¡No sé por donde empezar sin salivar el teclado! La verdad es que estando Arcos de la Frontera llena de lugares donde disfrutar de la comida de la zona, no queríamos acabar en un lugar para guiris, por lo que nos metimos a callejear un poco y nos acercamos a uno que parecía muy normal y muy tranquilo. Pedimos un vino blanco Maestrante, que está de vicio, y que casualmente descubrimos el día anterior con unos amigos de Cádiz. Tuvimos además la gran suerte de que el vino estaba al dos por uno, igualmente la copa cuesta 1,50 y es generosa. Decidimos acompañarlo con un poco de pescaito frito y nos ofreció media ración variada, cosa que parecía razonable para probar. Además nos insistió en que nos adentrásemos en el comedor. No era nuestra intención, habíamos entrado por su ambiente tranquilo de bar sin fijarnos en la maravilla de patio interior que había dentro. Mi boca se abrió varios centímetros y me quedé estupefacta con el ambiente tan agradable que nos envolvía. Entonces llegó la comida y mis ojos volvieron a abrirse como platos. ¿Media ración? ¿Y cómo será una entera, madre mía? El cazón, delicioso, los boquerones, la merluza, las gambas… Todo regado con más Maestrante. Tan bueno estaba todo… ¡que pedimos otra media ración! Esta vez con extra de cazón. Un placer para los sentidos… Lo de los camareros merece mención a parte ¡un trato extraordinariamente cordial y divertidisimo! Amables, risueños, simpáticos, y muy, muy serviciales. Nos recomendaron sitios que ver en los alrededores: en Jerez, en Grazalema, en Cádiz. Vamos una guía de primera de la mano de los propios gaditanos. Nos quedamos con ganas de volver, pero la falta de tiempo nos lo impidió. Con esa pena me quedo, pero con un recuerdo de una de nuestras mejores comidas en nuestro viaje por Cádiz.