Je né passé pas tous mes weekends dans les karaokés, mais de temps en temps, avec des amis et en fin de soirée, eh eh, c’est drôle. Non? Vous n’aimez pas chanter? Moi si. :D On a choisi Bugatti car il était proche de là où nous nous trouvions, c’est le seul critère. A 10 € l’entrée, on a un peu hésité et puis le videur nous a dit que la consommation était incluse et qu’il y avait des chansons en français, donc, vogue la galère. L’intérieur est vieillot, avec des peintures style Charleston au mur. La scèné est toute petite, et il y a trois écrans, un en face de la scèné, et deux de chaque côté, pour que le public puisse suivre. Il y a deux micros, dont un un peu capricieux. Quand nous sommes arrivés vers minuit, il n’y avait qu’une quinzaine de personnes, mais la salle s’est vite remplie, surtout de vingtenaires/trentenaires curieusement. Bonne ambiance. Je vous le dis tout de suite, le videur nous a eu, il doit y avoir 4 chansons françaises à tout casser. Le reste est très majoritairement espagnol et anglais. Le répertoire n’est pas de première jeunesse, mais il y a des classiques(Sinatra, Grease, Beatles, Michael Jackson, etc) et des chanteurs plus récents(Katy Perry, Lady Gaga, Beyoncé, Franz Ferdinand…). Le ticket garantit une consommation, mais sachez que si vous voulez quelque chose d’un tant soit peu élaboré, il faudra allonger un supplément. Par la suite, les boissons sont chères, très chères: 13 € pour un Gin tonic !!! Mais c’est le jeu, ma pauvre Lucette, si on né consommé pas, on né chante pas. En bref, marrant une fois de temps en temps, mais je pense qu’il y a des karaokés plus récents, mieux équipés et moins chers.
Pablo M.
Classificação do local: 3 Barcelona
Cuando me dijeron los compañeros del currele que íbamos a un karaōke llamado«Bugatti», pensé… ¿Este local existe en Barcelona? Está claro que mi desconocimiento karaokeril es muy alto, pero ese nombre es más propio de escudería italiana, ¿no? La ubicación del establecimiento es óptima, en el inicio del Eixample Esquerra, cerquita de Rambla Catalunya y de Diagonal. Lástima que el interior del local no haya visto un lifting en su vida o ¡al menos eso parece! Todo está viejuno, el ambiente es demasiado«vintage», la lista de canciones a elegir está algo desfasada y la clientela acorde con todo lo anterior. Es un negocio que tiene bastante potencial desde mi punto de vista, pero vive y parece seguirá viviendo en su particular oasis, con su particular nicho de mercado, con sus años cargados a las espaldas, con la tecnología de antaño. No obstante, lo recomendaría para hacer parada después de una cenita de empresa, antes de ir por la zona de Tuset a copear o salir de discotecas. Las risas están garantizadas, ¡eso seguro!
Adrián C.
Classificação do local: 4 Barcelona
Leo por ahí que este karaōke, también llamado Contraste, siempre está lleno de veinteañeros y treintañeros. Mi idealización del lugar es algo distinta. Bajo mi punto de vista el Bugatti es el antro que representa mejor lo que en mi imaginario de estar por casa es y debe ser un karaōke, desde el nombre hasta la clientela ya lejos de los treinta. Huele a karaōke, a moqueta y primeros años 80; la gente va como hay que ir en un karaōke, con camisas tejanas, mal maquillaje y fumando Ducados; los que sirven y ponen canciones son los que tiene que haber en un karaōke, tipos antipáticos, noctámbulos a desgana. Y la localización, Muntaner con Provença, en pleno Ensanche izquierdo, es la de los karaokes, con edificios de oficinas y profesionales de corbata barata. Para más inri, bajo el rótulo pero antes de entrar hay unas escaleras que van a una misteriosa planta de arriba, en la que no sé yo lo que debe de haber pero siempre suben señores mayores con señoritas descocadas. También se llama Bugatti. Las veladas de karaōke más impactantes las recuerdo allí. Se lleva la palma la noche que, tras una épica interpretación de Serrat a cargo de mi primo Andrés, un cincuentón muy ebrio, con barba cana y camisa tejana metida por dentro, seducía torpemente –o sea que no seducía– a un grupo de guiris jovencitas que vete tú a saber por qué leches habían entrado allá. Salimos todos riendo, unos con risa burlona, perversa; otros con risa borracha; otros riendo por no llorar. A decir verdad éramos muchos los veinteañeros, o sea que quizá fue ese cincuentón ligando, y la imagen sórdida de las escaleras, lo que me hizo ver el Bugatti como ese antro idealizado, de drama social, del que hablaba más arriba.