En varias ocasiones había pasado por este lugar, siempre veía abierto pero como no es un sitio muy atractivo seguía mi camino, pero siempre ese maravilloso olor del café, parecía invitarme, hasta que un día cedí: entré, una pareja atiende, todo el lugar es sencillo, pintado desde hace ya algún tiempo con pintura beige y algunas pequeñas mesas y unas cuantas sillas y un pequeño menú al frente: expresso, americano, latte, frapuccino, tienen panqué de café y té de manzanilla: nada más. Les pedí un frapuccino, ellos me ofrecieron la variedad de leche: deslactosada, light o entera, y los vi preparar mi frapuccino de una forma peculiar: tienen una licuadora en donde colocan varios(muchos) cubos de hielo hechos de café expresso, después le integran la leche, el azúcar y ¡listo!, me pareció de lo más ingenioso, pero dudé sobre el sabor, al primer traguito, las dudas se despejaron: ¡es delicioso! Además, sus precios son súper económicos, la pareja es sumamente atenta, pude percibir que la gente que acude son clientes de mucho tiempo, todos se saludan con mucha estima, en uno de los extremos del lugar hay un letrero que dice: muestras de café gratis, así que sugiero acudir y probar, yo quedé enamorada de ese café, desde esa primera ocasión he vuelto infinidad de veces, todavía no me considero del grupo selecto de clientes de casa, pero sé que ellos ya me reconocen, así como yo los reconozco a ellos, los dueños del buen café, además de ingeniosos.