Era un infierno. Cada primavera, día de las madres, en fiestas patrias, en día de muertos y cada que querían ridiculizarnos, los adultos gozaban con el sadismo de vestirnos de borrego, de charro o de tehuana. Era un verdadero suplicio porque, además, los trajes siempre eran horribles. En la primaria las maestras contribuían con la tortura y organizaban«bailables»: la excusa perfecta para exhibir nuestra torpeza motriz enfrente de un público. No creo que hubiera ningún padre orgulloso de ver a sus hijos pequeños ahí, a la vista de todos, mostrando su falta de ritmo, su cara de aburrimiento, su déficit de atención y con un traje horrible encima. Y bueno, en esta calle hay todo lo necesario por si usted es un padre desalmado y gusta de traumar a su pequeño con este tipo de eventos. Disfraces de bruja, de revolucionario o de pollo. No lo dude: vístalo de borreguito o de florecilla silvestre, verá sus lágrimas escurrir por sus mejillas.