me desconcierta hasta a mí, y ya no sé si ponerle una estrella o cinco. Vaya, no acudir si, en el caso de no conocerlo, se busca cenar o pasar una velada bajo parámetros de normalidad.
Adrián C.
Classificação do local: 5 Barcelona
Si no fuera por los cines Mélies, no creo que hubiera entrado nunca a este bar, situado a medio camino en dirección al Paseo de Gracia, en el centro matemático del Ensanche gay aunque lejos de cualquier filiación sexual. En una secuencia a cámara rápida, lo que empezó siendo una cañeja para comentar la peli se acabó mezclando con noches largas, demasiado largas, de cogorzas con amigos. Me dicen que aquí se cena, que se cena bien, vasco, y yo me lo creo porque sale en las guías, pero nunca he pedido en el Norbáltic más que una tapa de esas con pincho o un bocadillo con queso brie para hacer cojín. Y detrás, soportando el lugar, un matrimonio de vascos que no sé aún si son ni una cosa ni la otra, que nunca he visto a la vez y que quizá por eso son la misma persona. Kepa y Maite, con los ojos entreabiertos, se mueven con lentitud y sirven medianas hasta las tantas, con el mismo ánimo pausado llueva o truene. Con un raro aire intelectual y bohemio que Maite mezcla con su devoción por Valentino Rossi. Cuando Vandellós explote definitivamente y los barceloneses tengamos que huir por patas a zonas más cálidas, ellos dos, que no duermen porque hicieron un pacto con el diablo, serán los últimos en abandonar el barco.
